Los gritos de los niños se mezclan con la tierra del patio de la escuela, juegan a chocar pequeñas esferas que se abren hasta expandirse a diferentes lados, cual una explosión de luces resalta con el intenso sol, formando una estrella. Esa y otras actividades laborales, de la vida cotidiana de los palestinos es alterada por un intenso bombardeo . El ruido intenso lo acompaña con la caída de edificaciones, ahora se escuchan llantos que salen entre los escombros. Se repite la historia de una población que las últimas generaciones son testigos presenciales de más de tres décadas de ser agredidos y encerrados, cual si fuera una cárcel. En estos tiempos se observa en tiempo real escenas de aniquilación de niños, mujeres, ancianos, lo que ha puesto al descubierto a quienes supuestamente se consideran Estados, organizaciones y personalidades defensores de los derechos humanos y se han convertido en cómplices de este genocidio por parte del Estado de Israel.
Cada segundo, minutos que pasan son vidas que se extinguen en un último suspiro, mientras que los llamados a un alto al fuego reunidos para hacer un llamado a mantener la paz, con las siglas ONU. Solo es suficiente que un país en el CPI, alce el brazo en una votación para vetar y anular la paz. En esas trasmisiones, gracias a las redes sociales que saltan la censura, se observó como una joven de 18 años de edad decía que no sabían ¿a dónde ir?, en sus centros de estudios, refugios y hospitales igual llegaban las bombas, decía ¿acaso no somos seres humanos? De todo esto es impredecible cómo terminará esta tragedia a la que Unicef considera “Gaza, el cementerio de niños”. Quizás luego vendrá la reconstrucción de Gaza y lo ocupen los colonos o también puede ser que Gaza y Cisjordania, sean considerado como Estado, un país independiente; pero a un alto precio de vidas perdidas.
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