Presidente Maduro: ¿Y si se lo pide el Santo Padre?

Escribo este artículo y no sé aún si me atreveré a mandarlo a Aporrea. Pero es que desde hace días deseo mandarle una carta al Nuncio Apostólico para que la mande via express, con carácter de URGENCIA, al Santo Padre Francesco.

No me van a creer ahora después de tantos años, pero cuando se ceñía la amenaza sobre Irak, en tiempos de George Bush hijo, y nos reuníamos en Plaza Venezuela para gritar NO A LA GUERRA (aún conservo mi botón) le comentaba a un compañero que querría pedirle al Papa Juan Pablo II que viajara a Irak, se apersonara en ese país, y permaneciera ahí, ahuyentando el lanzamiento de las bombas por parte de Estados Unidos. No encontré la manera…

Pero ahora, una carta dirigida al Santo Padre, diría lo siguiente:

Querido Papa Francesco: antes que nada quiero agradecerle de todo corazón sus actuaciones y gestiones queriendo lograr un diálogo en Venezuela para evitarnos el baño de sangre que ya comenzó. Lamentablemente en su mayoría jóvenes inocentes, venezolanos, incluso varios quemados vivos, como su Señoría debe conocer, apenas ayer un chofer de autobús murió calcinado, negándose a entregar su instrumento de trabajo a unos jóvenes que se hacen llamar "libertadores" pero son terroristas y delincuentes.

Sería el "non plus ultra" que Usted, su Señoría, viajara a Venezuela, ¿a intentar detener esta locura? ¿No forma parte de su Ministerio una misión salvadora? ¿No sería un gran acto caritativo el sacrificarse, dejar por unos días la ciudad de Roma, montarse en Alitalia, y llegar a esta hermosa e increíble nación que pasa por uno de sus momentos más difíciles? Y ¿sería un gran sacrificio venir a brindarnos, generosamente, su Santa Palabra, que trae toda la misericordia divina?

Pero si acaso le sea en verdad imposible, Santo Padre, mande una carta al Presidente Maduro hombre bueno, gran luchador, leal a su pueblo, y un ferviente católico, que tiene "il santo timore di Iddio".

Pídale humildemente que postergue los actos ya iniciados de la Constituyente. Menciónele que usted, su Señoría, sabe que las intenciones de su Gobierno son nobles, que buscan la Paz por sobre toda las cosas, que usted reconoce que esa idea fue producto de un esfuerzo desesperado para lograr una gran conciliación nacional. Para forzar así un gran diálogo que los adversarios, Excelencia, despreciaron, como usted bien lo sabe.

Insístale Santo Padre que usted entendió perfectamente que el propósito de esta Constituyente es la PAZ. Que usted sabe que Nicolás Maduro busca y desea fervientemente la paz para todos y todas los venezolanos. Que usted, su Señoría, se leyó en sus ojos buenos que era un ser noble, cuando hace pocos meses pasó por Roma a visitarlo y pedir su Santa Bendición.

Muéstrele los peligros inherentes, Excelencia, la alta probabilidad que existe de que ese deseo de paz no produzca los frutos esperados, de que la buena intención hasta se pierda, por la obstinación y la incomprensión de los dirigentes opositores, que hoy apuestan a la violencia, y creen tristemente, que es el único camino posible para hacerse con el poder.

Pero escríbale que usted cree, hasta seguro está, de que tampoco la masa opositora ha entendido el propósito del Gobierno Bolivariano al convocar una Constituyente. No lo puede entender, arropada de odio e intolerancia, desviada de sus sentimientos cristianos, perdida como está en la obsesión y obcecación del momento.

Escríbale Santo Padre, que usted observa todo eso, a pesar de las noticias que le llegan distorsionadas, maximizadas, camufladas, sesgadas. No sólo de la prensa internacional sino también de colaboradores cercanos por los cuales no mete su mano en el fuego. Así como se entristece profundamente cuando le informan de cardenales, ¡Cardenales de la Iglesia Católica Apostólica y Romana!, que abusan sexualmente de niños. Y que usted sabe Excelencia, que no puede ni debe creer ciegamente en los Cardenales. Y sabe exactamente lo que están haciendo aquellos con autoridad eclesiástica y solideo rojo que tienen que ver con Venezuela.

Que por todo eso y más, Santo Padre, usted en su gran misericordia, y a pesar de su máxima posición al frente de la Iglesia que fundó Pedro sobre una piedra, por mandato de Jesús, usted, humildemente, siguiendo el ejemplo de Cristo cuando lavó los pies a sus apóstoles, le pide de rodillas, que suspenda por un tiempo, el necesario, los actos de la Constituyente.

Sólo se lo pedirá hasta lograr la incorporación de la oposición sensata, la invitación a todos los sectores que ahora, por orgullo insensato se niegan. Le pedirá Papa Francesco hacer ¡otro! esfuerzo más por la Paz.

Pídale sólo un tiempo su Señoría, un detenerse por amor a la nación, a la Patria, a la integralidad de los que habitamos en este país, chavistas o no, pero ciertamente todos venezolanos.

Explíquele Santo Padre que de esta manera, deteniendo por ahora la Constituyente, usted cree que Nicolás Maduro, como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, dará además un gran ejemplo a todo el mundo y a aquellos países, como Italia por cierto, que ven con malos ojos a un personaje que se lo vendieron como Sadam Hussein. Pero que usted sabe, bien sabe, que no es así. Usted sabe Santo Padre que nuestro Presidente es un hombre amoroso, leal a Chávez por encima de todos los demás, y sobre todo leal a los pobres, a los desamparados, a los que sufren hambre y sed de justicia. Que usted Señoría lo sabe, por haber estado cerca de la situación de este país, por querer ayudar, por ser además argentino y conocer en verdad lo que es una dictadura. Nadie puede meterle el cuento.

Y le pido envíe su santa bendición Papa Francesco, al Presidente Maduro y a todo su Gobierno, pidiéndole coloque a Venezuela en las manos de Dios y de la Virgen. Que El Señor nos ampare a todos, que aleje tantos demonios que andan sueltos por ahí, y, más que nada, para que alumbre el corazón de todos los dirigentes políticos, que les dé a todos ellos la sabiduría que necesitan, más que nunca en estos momentos. Y también recuérdeles a todos ellos, Santo Padre, una de las más bellas Bienaventuranzas, que dijo el Señor en el Sermón de la Montaña:

"Bienaventurado el que se humilla porque será ensalzado". Ellos entenderán.

Todo esto por el bien de Venezuela. Pido su bendición también para mí y mis hijos, Santo Padre.



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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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