(Caperucita y el lobo)

Hasta los ángeles en el Cielo

Ha sido tanto el alboroto por la no renovación de la concesión de un canal que se vencía en Venezuela, que hasta los ángeles se asomaron en el Cielo para ver que ocurría. He leído que en lo que va del año ya en 5 o 6 países se realizó el mismo trámite. Pero por ninguno de ellos se ha reunido el parlamento europeo ni han hablado y escrito todos los medios del mundo.

Tampoco se ha presentado la señora Rice como en la OEA en Panamá a reclamar tratar el caso y enviar una comisión a Venezuela a estudiar que pasa con la libertad de expresión y el respeto por los derechos humanos. Ni ha tenido que salir malhumorada de la sala de reuniones cuando se le preguntó si no mandarían otra comisión a Guantánamo y al muro de México.

Yo creo que más allá de los artilugios diplomáticos no puede haber mucha duda de si hay mayor libertad de expresión, cuando esos medios están al alcance y servicio de los intereses de un pueblo o de una élite mundial que intenta mantener y ampliar sus privilegios.

También creo que en toda la historia probablemente nunca se le hayan dicho a funcionarios de EEUU las cosas cara a cara hablándoles de igual a igual y exigiendo el mismo trato y respeto para todos. Proponiendo además los cambios necesarios para que se comience por la misma OEA para establecer un verdadero trato democrático y de respeto de los derechos humanos.

Porque en instituciones internacionales como el FMI y el BM comienza ya el irrespeto y la imposición de reglas para poner en situación de dependencia económica y cultural a los países subdesarrollados respecto al llamado primer mundo.

Hoy se habla de soberanía alimentaria, pero se olvida mencionar que lo que más comemos en los últimos tiempos son cuentos. Porque la mayor parte de la sociedad depende para funcionar del conocimiento y la información. ¿Y quién alimenta esas necesidades sino el sistema de educación y los medios de comunicación?

Aún no hemos caído en cuenta de la magnitud de lo que está en juego cuando se habla de libertad de expresión y de información. Hoy los estudiantes de clase media y alta, manifestación tras manifestación han tenido que reconocer que en Venezuela se ejerce plenamente la libertad de expresión, así que ahora reclaman libertad de información.

Dicen que tiene que haber la posibilidad de ver canales privados también, y no solo los del estado. Pero nadie negó el derecho a canales privados, solo se rescindió la concesión a uno de ellos que no cumplía con las leyes de comunicación. Que justamente irrespetaba y abusaba de la libertad de expresión falseando el derecho a la libre información.

Por otra parte el nuevo canal Tves no es del estado sino que abre la participación a todos los libre productores con el apoyo inicial del estado, y al menos en teoría no hace ningún tipo de discriminación, todos pueden participar respetando las leyes de comunicación.

Sería mucho mejor entonces una iniciativa estudiantil que luchara por un espacio para expresarse en el nuevo canal y no la defensa irreflexiva de los intereses del que ya no ha de volver. Pero que de hacerlo seguramente una vez más se burlaría de quienes usó para conseguir sus objetivos.

Ya hay muchos arrepentidos de las manifestaciones de años anteriores que luego fueron abandonados y decepcionados en las falsas argumentaciones y promesas exhibidas cual motivos de protesta. Pese a ello aún estamos lejos de comprender que ya no vivimos en un mundo natural.

Unas decenas de años antes aún podíamos vivir en el entorno que estábamos en capacidad de percibir. Pero hoy nuestra práctica económica está desapercibidamente afectada por leyes, reglas de juego, instituciones internacionales que regulan el flujo de capitales en una dirección preestablecida.

Por tanto de nada nos sirven sindicatos ni instituciones civiles o estatales que intenten presionar a los industriales o agro negocios para los cuales trabajan. Porque ellos mismos están sometidos a las reglas y tasas del gran capital, solo son sus jornaleros y capataces sin decisión propia.

Para desempeñarnos en esta economía con alguna probabilidad de éxito necesitamos entonces desentrañar la información y las reglas de juego mediante las cuales se nos manipula y explota, creando la condición económica local a la cual estamos sometidos lo sepamos o no, nos guste o no.

Y todo este proceso está inmerso y disfrazado en la intención detrás de la educación y en la información, en la visión del mundo previamente metabolizada que nos llega. Al punto de que los noticieros están en manos de EEUU, Europa y Japón en un 80% y dependemos de ellos para enterarnos de lo que pasa en el vecino país.

Es obvio que si los dueños de esos servicios de información desean algo de alguno de esos países, tienen toda la posibilidad de manipular la información para enfrentarlos y beneficiarse ellos del río revuelto que propiciaron. Telesur partió justamente con la ardua misión de obviar esa intermediaciones permitiendo que nos comunicáramos y conociéramos directamente.

Si comenzamos a reconocerlo me da la impresión de que las comunicaciones, que incluyen la transferencia de información generacional que llamamos educación, deben ser consideradas un poder e incluidas junto al legislativo, judicial y ejecutivo en todo estado.

Porque no solo nos alimentan o proveen de la información que necesitamos digerir y manejar para desempeñarnos en esta economía global. Sino que como la misma palabra lo dice, nos in-forman, es decir “nos hacen”, configuran nuestra siquis, programan en memoria colectiva las reacciones viscerales a toda circunstancia.

No estamos hablando de cualquier tontería superficial. Estamos diciendo que las cosas pueden estar sucediendo ante nuestros sentidos sin que podamos reconocerlas, interpretarlas correctamente. Si no disponemos de la información adecuada y no hemos desarrollado una capacidad mental apropiada para digerirla, metabolizarla, organizarla críticamente.

También estamos diciendo que en gran medida pueden programarnos para que reaccionemos acorde a sus intereses y en consecuencia, paradójicamente en contra de los nuestros. Que lo hagan las corporaciones, élites, los estados o quien sea da lo mismo.

El tema es que mientras nos mantengamos en la ignorancia o analfabetismo funcional, tecnológico como lo llaman hoy en día, estamos proclives, estamos en manos de ser utilizados impunemente sin llegar a enterarnos siquiera quien y como lo hace. Por lo cual no sabemos tampoco contra quien luchar o rebelarnos.

Toda esta paradójica situación es la que comienza a aflorar en la conciencia colectiva y a ello se debe tanta confusión en temas esencialmente tan simples. Porque a fin de cuenta igual que en Afganistán, Irak o Irán, lo que se desea es controlar las enormes reservas de yacimientos petrolíferos venezolanos, los más grandes del mundo.

Del resto solo se trata de usar las herramientas tecnológicas disponibles para crear las condiciones apropiadas a su interés. Engañando, calumniando, tergiversando, sacando de contexto, dando vuelta el mundo de revés si es necesario para convencernos de que el blanco es en realidad negro.

Sin esas reservas energéticas y materias primas el primer mundo no puede ya continuar al ritmo de crecimiento y consumo desaforado. De hecho todo el modelo civilizatorio tambalea ante el agotamiento y alteración del ecosistema, dándose la paradoja de que su salvación, su cambio de dirección reside ahora en el tercer mundo.

Eso y no otra cosa es lo que se ha escenificado desde hace ocho años cuando el gobierno bolivariano accedió al poder. Golpe de estado, sabotaje petrolero, alteración o disociación sicológica del 40% de la población venezolana, no tuvieron otro objetivo ni tienen mayor importancia mientras se lo logre.

Pero los tiempos han cambiado, la sensibilidad y la voluntad política ya no son las mismas. El cuento de Caperucita Roja y el Lobo ya no funciona como antes. Por eso el complejo sistema de manipulaciones comienza a aflorar, ser reconocido, desentrañado y encontrar cada vez mayor resistencia en los pueblos y sus representantes.

Aunque el lobo sigue intentando vestirse de oveja ya le resulta cada vez más difícil. “Te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao”, reza una canción caribeña. No es extraño entonces que le sucedan cosas como las de la OEA, y que pese a que hace ocho años que lo intenta en Venezuela no solo no logra nada, sino que alimenta, profundiza la revolución.

Así evoluciona paradójicamente la conciencia histórica, temporal, dialéctica. Cuando llega el cúmulo apropiado de tensión íntima el enemigo aporta el estímulo, el alimento apropiado para que surja el grado necesario y sostenido de alerta, sensibilidad y voluntad, que posibilite el cambio de dirección.

Entonces lo que hasta ese momento fue normal y funcionó, deja de hacerlo. Por ello una vez más surge la confusión entre los hábitos y creencias, y los que se creían superiores y eternos dominadores, resultan burlados por los que hasta entonces no eran más que ignorantes e ingenuos esclavos fácilmente manipulables.

Hasta los ángeles en el Cielo salieron a ver que sucedía con tanto revuelo y alboroto en torno a RCTV. ¿Por qué? Porque se tocaba un punto álgido, dado que desde que las sociedades comenzaron a tener voto y los puestos dejaron de ser hereditarios y de sangre azul, los dirigentes debieron ganarse el consentimiento de sus electores manipulando de algún modo sus conciencias.

¿Y qué mejor modo que seleccionando según los efectos deseados la materia prima virtual de que se nutren las creencias y decisiones? La información, la educación, la organización, valores y significados de los acontecimientos ahora mundiales que influyen sobre el escenario económico cotidiano en que nos desempeñamos.

La mente humana trasciende lo que percibe y por ello la percepción es estructurada por mitos. Por ende no hay una realidad chata y estática como se nos aparece en nuestros tiempos, sino un trasfondo creativo que se percibe más fácilmente en la literatura, poesía, etc. La materia prima de lo que llamamos realidad es por tanto plástica y manipulable como la arcilla.

Nacionalizar los recursos , materias primas y servicios y ponerlos en manos del pueblo junto con la educación y los medios de comunicación, nos actualiza con la sociedad global de la información y el conocimiento.

Nos lleva al corazón mismo de los acontecimientos de nuestro siglo, nos convierte en actores privilegiados de nuestra historia permitiéndonos recrear un paisaje humano equilibrado, presente, no agobiado por el peso de un pasado ilustre ni tiranizado por la esperanza de un futuro glorioso.

Es esto justamente lo que obliga a ponerse en evidencia al lobo con disfraz de piel de cordero, posibilitando que los explotados finalmente lo vean tal cual es. Y es así como vamos cayendo en cuenta de cuantos cuentos comemos y como vivimos en medio de ilusiones sin jamás llegar hacia donde nos dicen o creemos ir caminando.

La TV es el medio más avanzado, la réplica o externalización más completa de la siquis que hemos logrado hasta aquí. Como toda tecnología llega el momento en que se hace sencilla de manejar y desborda el grupo de privilegios económicos y de los iniciados que son los únicos capacitados para realizar tan magna tarea, de tal tecnología misteriosa, esotérica, mística e inabordable.

Estamos en la época de las comunicaciones, de la mente colectiva, de los efectos programados, de la lucha por la imagen. En un mundo de intenciones y en un gobierno que tiende a ser global, necesitamos una comunicación que genere un consenso en cuanto imágenes, porque la intención humana, su imagen de si y del mundo es una construcción que direcciona y condiciona sus hechos.

La idea central de este artículo es entonces que todo proceso mecánico o no conciente de si tiende al encerramiento y a la acumulación en torno a un centro manifiesto. Las élites pueden ser eclesiásticas, civiles o militares, estatales o corporativas. Pueden concentrar, acumular y administrar producción, servicios, medios de comunicación, capital o conocimiento.

Pero el resultado final es el mismo, una minoría que crece y engorda en detrimento de la gran mayoría, lo cual es a todas vistas inviable en un ecosistema orgánico. Pues como ya hemos dicho muchas veces el resultado es un cáncer. Por tanto para romper este circuito cerrado cíclico y repetitivo no hay sistema, institución o ideología que valga.

La única puerta de salida es el individuo, la sociedad autoconciente, el caer en cuenta, el reconocer los modos en que nos engañan y manipulan. El desarrollo de la conciencia y la capacidad mental para manejar esos elementos y datos sin la cual somos ciegos e impotentes.

Pero siempre habrá elementos, variables y datos nuevos porque somos seres vivientes evolutivos, creativos. De donde la única solución viable y sostenible es que la sociedad ha de organizarse horizontalmente y todo producto humano ha de fluir libre e indiscriminadamente.

Solo cuando reconozcamos que una sociedad equilibrada en que todos nos tratemos como iguales es la única que puede organizar y producir modos de vida pacíficos y gratificantes, dejaremos atrás la raíz de toda violencia y el cíclico recaer en los abismos de lo más bajo de la humanidad.

¿Porque de qué nos valen las riquezas materiales cuando tenemos que vivir con guardaespaldas en urbanizaciones cerradas y temiendo siempre ser secuestrados, violados, torturados? ¿De qué nos sirve la ostentación en un mundo donde la miseria no deja a nuestra conciencia reposar en paz, obligándonos a vivir expectantes en el sufrimiento y el temor?

¿De que nos sirve soñar la felicidad cuando es la soledad y las enfermedades físicas y sicológicas lo único que realmente crece? ¿De qué nos sirve sorprendernos y extrañarnos por los tiempos que nos han tocado vivir, cuando esos no son sino los frutos de la dirección acumulativa de nuestra conductas cotidianas heredadas y cultivadas?

Estamos a las puertas de una nueva era verdaderamente humana, y como cada vez que el sol ha de salir la noche se hace más fría y oscura, las resistencias reaccionan desproporcionadamente. Justamente porque es el momento del logro en que hace falta concentrar y direccionar conciente y unitivamente todas las fuerzas para dar el salto final.


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Michel Balivo


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