El problema de los jueces i la Justicia ¿Es que lo jueces realmente hacen justicia? (I)

“Un juez corrompido no puede

examinar la verdad”

Horacio

Estoi convencido que los temas de filosofía, que no son de filosofía tradicional o “paja” como para el criterio de una gran mayoría de analfabetos culturales, no son leídos por muchas personas o lectores. Personalmente leo todo cuanto puedo i, en esta columnas de APORREA, una experiencia interesantísima para quienes deseamos opinar con la esperanza de orientar, hacer ver defectos o resaltar lo que estimamos verdadero i justo, como se les pone a pie de columna escrita, el número de lectores que han “visitado” esas páginas, se nota que los artículos polémicos, de denuncia, de rechazo a las mentiras de la oposición, el señalamiento de francos delitos, etc., se le presta mucha atención, casi el triple, de aquellos otros escritos como el presente, donde se trata de ir a hechos o cosas profundas, para meditar i reafirmar principios de justicia i vida que, situados allí, en un rinconcito azul de la conciencia (dicho así) puesto que ninguna teoría del conocimiento ni estudio fisiológico del cerebro humano, nos ha podido demostrar el maravilloso i complicado mecanismo de ese universo único i portentoso de neuronas, centros nerviosos, misterios dendríticos, plasma de luces i conexiones axiales que constituyen la primera maravilla del universo o el cosmos.

Sin embargo, admito que es una realidad lógica, comprensible. El común de las personas se informa, quiere estar al tanto de lo que sucede en su ámbito social, presta atención a lo que le interesa prácticamente para su vida diaria i pocos tienen tiempo suficiente para leer cosas más difíciles, que no les parecen necesarias –hasta en los estudios primarios, secundarios i universitarios- i menos para aprehender cosas nuevas (por ejemplo científicas o jurídicas, tener noticias e ir en búsqueda de libros i otros medios comunicativos, para aprender; una vez con hache i otra sin hache). Veamos un ejemplo trivial; en las historias clínicas de las embarazadas, nosotros los obstetras, ponemos en números romanos grandes de tamaño, porque la paridad, nunca tenemos que usar cifras elevadas; pues bien, cuando muchos jóvenes médicos me hacían una suplencia i encontraba historias nuevas, estaban con números arábigos. Al preguntarle a algunos por qué lo hacía, confesaban no saber números romanos, cuando eso se aprendía en mis tiempos en 4º grado de Primaria; i son facilísimos. Otra respuesta es que eso no importaba i era una necedad. He visto turistas en Europa, preguntando qué fecha es esa, ante un monumento o una tumba importante, para señalar igualmente una necedad, pero que habla mui mal de la cultura de un hombre. Entonces, lo he comprobado también, porque he tenido abogados, médicos, ingenieros, veterinarios, sacerdotes (hasta un obispo, luego arzobispo) como alumnos en filosofía, i pese a mis “metáforas geométricas” (como las inventó Russell en su obra LA SABIDURÍA DE OCCIDENTE), o sea gráficas para exponer ideas mui abstractas como Las Mónadas de Leibniz i yo tenía una mui buena para explicar la Teoría del Conocimiento kantiana (me ayuda mucho ser dibujante), a muchos les costaba entender. Por eso, para desarrollar el pensamiento abstracto, tanto para las Matemáticas como para la Filosofía, se debería enseñar ajedrez desde la primaria, i no esa porquería de juegos de videos, disparando para matar, como usan los niños de hoi en la invasión cibernética que nos hace el Imperio Nefasto del Norte, lesionando la vista i la mente.

Empero, volvamos entonces al tema de la Justicia i los Jueces. Mi vida ha estado plagada de esos atropellos (que hicieron más daño a mis hijos que a mí); abusos para los cuales, los abogados jueces (muchos pero no todos) tienen complicidades (no razonamientos jurídicos) con los abogados de ejercicio “libre” que luego tienen dos tipos de clientes mui poderosos que casi siempre pasan por encima de la justicia (así chiquitica); los poderosos del dinero i los poderosos del sectarismo, el sicariato i el crimen i sus mayores “razones” de ambos lados, es el dinero i el miedo. A esto agreguemos otros tipos de intereses que ni siendo dinero, ni miedo, son parentescos o el gusto de hacer daño a ciertas personas que envidian. Hai un abogado gris, pero rico en Maracaibo (no juez) a quien, cuando muera, como él cree en esas estupideces inexistentes, me encantaría ofrecerle un pasaporte al Infierno, porque como dice Jorge Luis Borges, el perdón no tiene sentido para quien lo otorga, si no entra en la conciencia del perdonado para modificarla positivamente. El denominador común: corrupción de mente o conciencia, i siguiendo a Horacio, “un juez corrompido no puede examinar la verdad” o un abogado malo, mucho menos. Me ha tocado observar la conducta de algunos “Jueces Rectores” que realmente no han podido ser más deplorables e injustas. ¿Qué queda entonces para los otros?

En la vida real, i entre nosotros, es difícil que se de un ejemplo de abogado como el de aquella película, MATAR UN RUISEÑOR, donde un abogado lleno de bondad, amor a la justicia i rectitud de conciencia pierde el juicio en defensa de un pobre negro, (por una sentencia viciada de racismo i rencor) pero gana el reconocimiento de los justos i cuando sale del recinto donde libró su defensa de la verdad, un hombre humilde que está en lo alto de una tarima, le dice a los hijos del defensor del bien: “Jóvenes, pónganse de pie, porque va a pasar su padre”.

Podría hacer un recuento mui largo de los más escandalosos casos que hemos presenciado en Venezuela; por cierto que un pobre periodista mediocre pero altanero, quien fue a la cárcel por un libro titulado CUANTO VALE UN JUEZ, mencionando los vicios i corruptela que han pasado i pasan en Venezuela, ahora, por una infantil malacrianza por la pérdida de una elección para Alcalde, se le oye decir, en medio de una inmadura aspiración para Presidente de la República, una multitud de mentiras i realizar acciones de las que antes criticó. De este modo, a todo cuanto escribió en sano juicio, le quitó toda autoridad moral i condición de veracidad. Tengo su libro, hasta dedicado cuando fuimos compañeros Constituyentes, pero jamás podría usarlo ya como referencia porque perdió todo valor. Padece de la “paradoja de Epiménides”.

Hechas estas consideraciones i citados algunos ejemplos o moralejas, en próximos continuaré alrededor de la interrogante ¿Pueden los jueces hacer justicia? Acaso ¿Será tal vez una paradoja?

(Continuará)


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Roberto Jiménez Maggiolo


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