Crudo, goles, amenazas: tres fantasmas que definen el pulso de un país

Este articulo me resultó de lo más extraño. Pareciera incoherente con mi linea de pensamiento. Pero después de la goleada de la noche del 9 septiembre. Tuve que sacar todo lo que tenía por dentro y colocarme en los zapatos de todos los venezolanos frustrados por no alcanzar la gloria durante 90 minutos. Ahí les va.

En el Lago de Maracaibo flota una promesa de hierro: la plataforma petrolera Alula, enviada desde Zhoushan por la empresa China Concord Resources Corp (CCRC), ha sido instalada como símbolo de una nueva era de inversión extranjera en Venezuela. Mientras el país padece las sanciones y una desconfianza institucional por parte de un sector de la población que se encuentra dentro y fuera del país y que apuesta por un cambio de gobierno de manera violenta con intervención extranjera. Sin embargo, y es lo que mucha gente no ve, calla u oculta y es que  China apuesta 1.000 millones de dólares para reactivar pozos dormidos y extraer hasta 60.000 barriles diarios de crudo, según ya lo ha expresado el presidente Maduro y medios digitales. Pero ¿Qué significa esta plataforma en medio de una derrota futbolística histórica y una amenaza militar que se podría disolver en retórica?

Ayer 9 de septiembre, Venezuela cayó 3-6 ante Colombia en Maturín. Fue más que una derrota: fue el colapso de una ilusión nacional. Telasco Segovia abrió el marcador con un golazo que encendió el estadio, pero Luis Suárez respondió con cuatro goles que sepultaron cualquier esperanza. La Vinotinto, que dependía de sí misma para alcanzar el repechaje al Mundial 2026, se desmoronó ante la presión y la historia.

El fútbol, como la política, revela fracturas profundas. La selección venezolana, dirigida por Fernando Batista, mostró ímpetu pero no estructura. Como país, seguimos apostando al milagro, al gol tempranero, al talento individual. Pero sin proyecto, sin defensa sólida, sin visión colectiva, el resultado es siempre el mismo: derrota, disculpas y lágrimas.

Mientras la Vinotinto se desploma, el gobierno celebra la llegada de la plataforma Alula como un hito energético. Pero detrás del acero y los remolcadores hay una pregunta incómoda que las redes opositoras esparcen como arma letal que exacerba los ánimos de los venezolanos de manera callada, dada el comportamiento de una gran mayoría de comerciantes de la colonia china en Venezuela: ¿Es esta inversión una vía hacia la soberanía energética o una nueva forma de dependencia?

China no regala nada. El crudo ligero irá a Pdvsa, pero el pesado se exportará directamente a Asia. El contrato de producción compartida por 20 años con CCRC implica que buena parte del petróleo venezolano será operado por técnicos extranjeros. ¿Podría esto afectar la autonomía de PDVSA? ¿Los trabajadores venezolanos participaran en el control ciudadano sobre los recursos provenientes de esta explotación?

La plataforma flota, sí. Pero también pesa. Pesa sobre una historia reciente de saqueo, fraude de funcionarios que engañaron al país y al presidente en plena crisis cuando más necesitábamos el apoyo de los funcionarios más confiables del proceso y dirigiendo los recursos vitales de la nación. Esa herida, aún está abierta. No ha sanado.

En paralelo, desde Washington, el presidente Donald Trump despliega buques, submarinos y cazas F-35 cerca de Venezuela. Detrás de esta operación hay una ingente inversión, es mucho dinero que hace mover todo esto, detrás de estas acciones hay más de 6 empresas de servicios de todo tipo que acaparan los contratos para poder mantener esta flota en el mar y en movimiento. La retórica es clara: una simulada lucha contra el narcotráfico, una estrategia de presión sobre Maduro, dar una impresión de alianza con la oposición, generar una alianza con los países tipo perros falderos, ver la actitud de quien está a favor y quien está  en contra, y así, generar acciones de castigo, bien sea donaciones, inversión, y presiones comerciales, su patio trasero debe ser domesticado, a la fuerza, de esa manera espantar las operaciones comerciales y militares con Rusia, China, india, Irán, y otros países  Euroasiático como Turkía y el Brics que no termina de impactar nuestra economía de manera que la población vea como se come esa tostada.

El presidente y la FANB, se les ha plantado con asertividad al adversario: “pasaríamos a una etapa de lucha armada”. Pero el tono es más defensivo que desafiante. La Milicia Nacional se activa, una parte de la población se entusiasma, hay un espectáculo en todo esto, otro sector, con cara de amargados, observa con escepticismo. La amenaza de Trump se convierte en un show de la mediática mundial, en ruido mediático, en estrategia electoral.

La “reculada” no es explícita, pero se siente. Posiblemente según se observa en las redes, de palangristas inclusos, Trump no busca derrocar, sino condicionar. No quiere guerra, sino presión. Y en ese juego, Venezuela queda atrapada entre la plataforma china, el fracaso futbolístico y la sombra de una intervención que nunca llega.

La plataforma petrolera, la goleada en Maturín y la tensión diplomática con Estados Unidos son síntomas de una misma enfermedad: hay dudas en una población que vive en una burbuja, cree que no tenemos un proyecto nacional. Celebra las inversiones, pero cree que nos entregaremos a los chinos, sueña con goles, sin ver estructura futbolística real, resistimos amenazas pero cree que no tenemos estrategia.

El venezolano cree así mismo que no se convence de la revolución bolivariana, necesita más que plataformas flotantes y goles tempraneros,  quiere sentirse seguro, conectarse con un país del que se desapega cada día más, Observa como desde su óptica de país subdesarrollado, con una ceguera diabética que le impide ver con claridad ¿Cuál es la misión de este proyecto? Siente que ni en la escuela se lo dibujaron alguna vez, que nunca entendió los planes quinquenales de la cuarta, se siente asustado y asustada, porque a veces, su coraje flaquea para enfrentar sus propios fantasmas. Porque mientras el crudo se exporta, el mundial no llega, el “Petro” y el oro desaparecieron sin explicaciones, los sueños y las esperanzas juntas se disipan en lontananza. 

 


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Renny Loyo

Doctor en Educación. Dramaturgo

 drloyophd@gmail.com

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