«Ellas ¿Nosotras?» Cuatro interpretaciones fotográficas

"Todos sentimos el anhelo de lo salvaje. Y este anhelo tiene muy pocos antídotos culturalmente aceptados. Nos han enseñado a avergonzarnos de este deseo. Nos hemos dejado el cabello largo y con él ocultamos nuestros sentimientos" Clarissa Pinkola

¿Qué es la naturaleza del Ellas? Con el transcurso del tiempo se ha saqueado, rechazado y reestructurado ese concepto de la naturaleza femenina. En muchos casos, se la ha relegado al territorio más estéril de la actividad humana. En otros casos, las tierras espirituales de ellas han sido despojadas o quemadas, sus guaridas han sido arrasadas; y sus ciclos naturales se han visto obligados a adaptarse a ritmos artificiales para complacer a los demás.

Nuestra perspectiva se trastoca a medida que se desvanece la comprensión de esa otra naturaleza. No es difícil comprender por qué esa otra existencia se considera como algo de poca importancia. No es ningún misterio que las mujeres inconformistas tengan una fama parecida. La mujer contemporánea es un torbellino de actividad, se ve obligada a serlo todo para todos. Sigue trabajando con ahínco y sus obras alimentan el espíritu.

No se puede abordar la cuestión del alma femenina moldeando a la mujer, de manera que ella se adapte a una forma aceptable según la definición de la misma cultura que la ignora. Tampoco se puede doblegar a una mujer con el fin de que adopte una configuración intelectualmente aceptable para aquellos que afirman ser los portadores exclusivos del conocimiento. Tienen, por el contrario, que ser unas potencias fuertes y naturales, aunque sean unas extrañas en sus propias culturas.

Cuando el nosotras reafirma su relación con su naturaleza se convierte en una observadora permanente, una conocedora, una visionaria que sugiere y suscita una vida vibrante en y con el mundo interior y exterior. Que vive en el borde del mundo y se aventura a revelarse, a presentar un trabajo, a emprender un viaje, a interesarse por otras y por otros, a seguir adelante en presencia de proyectos creativos. En este caso, fotográficos.

En «Ellas ¿nosotras», la interpretación fotográfica se da como un acto de conocimiento lúcido y preciso, de inteligencia consciente orientada hacia la experiencia de la realidad. Donde se da énfasis a la idea de participación, de implicación, de compromiso. Se piensa el arte como una perturbación, como un producir un estado de shock. Acá se le atribuye al arte la tarea de producirnos una percepción fuerte e intensa de la realidad.

Asistimos a la irrupción de lo real y, a la vez, de lo simbólico en un mundo signado por la rarefacción, donde las relaciones se hacen menos densas. La atención de las artistas se centra en aspectos violentos y crudos de esta realidad, los temas de la muerte y del sexo cobran relieve. Se trata de una representación, de una exposición directa y de mediaciones simbólicas de eventos que incitan a la turbación, la repugnancia, la aversión y el horror. Interpretaciones lo más verídicas posibles de estas licuadas realidades.

Las categorías del asco y de la abyección están presentes en estas reflexiones estéticas; que no pretenden ser, de ninguna manera, el ideal de una contemplación pura y desinteresada. Por el contrario, está a favor de una experiencia perturbadora puesta en la que repulsión y atracción, miedo y deseo, dolor y placer, rechazo y complicidad que se mezclan y se confunden.

En este sentido, el cuerpo adquiere el máximo relieve, el acento está situado sobre la amenaza que compromete su integridad, sea mediante penetraciones, desmembraciones, disecciones, o mediante prótesis, extensiones e interfaces. Lo real irrumpe y sacude, junto con la dimensión antropológica y los dispositivos tecnológicos y económicos, que hacen más patente una realidad que pulveriza lo aparentemente sólido.

El lugar de este realismo se da entre la persona —despersonalizada, hecha mero cuerpo— y la mercancía, que asumen un significado opuesto al cuerpo virtual; el cual es poseído y diseminado convirtiéndose en objeto irreducible a la dimensión imaginaria y simbólica.

Lo que caracteriza esta realidad fotográfica es el proceso de alienación y enajenación que constituye el motor de nuestra contemporaneidad, y que reclama ser traspasada. De ahí el carácter experimental de estas experiencias que se rehacen en la categoría del realismo. Tal vez, ésta pueda ser señalado como algo poshumano, traumático o psicótico. No obstante, la voluntad y la idea de proporcionar una exhibición de lo real aparece, contradictoriamente, pobre tecnológicamente y, a la vez, muy rica en contenido. Esto lo podemos interpretar como miseria y deterioro extremo.

El realismo, en esta exposición, tiene la pretensión de mostrar lo que existe sin ninguna mediación teórica. Lo real privado de toda mediación conceptual, una existencia despojada de esencia, una realidad desprovista de ideal e idea, un ser absolutamente despojado de todo pensamiento y sentimiento.

Pues, lo que existe es algo opaco, algo que permanece cerrado a la reflexión e impermeable al razonar; lo que existe se alza solitario e inaccesible, inhabitable e intransitable. Se yergue como una pared desnuda y sin agarraderos, es solo un muro liso e inaccesible. Una otra cosa apartada que ha sido fotografiada,

En «Ellas ¿nosotras», las interpretaciones no son ajenas al lenguaje ni se resisten a la simbolización, por la presente oposición entre presencia y ausencia. El encuentro con lo real genera angustia y trauma. Pues frente a lo real, todas las palabras y las categorías pierden importancia y solo queda la fotografía de Azalia Licón, Ineles Di Donna, Aglaia Berlutti y María Losada como interpretaciones de una realidad.



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Obed Delfín


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