Un baúl llamado salsa...

Para los habitantes del Caribe hispánico la salsa ha sido más que una música y un baile. En la época del origen y apogeo (década de los años, sesenta y setenta, respectivamente), la expresión salsera hizo eco de una forma de vida que prevalecía en los barrios latinos de Nueva York. Esta música hecha básicamente por caribeños y nuyoricans1 fue, en parte, producto de las condiciones de marginación y exclusión a la que estuvieron sometidos estos migrantes que se desplazaron a los EEUU buscando realización, fama y fortuna, como parte del imaginario creado por el american dreams.

El desvanecimiento de este ideal se reflejó en las letras de las canciones, en la interpretación musical y en la corporalidad de los bailadores de esta época, quienes sufrieron y denunciaron las inclemencias del norte cantando, bailando y tocando a ritmo de salsa. Precisamente, esta ha sido una de las grandes proezas de esta sonoridad al presentarse tal y como la define el antropólogo venezolano Alejandro Calzadilla: "una escritura que se baila"2, es decir, la complejidad de la salsa se halla en su riqueza histórica, social y cultural, convirtiéndose en la expresión alegre, en muchos casos, de una realidad desoladora.

Por un lado, lo que significó la adopción o continuidad de una precaria calidad de vida, por el otro, generó la mezcla entre ritmos musicales provenientes del Caribe (son, plena, bomba, pachanga, cha-cha-cha, mambo, entre otros), con los que en ese momento se desarrollaban en los EE.UU. (jazz, blues, rock and roll), situación que hizo posible el nacimiento de la salsa, un fenómeno que se reprodujo en países como Colombia, Venezuela y Puerto Rico. No sólo porque de allí provenían algunos de los inmigrantes que crearon esta música, sino porque el entorno social de cada una de estas naciones lograba identificarse con el que tuvieron las comunidades latinas, concentradas en los barrios que habitaron mayormente cubanos, puertorriqueños y dominicanos en la gran manzana, y en algunas zonas periféricas de Nueva York.

De allí que la salsa sea difícil considerarla estrictamente como un género musical tal como la cumbia, el merengue o el mambo, debido a que se ha creado a partir de la fusión de diversas músicas afro-americanas, y porque más que un ritmo esta música ha llegado a ser concebida, por César Miguel Rondón como una "Crónica del Caribe Urbano" (1980). Ahora bien, esta concepción es mayoritariamente perceptible en melóman@s, conocedor@s y crític@s musicales, así como en ciertos profesionales de la materia, ya que lo que se ha difundido masivamente —sobre todo en los últimos años— poco tiene que ver con esta salsa contestataria y reivindicativa bastante alejada a la visión cubanizada, segmentada y academizada predominante en contextos como el europeo.

No obstante, esta forma de globalización salsera se ha también reproducido en regiones del Caribe y Latinoamérica. Tal y como se mencionó anteriormente, la salsa que se interpretó, se escuchó y se bailó en países como Venezuela en los años 60 y 70, tuvo como referente los sonidos del barrio neoyorkino, caribeño y caraqueño, que a fin de cuentas se parecían mucho.

1 Esta calificación se ha utilizado para identificar la identidad de los hijos de inmigrantes caribeños (hispanoparlantes) nacidos en Nueva York. 2 Calzadilla, Alejandro. 1999. "El Caribe de ida y vuelta, música y baile a dos tiempos". III Jornadas de reflexión sobre la danza tradicional popular, su investigación y proyección, pp. 57-65, Caracas, 11-15 de agosto de 1997. Caracas: IUDANZA.

Ahora la época es otra, por ende, los referentes sociales y los gustos musicales y bailables, también.

 

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