Recordar es vivir cuando se ha amado

El viajero descuidado

Lunes,11 de marzo de 2024.- Gana mucho el que siempre aprende, solía repetir machaconamente el señor Juan, hombre tempranero, gran conversador, filósofo, artista creativo de manos diligentes y mágicas quien por muchos años nos obsequió con un paisaje hermoso de plantas, flores y de belleza constante, jardinero de la plaza en donde un grupo de muchachos y muchachas prácticamente nos criamos, metafóricamente hablando.

Quedaba y todavía queda, aunque siendo la misma es otra, al igual que algunos de nosotros los que hemos sobrevivido y visto y experimentado distintas etapas, la hemos visto crecer, cambiar, transformarse como al mundo, como a nuestra querida ciudad y ella, siempre ahí, también nos observa y ha visto en nosotros nuestra metamorfosis, nuestros cambios.

Y en nosotras, como lo impone la narrativa de estos tiempos, algo desordenados, que nos ha tocado vivir.

Quedaba y todavía queda, vuelvo al cuento inicial, al final de la avenida principal de Las Palmas y se le conocía como La Plaza Caracas, a quien (a la que), a pesar que le han intentado cambiar el nombre varias veces, para mí, personalmente hablando y seguramente para algunos de ustedes, de los que han logrado aguantar este viaje en el tiempo, sigue siendo la placita Caracas.

Lugar de nuestros primeros contactos con el mundo, más allá de nuestros respectivos espacios domésticos, de nuestros primeros juegos, emociones y romances.

Les estoy hablando de la segunda parte de la década de los años cincuenta del pasado siglo XX, cuando todavía había neblina en la ciudad, hacía friíto en las mañanas, casi siempre llovía y eventualmente teníamos escarcha y siempre aire puro, mi abuelita nos tejía unos sweaters de lana muy hermosos, que llamaban César Costa, un cantante mexicano que los usaba y los puso de moda, mi hermana Estrellita, quien era su fanática y tenía muchos de sus discos de vinilo de 45 rpm los oía constantemente, recuerdo lejanamente.

Ella, la placita, como le decía mi abuela, mi abuela Doromilda, nos vio crecer, desarrollarnos, transformarnos, cambiar y a algunos de nosotros, a hacernos adultos, evolucionar y nosotros también la vimos a ella, pasar por varias etapas.

Cuando nos mudamos a Las Palmas, subiendo desde la avenida Andrés Bello hacia la plaza, hasta el primer cruce, donde había una línea de taxis, había palmeras en las aceras y una hilera de hermosas casas, desde ese cruce hasta el final de la avenida se veían muchos edificios en construcción, campo de juego para los niños de entonces.

Venevisión, que quedaba cerca se llamaba Televisa e íbamos a un programa infantil que se llamaba Bambilandia, Bambilandia es el país donde los niños son felices y juegan más, decía su canción.

Hoy amanecí melancólico y disfrutando sabroso este rio de recuerdos.

Un abrazo mi querida Venezuela.

Y recuerden, como dice la canción: recordar es vivir cuando se ha amado.


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Luis Enrique Sánchez P.


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