En el ámbito de nuestra academia (a nivel universitario), la figura del plagio ha sucumbido en los últimos tiempos como un verdadero dolor de cabeza para quienes, como decentes universitarios, tenemos la tarea de valorar trabajos auténticos y originales. Si vamos a una definición puntual del término plagio en el contexto de trabajos científicos, este significa "secuestro de ideas que no son propias". Si aplicáramos esta definición en su máximo rigor, tendríamos que el plagio se da hasta en el hecho de que una lectura nos "insinué", así a larga vista, que lo leído tiene el espíritu de algo que ya existe. Esto se vería como exagerado, pero así actúan algunos docentes universitarios, que llamo acá gendarmes ilustrados, los cuales, en vez de propiciar el inicio de procesos de estudio en un marco de la construcción individual y auténtica de cada estudiante o investigador, lo que propicia, con su actitud obtusa y de persecución, es debilitar el poco potencial que pudiera tener quien se inicia en los trabajos científicos.
En este aspecto, el tema del plagio, que he tratado con relativa profundidad en el pasado, es un tema que parte de dos causas: una, la posibilidad real de observar, físicamente, el parecido en forma y fondo de un escrito en una extensión mayor del veinte porcientos de todo el texto evaluado; y otra, la fecha de construcción de las ideas consideradas plagio. Doy para muestra un botón: en año 2006, cursaba el Doctorado en Ciencias de la Educación en la UNESR, extensión Barquisimeto; en la asignatura del doctorado denominada Investigación Cualitativa, nos asignaron de tarea un ensayo sobre la temática de la materia. Yo había publicado en 2005, en el portal analitica.com, un pequeño ensayo titulado "Dialógica del orden y desorden según Morin", donde exponía abiertamente mis ideas acerca de la investigación cualitativa y su impacto en las ciencias de la educación. Como ya estaba construido ese ensayo, lo que hice fue pulirlo un poco y actualizar algunas citas y así lo presenté como tarea. La profesora de la materia me increpó en clase y me dio un discurso de ética profesional y la necesidad que tenía un doctor de preservar el respeto a las ideas de otros, y por ahí paren de contar. No soy un "pan con queso" de tranquilo, pero calmé la euforia e ira, por la solicitud de que se me permitiera explicarme. Después de haber limpiado el piso conmigo, le sugerí que revisara bien los créditos del ensayo que ella decía había plagiado en la red, al hacerlo se dio cuenta que aparecía mi nombre. Pero igualmente, el mismo ensayo, con fecha del 2006, estaba en otro portal, con el mismo nombre, pero con otro autor. Le expuse que, de acuerdo con el derecho de autor, si uno comprueba con hechos físicos, en algunos casos testigos, de que tal o cuales ideas son de uno, el acto de plagio queda desestimado, siempre y cuando la prueba tenga data posterior a la referencia con que se está comparando.
A todas estas, el plagio, como realidad no puede establecerse sin el razonamiento y explicación de la parte acusada, declarar un plagio unilateralmente (como están haciendo algunos docentes), es un acto de irresponsabilidad y que entra en el delito de la difamación e injuria, tipificado por el Código Penal venezolano vigente en mayor grado de sanción que un potencial plagio. ¿Estoy de acuerdo con el plagio? Obviamente que no, pero no estoy de acuerdo con hacer de los docentes unos policías (y policías chimbos) que andan persiguiendo cazar en los estudiantes una letra, una frase, o un párrafo que, desde su percepción, no le pertenece al estudiante.
Demos otro ejemplo. En uno de mis trabajos de tutoría le indiqué, a viva voz a uno de mis tutoreados, el concepto de "extensión universitaria", él, muy pertinentemente lo pulió y mejoró. Cuando se estaba en la defensa, un jurado acusó de que el estudiante se plagió el concepto que daba como propio en su trabajo. Sacó como referencia un párrafo de Paulo Freire, de su libro "Pedagogía de los oprimidos", dando a entender que el sentido de la definición era de Freire. Le encaré expresándole que ese concepto había surgido de una discusión y de algunas ideas mías, pero que el tutoreado había dado forma y arte final a la asignación de significado, por consiguiente, lejos de verse como plagio, debía entenderse como el producto de una variedad de consideraciones prácticas y teóricas que se sintetizaron en lo allí expresado. Es decir, no lo considero Plagio. Por supuesto, no convencimos al jurado y se tuvo que suprimir el concepto para satisfacerlo y no perjudicar al tutoreado, pero me pregunto: ¿qué se logra con esta actitud terca y sesgada? ¿estamos realmente evitando el secuestro de las ideas por parte de nuestros estudiantes? En una ocasión Arturo Uslar Pietri, acusado de plagio por su novela "La visita en el tiempo", dijo: "No dudo que algunas ideas que están allí me hayan llegado de otros lugares, por tanta lectura que he hecho sobre el tema, pero la vinculación de los hechos, el movimiento de los personajes, los detalles, esas son cosas que fui creando yo. Una obra no es un autor es de todos los autores que ese autor ha leído…"
Hoy día para acompañar a estos gendarmes ilustrados, hay una variedad de programas informáticos, cuyo prospecto, en todos, dicen que es natural que haya entre 12 a 20% de coincidencias reales, porque quienes escriben son seres humanos y se están comparando con seres humanos, no con extraterrestres ni animales. Y todavía van un poco más allá, pudieran darse el 50% de coincidencia, eso no implica que haya plagio, hay presunción de que las ideas han sido tomadas de otros, pero no puede haber sentencia firme de que hay plagio. Están los programas Compilatio, Turnitin, Copyscape, Fair Share, Antiplagio o Approbo, entre otros, la mayoría no son españoles, aunque poseen versiones para ser utilizados en español; pero todos son solamente un acercamiento para atizar elementos de duda, pero no son concluyentes, he allí el error de algunos docentes universitarios que se valen de estos programas como única evidencia y dejan por fuera elementos más importantes que el propio plagio: la necesidad de llevar ese escrito a niveles de autenticidad.
En este aspecto, me atreví a probar los mencionados programas con un ensayo del escritor Sergio Ramírez; ese ensayo lo fui transformando, cambiando conectivos, modulando de aquí y allá, y manteniendo su esencia lo desdibujé escrituralmente. Pasó con éxito todos los programas, marcó siete porcientos de coincidencias. ¿Ven? Tampoco son fiables estos softwares, ayudan a dilucidar algo de la duda, pero no son concluyentes.
Un artículo de Rubén Comas y Jaume Sureda, ambos de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), titulado "El ciberplagio académico: averiguando sus causas a fin de ultimar las soluciones" (aparecido en http://www.uoc.edu/, en el 2008), exponen: "El plagio es un síntoma de una crisis de posicionamiento, el vértice superior de un iceberg que constituye la necesidad de reconfiguración del papel del profesorado, el alumnado, el personal de los servicios bibliotecarios y el personal administrativo en nuestras universidades. Sin embargo, las discusiones y los puntos de vista a raíz del plagio académico también muestran la relación entre conocimiento y sociedad. Sea como sea, son necesarios un debate y una reflexión profundos con el fin de tomar medidas para cambiar una situación que advertimos como peligrosa…"
El peligro mayor, a mi entender, es darles la licencia a los docentes universitarios de atacar "alegremente" un trabajo científico, acusarlo de plagio, sin presentar soluciones al problema. No es acusar y rechazar la salida; es plantear la duda y sugerir estrategias para cambiar esa realidad y hacerla auténtica y original. Un jurado que rechace la tesis por plagio debe tener muchos argumentos dilucidados, que no haya dudas al respecto de ninguna de las partes involucradas. Así como el acusado tiene todo el derecho de exponer su verdad y sus razones. Lo ideal es que se le dé al potencial plagiador un compás de tiempo para cambiar estructuras sometidas a dudas y en ese acto de corrección mejorará la condición anímica y personal del acusado y de seguro pondrá todo empeño en cambiar ese documento o trabajo puesto en duda. El daño psicológico que causa una acusación "alegre" de plagio no tiene reparación en lo inmediato; puede causar hasta suicidios. Por ello, es necesario hacerles un llamamiento a los docentes universitarios de "alegres calificativos" para que se ubiquen. Le invito a revisar la jurisprudencia mundial acerca de casos de acusaciones infundadas de plagio que han terminado con altas sanciones a docentes universitarios, eso parece que poco se publicita, como para aupar a los docentes "graciosos" que piensan que se la están comiendo cuando acusan a un estudiante o investigador de plagio, sin contar con todas las atenuantes que una calificación en ese tenor requiere para ser considerada verdadera.
Finalmente, valga lo expresado por Ethel Krauze: "La invención del autor trae consigo, también, la invención de ese nuevo género que llamamos plagio en sus diversas formas: el involuntario, el accidental, el vergonzoso, el culposo, el cínico, y más, que han dado lugar a escándalos, denuncias, multas, despidos y explicaciones psicosociológicas que van desde la cultura líquida de los jóvenes internautas, acostumbrados al copy page escolar, hasta las exigencias burocráticas de los sistemas de evaluación de la excelencia académica que obligan a los investigadores a publicar a destajo para conservar sus prerrogativas…" Es decir, y no recuerdo a quién se lo oí, pero vale en este momento, el plagio es ese nuevo género literario que supera por su dificultad, a todos los géneros existentes. Y es un asunto que marca pauta para debates, pero que debe comenzar a contrarrestarse con consciencia, no de esa manera abrupta y ofensiva como la articulan algunos docentes universitarios.
¿Cuál es mi posición al respecto? Habiendo sido plagiado en tantas ocasiones y existiendo estructuras de mi pensamiento en la red (desde su existencia masiva), no tengo una postura cuestionadora. No pienso que las ideas que construyo y voy modelando con la palabra sean propiedad mía; si no fuera por mi roce social, por la lectura de tantos y tantos autores; si no fuera por mis recuerdos producto de la carga genética de mis ancestros, no pudiera escribir lo que escribo ni decir lo que digo. Me uno a lo expresado por Jorge Luis Borges, ese escritor argentino que llevamos tatuados en el alma quienes nos gusta la literatura y sus bifurcaciones, en cuanto a que nada le gustaría más que olvidaran su nombre, mientras que sus versos, sus frases, se quedaran como parte natural del habla de los pueblos. Él anhelaba que nos apropiáramos de sus metáforas y sus descripciones sin saber que algún día fueron de él, porque en esencia esas ideas son todos. Ahora bien, por qué perseguir a un estudiante que suma en su trabajo todas las voces del conocimiento que le han dado razón de ser como estudiante y futuro profesional; coadyuvemos más bien a moldear las potenciales dudas, en trabajos auténticos y originales, no mediocredicemos la academia haciendo el papel de policías ilustrados.