Muerte ante el capitalismo

La humanidad ha transcurrido su largo peregrinaje en una postura contradictoria ante la muerte. Situación, inherente, si lo buscamos, como lo han repetido los orientales, a la posibilidad de aprendizaje en la vida terrenal. Sin embargo, en el mundo occidental, este tema es casi tabú, ya que la rutina del morir, no es buena prensa para el negocio de mercadear.

El sistema capitalista no puede promover lo efímero, lo vulnerable de cada individuo. Como si no? Pudiera ofrecer créditos a cuarenta años, los seguros de hospitalización y cirugía millonarios, y para usted de contar. Ofertas, para unos humanos que como mínimo van a vivir doscientos años y jóvenes siempre para tener la energía de usar todos los aditamentos ofertados. En fin, la certeza del morir dimensionaría en el plano terrenal, la banalidad capitalista y sus chucherías, que es lo más cercano a acceder, con inmensos sacrificios por parte de las franjas trabajadoras.  

Como lo incorpora Toni Negri, se trata del biopoder, desplegado en terrenos y ámbitos sociales, más allá de la explotación laboral. En la manera de amar y conseguir el amor: senos, nalgas, torsos, todo sintético y muy costoso, como lo plantea la novela colombiana Sin tetas no hay paraíso. Eso es a la juventud y algunos no tan jóvenes, reseñado jocosamente: “Llega un hombre maduro al gimnasio y pregunta al entrenador: cuál máquina crees que puedo usar para impresionar a una carajita? Y éste responde: cajeros automáticos”. En fin, los estantes del capitalismo están abarrotados de ofertas infinitas, supuestamente para ser amados y felices para siempre.

Qué hacer? A mi modo de ver, abrir y retomar los verdaderos problemas de la humanidad, más allá de comer, vestir y tener un techo, ya que la mayoría, afortunadamente, en este país petrolero, ya dispone de esas facilidades. Los valores, lo ético del vivir, lo espiritual. Ya lo dice la Biblia: “somos más que carne”. Y sobre esa verdad, negada en el mundo subjetivo, es que se ha montado el capital y su ofertón engañoso. Sería presuntuoso decir que manejamos variables al respecto. Pero sería interesante revisar en lo médico, oficio muy cercano al morir, el derecho de expirar con dignidad, abolido por la medicina moderna. Me voy a permitir citar el caso de una anciana de 100 años, con mínimas dificultades para su edad. Y por una molestia en un seno, la operaron y luego le atacaron dolores fortísimos por varios días, para luego morir enferma, cuando solamente era un malestar pasajero. Es el protocolo de la medicina capitalista: sácale hasta la mínimo dólar, ahora. Al terminar de hacerlo, si respira todavía, bótalo a la calle. Ay de aquellos, que tengan seguros costosísimos con una mediana edad!. Rece al revés y al derecho, al hacerse cualquier examen en una supuesta prevención.

Sería interesante meterse desde lo farmacéutico y asistencial médico, en esa temática del Buen Morir. Particularmente cuando quedan pocos galenos, con suficiente humanidad y saberes, para decir: “llévenselo a su casa, no tenemos más nada que podamos hacer aquí”. Hay otro chiste que grafica la subjetividad que nos han inculcado, sobre la magia de los aparatos en la medicina moderna: “Llega un herido casi deshecho por el arrollamiento de un camión. Dios pasa por allí y se apiada del sujeto y lo cura. Sus familiares, que sólo esperan verlo muerto, se asombran con júbilo y le dicen: este hospital es milagroso. El susodicho, exclama: Qué va, es una mierda, ni una radiografía me hicieron.” Ja ja ja

En fin, para sólo exponer un abreboca a esta temática, creo necesario intentar introducir ese bosquejo de socialismo del siglo XXI, ante la hegemonía cultural del Capitalismo, vivito y coleando en todos los salones de búsqueda, inclusive,  de la vida socialista. El énfasis en la finitud humana, como individuos, aunque los colectivos hacen la historia. Las interrogantes se plantean en torno a nuestros propios vecinos, especialmente a ciudadanos que como yo, hemos vivido como clase media. Miembros que ahora se pasean por el mundo, en los grupos de protesta ante la banca y los mercados del capitalismo, denominados indignados. Y no dejo de hacer un ejercicio de imaginación, al trasladarme a los zapatos de cualquiera de esos jubilados, lanzándose a la calle a pelear por el mantenimiento de una jubilación que les garantizaba entre dos quinquenios o tres, el vivir como lo hacen los  de las franjas bajas de comerciantes y directivos del accionar de los mercados. Me cuesta y creo no ha sucedido, ver esos indignados mayores ahora, protestando por la disolución de los sindicatos y/o los desmanes de la burocracia en conchupancia con el mediano y gran capital, robándose el patrimonio de la nación. Ahora, porque le tocaron la bolsa individual, pero me huele que el malestar no va más allá. De allí a que mantengan el payaso de Berlusconi y su similar francés, mangoneándose al mundo desde su cartel de estrellas, luciéndose como el viejo verde italiano y el otro con su hija nieta, consorte de la modelo internacional. Sin dejar de lado la Clinton, con su mejor carcajada, disfrutando la destrucción de Libia y asesinato de Gadaffi y su hijo… 

La pelea es cultural, fundamentalmente, pero no la llevaremos a cabo en forma profunda y descarnada, si no vamos a los valores trascendentales de los revolucionarios, como la ternura hacia los empobrecidos y excluidos de la tierra. Y por ende, el sacrifico de miles de individuos  con  el coraje de ofrendar su propia vida, han peleado por la reivindicación de la libertad en el mundo. Ya vimos pasar el Mayo francés (1968) y el venezolano (1969), cuando la lucha contra la burocracia, inclusive la soviética y la china, quedó congelada en ese fin de década. Esos dos imperios, uno derrumbado en 1989 con el muro y otro cada día más vestido de capitalista. De allí, el optimismo de la lucha de la juventud chilena, donde el fantasma del dictador Pinochet, le agrega salsa y socialismo a esta pelea. Y quiero soñar que sobre esto, podamos conversar y apagar los celulares.

Noviembre 2011.



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