(La engañifa de las Reivindicaciones laborales)

I ¡No Queremos Vivienda!, ¡Queremos Medios de Producción!

Observemos que los asalariados y los asalariables o desempleados formales podrían perfectamente hacer vida propia, y compartida a la vez, en campamentos adscritos o anexos a los centros fabriles. Los médicos, por ejemplo, suelen tener como casa secundaria el hospital donde operan, ¡y mire usted que la pasan divinamente! Entonces, ¿para qué otra u otras viviendas, o esas despectivas “soluciones habitacionales?

¿Para qué salarios semanales, quincenales, semestrales (bonos vacacionales) o anuales (aguinaldos y “utilidades”)? En nuestro centro de trabajo, como centro de vida en familias o comunitariamente, donde “viviríamos para trabajar”, allí escogeríamos las mejores herramientas, las mejores materias primas, la mejor organización cooperativa laboral, los mejores bienes de nuestro sustento y demás comodidades satisfactorias para mantenernos listos para seguir viviendo y trabajando, y no como hasta ahora que seguimos trabajando para sobrevivir o vivir a medias.

Si seguimos observando, veremos cómo la vialidad citadina, los mercados al detalleo de variopintos bienes, los centros hospitalarios, las escuelas, parques verdes, canchas deportivas, expendios de bebidas espirituosas para nuestro divertimento y demás ambientes que conforman la vida moderna de las urbes burguesas, ellos no son otra cosa que un centro comunitario social cuya diferencia con aquel es que nadie posee nada, salvo los medios de producción, por parte de unos pocos, y salvo los salarios que el mismo trabajador debe administrar, contabilizar, estirar, compensar con créditos adicionales familiares y usurarios, realizar la paga y cobranza, todo en uno ejercido como parte ad honorem que ningún patrono imputa en sus cálculos de costes fabriles, por parte de la mayoría de sus habitantes.

Observemos y midamos los millones de barriles de sangre derramados en las luchas laborales sindicales y personales, obligatoriamente invertidas por el proletariado para cubrir onerosa e irrentablemente las migajas salariales y otras demagógicas “reivindicaciones” (Sólo en la primera Guerra Mundial se derramó unos 300 M barriles de esa sangre de trabajadores al servicio de las potencias imperiales de marras, por citar un caso).

Caigamos en la cuenta de que más que viviendas, que salarios, que canchas deportivas, que escuelitas, “aldeas” y hospitalitos, mercados y mercaditos, que carreteras y ferrocarriles, lo que necesitamos y queremos con urgencia son medios de producción. No necesitamos ni queremos nada que nosotros mismos podamos fabricar y compartir.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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