Si al arqueólogo los vestigios de objetos le hablan, si se apasiona con un trozo de asa de una milenaria vasija porque le habla, entonces, más que una fenomenología nuestra siguiente exposición bien podría denominarse “arqueología del pupitre”. Pues los pupitres como las asas, los picaportes o una autopista nos hablan, nos cuentan cosas si atentos está nuestra escucha. Mas, ya que lo que diremos va de un presentársenos un objeto y no de la cosa en sí, en este caso el pupitre, no está mal hablar de una aproximación fenomenológica, de una forma de aparecérsenos este objeto, un aparecer a una mirada un poco más escrutadora de la de la vida cotidiana para la cual un pupitre es eso, un pupitre y nada más. Buscamos una mirada que ensaye escuchar lo que dice esa cosa.
Cuentan los diccionarios etimológicos que la palabra “pupitre” proviene del francés y este del latín “pulpitus” que es “púlpito”, estrado de madera. De allí tomó también el significado de asiento y escritorio para el alumno, aquel que carece de luz según su significado original. Hay una historia del pupitre, de su evolución en los tiempos. Sólo diremos aquque hasta aproximadamente 1945 el predominio era de pupitres por pareja de alumnos o incluso más en la forma de largos bancos como los de las iglesias. En cambio, en los últimos 80 años, quién sabe si con la llegada de Estados Unidos y su cultura individualista a la hegemonía económica, política y militar a nivel mundial, este artefacto escolar se volvió en la mayoría de los casos igualmente individual.
Estafa escolar. Preescolar