Rompí la botija de mis ahorros y a comprar se ha dicho

Años tenía metiéndole de todo un poco a mi botija, menos dólares. Aclaro que cuando podía y por lo general cada primero de mayo con aumento, a mi botija mandada a hacer en El Cercado margariteño por encargo de manos limpias que, advierto que en nada se parece a "la botija de Lusinchi", en nada. La mía es una pasiva botija que la hice pintar de azul como el cielo y el mar margariteño y, ayer cuando la rompí quedé sin corazón en el pecho como desarmado de valor y sin tener en lo adelante en mi poder ni oro, ni plata, ni sortijas ni zarcillos de esos metales que, respalde mi contertulio vivencial dinámico de quedar desarmado, como un paria de lo más pobre que vive al día de los frescos bonos y radiantes aumentos de Maduro que, no me dan mucha fuerza de poder, pero como no aspiro a más de lo que puedo que, hasta conformista seré, por no decir sinvergüenza o cómplice, porque, no lo soy, no señor.

No sé porque, pero recordé a los ufanos mayameros de tiempos pasados de la IV-R que cuando, llegaban a Miami y al entrar en cualquier tienda acababan con todo como plagas, y plácidamente cancelando decían, ta'barato. Y así he comenzado a comportarme en este día sin nubes después que, el gobierno nacional soltó la publicación de los precios de 27 productos de la cesta básica que Alí Babá y los 40 ladrones deben respetar, aunque los de la Polar no. Por lo que pensé sin maquillaje en mi cerebro, sino engordo ahora, no lo haré más nunca que, esta ganga que todavía no tiene que ver con mi sueldo mínimo que por poco soy millonario por apenas 200 mil soberanos que no entraron, que quien quita que el ministro con tanto palo que le han zumbado por las redes salte y, nos ponga los soberanos que hacen falta para poder decir que, soy un millonario mensual, pero siempre a la vanguardia que ni jugando a la retaguardia: a no ser que los gringos vengan a violarnos con soberanía y más, que para encontrarme en la isla de la que conozco todos sus recovecos, ni Trump, ni Pompeo, ni Elliott Abrams me van a sacar de mi escondite con mi bandera blanca de macho frenético.

¿Qué hice? Hasta pena me da decirlo que, no encuentro cómo soltarlo que no dañe la paz existente como el que está estítico que quiere pero no puede, así me siento, por no decir engañado, porque estafado no fui al mantener mi espíritu de virginidad psuvista y alumno además, sin contradicción: de Diosdado Cabello. Me siento alzado, pero solo eso que de allí no paso.

Regresé a mi casa con una rabieta que no se me ha pasado que mi aparato de la sonrisa habitual detectó y con otro tapabocas puesto que el turco me regaló y, que no sé que es peor, si el coronavirus o, que a uno lo cojan de mojiganga como dicen los margariteños mojigatos de placer cuando sueñan, pero a paticas como me fui a paticas regresé con las manos vacías y sudando como un loco pues, falso de toda falsedad que de los 27 artículos no hay uno que esté igual o por debajo de los precios impuestos que, asimismo me dijo, el turco que me atendió con un turbio expresar margariteño que no sé quien se lo prestó que me dejó: la garrucha que llevé para traer los corotos espichada de desconsuelo que, más fue mi furia que la atención prestada y el muy gran carajo me atajó diciéndome, usted no se respeta para la edad que tiene, de creer todavía en pajaritos preñados y, como soy tan débil por poco me pongo a llorar con el turco y le doy la razón que me pedía y, hasta sincero fue cuando me dijo, aquí todo está por arriba de como estaba antes y además aceptamos en efectivo dólares y con tarjeta si pasa solo soberanos y, como un mismo soberano salí con mi cara gacha y mi mirada en otra parte.

No sé si tengo derecho de preguntar: ¿Qué está pasando?

Y sin pasar la raya amarilla que me puso el turco: me vine con mi rabo entre las piernas y, eso me pasa, por confiar en el otro turco que "consiguió" la regulación de los precios que, con el mismo soplo que entró, el viento de la falsa alegría se lo llevó y, menos mal que todavía me queda el aumento del que no me atrevo a decir, lo que podré comprar más adelante con los 400 mil que me corresponden, pero seguro estoy que de hambre no me voy a morir, de rabia quizás.

De lo que no me queda duda es que, para comprar barato acá en la isla, hay que tener dólares que ni en sueños consigo.

¡Una limosnita por favor! No sea malo que, rompí mi botija.



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Esteban Rojas


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