Tristezas del petróleo

La Agencia Internacional de Energía tiene su sede en París, mientras en Estados Unidos de Norteamérica existe la Agencia de Administración de Información Energética, apéndice del Departamento de Energía: DOE-EIA.

Estas estaciones a diario emiten órdenes imponiendo liderazgos en contra de países productores, juntos saben de la compleja formación del petróleo en Venezuela. Siempre han intervenido en la historia de un espacio privilegiado encontrado en las hoyas de Maracaibo y el Orinoco.

Durante décadas el alto nivel de extracción estuvo unido a la tasa de crecimiento poblacional, desde ambas se desfiguraron oportunidades de progreso y autonomía. Y es que desde principios del siglo veinte hasta nuestros días nunca existió la posibilidad que ambos —petróleo vs población— se entendieran.

Pensar en una posibilidad de estabilidad armonizada de uno y otro fue espinoso. La pujanza se impuso sin dar oportunidad de pensar en un desarrollo entre las partes. Lindantes contaminaron sus sueños. Por eso la panorámica económica en las naciones productoras está fuertemente inclinada hacia los socorros cómodos por una porción del petróleo, mientras la población solo masculle migajas y lleva represión cuando reclaman. Esto por un siglo hundió a Venezuela.

Pero seguimos dentro de esquemas olvidados, sesgados ante las imposibilidades que los hijos del petróleo de esta sociedad monoproductora puedan toparse con una tendencia variada y ampliada a la proyección industrial y agropecuaria en la cual siempre indican que se encuentra varada en medio de las escaladas en el precio del crudo.

Ambas hoyas petrolíferas —Maracaibo y Orinoco— siglos atrás estuvieron unidas. La semejanza entre una y otra cuenca así lo indican, pero se separaron hace un millón de años exactamente en el eocénico tras un levantamiento producido en la geografía de Los Andes.

Pero las trasnacionales fueron más avilesas que las eras antiguas y se dedicaron a su extracción y al percibir las ventajas de su comercio impusieron la ruptura entre sus históricos pisatarios. Igual que la Colonia donde los reinos impusieron el brutal despojo junto al asesinato de aborígenes y bestialidades practicadas a los esclavos africanos. Siglos después siguió la riqueza fácil, pero ahora con el petróleo. Anteriormente como ahora, ayer el oro y las perlas preciosas, hoy el crudo. Siempre hemos estado en manos de saqueadores universales.

Sin dudas la culpa no fue de estratos sedimentarios los cuales retuvieron petróleo, así como una esponja guarda agua, la naturaleza dio la bondad de atrapar y hacer de la roca algo impermeable donde las partículas no podían escapar. Así fue el capital, atrapando mandatarios dentro de sus residencias presidenciales y estos encarcelando al pueblo en mazmorras con cepos, hierros, cadenas y candados, torturas y vidrio molido en la comida hasta la muerte. Así comenzó la triste leyenda del petróleo en Venezuela y debió pasar un siglo para que esta patraña fuera aceptada.

Venimos del dolor tras la explotación del petróleo. Su aprovechamiento fue criminal, impuesto a sangre y fuego. Su inicio fundó cientos de bares y empujó a miles de jovencitas a la prostitución para que luego estas jóvenes muchachas dieran a luz a cientos de muchachitos, muchos de ellos muriendo a días de haber respirado para ser depositados en endebles cajas de madera donde los gringos importaban manzanas para sus campos petroleros.

Campos donde el miserable violaba la alambrada con sus hijos para robar agua. Y si recogían del suelo un mango (fruta jugosa rica en vitaminas) y el Guachimán (venezolanismo de vigilante) lo veían iba preso con todo y niños.

La naturaleza no tuvo la culpa de conformar por medio de presión y calor sobre microorganismos vegetales y animales en descomposición combinados con depósitos marinos descompuestos formaron una compleja mezcla convertida en hidrocarburos oscuros llamada Mene, petróleo.

Esa mezcolanza impregnó a seres humanos transformándolos en esclavos los cuales bien pueden clasificarse en hombres de tres regiones geográficas; el Andino quien vigilaba a favor del amo; el margariteño, hombre oceánico quien aguantaba el Resuello y fue a construir cientos de torres petroleras asesinando la vida en el Lago de Maracaibo, luego el falconiano, hombre trabajador, duro para la faena diaria.

Nunca el venezolano supo que en los alrededores su humanidad estuvo tan cerca del manejo sólido de la riqueza tras la comercialización de su petróleo y la cual ni siquiera pudo tocar. No obstante, y en medio de tanta opulencia y tendencias siguen manifestándose preocupaciones tras un negocio el cual no alcanza a levantar una idea que consiga advertir como nación productora no seguir desviando sus esperanzas ni seguir llegando tarde.

Así se desdobló un paisaje de sólido espacio entre compradores y malgastadores de los cuales ninguno triunfó sobre las arcas de dineros, aun cuando crece, se expande y compromete aumentan los abusos tras su miserable explotación e injusta comercialización arrastrando extensos números de muertos en todas las guerras habidas y las anunciadas por petróleo.

En el triste caso venezolano se exportó más del 90 % de su producción. Su negocio apenas dedicó a la agricultura una limosna de 13% cuando la mayoría de sus tierras son cultivables, quedando el 86% de sus dominios bajo la propiedad privada.

Hasta más pronto…



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1519 veces.



Miguel Jaimes

Politólogo, Magister Scientiae en Ciencias Políticas y Doctor en Ciencias Gerenciales. Cursando Doctorado en Letras. Cursando postdoctorado, mención: Geopolítica del Petróleo, Gas, Petroquímica y Energías. Fundador y Director del Diplomado Internacional en Geopolítica del Petróleo y Energías-Venezuela. Creador de la web geopoliticapetrolera.com. Autor de los libros: Petrocaribe la Geogerencia Petrolera. El Oculto poder petrolero. poder de PDVSA Vs. Poder del Estado.

 venezuela01@gmail.com      @migueljaimes2

Visite el perfil de Miguel Jaimes Niño para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Miguel Jaimes Niño

Miguel Jaimes Niño

Más artículos de este autor