El fortalecimiento de la educación

Desde el Libertador hasta hoy, son mucho quienes han afirmado la importancia de la educación en la construcción de una verdadera nación, del comportamiento ciudadano y de la participación consciente de la sociedad en la construcción de su propio destino. Toda la experiencia histórica revisada apunta en ese sentido. Subdesarrollo, desorganización, miseria y ausencia de perspectivas, están ligados a la ignorancia. En la actualidad, además, el conocimiento es la fuente por excelencia de la dominación de unos países por otros y, si tenemos en cuenta el increíble desarrollo que tendrán las ciencias y la tecnología en los próximos años, el crecimiento geométrico de la dependencia y el sometimiento alcanzarán niveles tan exorbitantes, que bien nos pudieran hacer predecir su establecimiento con carácter perpetuo.

La cuarta república nunca se esforzó en construir una sociedad instruida y técnicamente preparada para asumir sus retos; sólo por hacer demagogia le prestó, en algunos momentos, cierta atención al analfabetismo. Sí fue muy eficiente en la destrucción de los mejores programas de la escuela primaria y secundaria, en los que logró incluso borrar los pocos vestigios existentes de la nacionalidad; acabó con la correcta enseñanza de los lenguajes, de manera de reducir en forma importante nuestra capacidad de abstracción; ignoró la importancia de la creación de los hábitos de lectura y de estudio, borró toda la educación técnica y la convirtió en una enseñanza fantasmagórica, transformó los politécnicos en universidades, con miras a desviar sus esfuerzos hacia otras disciplinas y mediatizar la formación de ingenieros; redujo la educación universitaria a la obtención de habilidades y destrezas y marginó la producción de nuevos conocimientos a la actividad de grupos aislados destinados con el tiempo a desaparecer.

La industria petrolera, el único posible motor impulsor de nuestro desarrollo, con suficiente fuerza como para ser exitoso en mucho menos tiempo que en otras latitudes, le ha negado consuetudinariamente a los venezolanos la posibilidad de construir un desarrollo científico y tecnológico nacional, al dirigir sus recursos a la compra en el exterior de las ciencias y las tecnologías que consume y de la ingeniería de consulta que necesita. Se benefician así de nuestro petróleo los equipos de investigación de los países desarrollados. Esta conducta antinacional continúa presente en la PDVSA actual, por lo que se hace imperativo modificarla en 180 grados, para poder asumir los retos que significa el establecimiento de una patria libre y soberana.

Los importantes esfuerzos efectuados en el pasado para la creación de un ministerio especial para la ciencia y la tecnología, la elaboración de una Ley de la República para el sector y la reorganización del Programa de Promoción del Investigador, así como los avances en el FONACIT y el trabajo intenso, eficiente y permanente del equipo dirigido por Yadira Córdova, se ven más que ensombrecidos y limitados por la ausencia de recursos financieros, en la magnitud que le corresponde otorgar a una industria petrolera del tamaño y generación de ingresos de la nuestra. Seguimos por debajo del 0,5 por ciento del Producto Interno Bruto para el desarrollo científico y tecnológico, lo que no nos diferencia del reciente pasado puntofijista y está muy lejos de las cifra del 3 por ciento del PIB, que la UNESCO recomienda para países con nuestras características.
Ha sido muy importante el paso dado en relación con la superación de la condición de analfabetismo existente en el país, pues ahora se dispone de una población en mejores condiciones para la realización de sus tareas y su participación en la toma de decisiones, pero se requiere de un esfuerzo sostenido para evitar volver atrás, así como para mejorar cualitativamente la educación de nuestros niños y adolescentes. La extensión de las escuelas bolivarianas a toda la educación básica sería un objetivo más que deseable, pero se debe atender urgentemente a la formación de los maestros y a la elaboración de los programas y contenidos de los estudios, de manera de reforzar el aprendizaje de la matemática y del castellano desde muy temprano, que nos garantice en el futuro un nivel elevado de conocimientos en ambas disciplinas y el desarrollo de una capacidad de comprensión y de abstracción elevadas por parte de los estudiantes.
Especial atención hay que poner en la adquisición de los hábitos de convivencia en sociedad y en los de lectura y estudio. Toda escuela debería estar dotada de una biblioteca con los libros de lectura recomendados para las diferentes edades de los estudiantes, comenzando inmediatamente después que éstos han aprendido a leer. A esta actividad de lectura hay que prestarle una atención muy particular, ya que es vital en el dominio del idioma, en la expansión de la imaginación del niño y el joven, en la obtención de conocimientos y en la incorporación en su vida diaria de la disciplina académica, la cual será considerada como parte de la rutina normal y de la conducta de todo ser humano y no como algo extraño que se nos obliga a incorporar en otros momentos menos propicios.

Dar estos pasos en el abordaje del problema educativo venezolano implicaría que hemos hallado la senda correcta para la construcción de una nueva Venezuela y unos mejores venezolanos.



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Luis Fuenmayor Toro

Médico-Cirujano, Ph. D., Ex-rector y Profesor Titular de la UCV, Investigador en Neuroquímica, Neurofisiología, Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología. Luchador político.

 lft3003@yahoo.com      @LFuenmayorToro

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