Del país profundo: Del viejo y el nuevo San Francisco de Maturín

Los testimonios que siguen corresponden a los sentimientos más profundos de seres sorprendidos por los flechadores que una vez decidieron dejar bajo las aguas a un pueblo entero. La muerte anticipada a la muerte. Fue eso lo que trató de fijar en un reportaje fotográfico de los años ochenta Rafael Salvatore después de acumular cientos de negativos en blanco y negro sobre la esencia de la vida entre los habitantes de un lugar del estado Monagas llamado San Francisco de Maturín, donde los ricos se enriquecieron más y los pobres aumentaron su pobreza. Se impuso una sola y arbitraria decisión de gobierno, la del hundimiento de la población al represar las aguas del río Guarapiche en la magnitud de un desastre.

San Francisco no era un pueblo cualquiera, “ha sido uno de los crisoles de la nacionalidad venezolana forjada desde un principio con hierro, con fuego, con violencia sobre los pueblos naturales” llegó a asegurar el estudioso de la etnografía antigua Jean Marc Cellier de Civrieux. Su fundación por los capuchinos aragoneses data de 1714, cuando no existía la ciudad de Maturín ni el propio estado Monagas y toda esta zona del río Guarapiche era una arteria de peligro para los colonizadores españoles asentados en Cumaná, porque estaba en manos de los Caribes que viajaban desde este río por todo el arco de las Antillas, desde Martinica hasta Guadalupe. Era el pueblo de los Caribes, de los grandes navegantes que junto a los arawacos dominaban la navegación de las Antillas, atravesando el Delta del Orinoco y volviendo a este Guarapiche tan apetecido para compartir con los Chaimas la misma rebelión en un espacio privilegiado por la naturaleza. Fue el primer centro ganadero de oriente, antes de fundarse la misión del Ángel Custodio de Caripe. San Francisco prácticamente era la capital de esa región por ser una encrucijada comercial. Casi 300 años de historia del pueblo más importante después de Cumaná en la época de la colonia fueron ignorados al tomar la decisión de destruirlo. Sus ruinas quedaron sumergidas bajo las aguas del embalse El Guamo, al norte del Estado Monagas. Comenzaba la década de los ochenta y era Presidente de la República Carlos Andrés Pérez.

LA URNA DE BRÍGIDO MOREY

“Todo el mundo sabía que el agua iba a tapar a los muertos y a mucha gente le pagaron por los familiares que estaban sepultados allí en San Francisco, pero a mí no me pagaron nada. La gente que se metió entre las aguas y el cementerio llevaban urnas, cajas, bolsas plásticas, lo que encontraran para meter esos muertos cuando vieron que toda la tierra se inundaba. Mucha gente sacó los restos de su familia enterrada allí y los llevaron a la iglesia, otros se fueron con los muertos bien lejos, unos para Naguanagua, otros para Aragua de Maturín, porque aquí el gobierno pagó por los muertos que desenterraron, pero también quedaron muchos muertos en el centro de las aguas. No se pudieron sacar porque esas aguas entraron muy rápido. Yo solo saqué al papá mío. Yo cargaba una urnita, era una urnita pequeña donde cabían los restos de mi papá que tenía veinte años de muerto. Yo me fui solito a la tumba de mi papá cuando vi que el agua venía y lo que encontré fueron los huesos de él. Encontré la cabeza, la rodilla, los brazos, que fue lo primero que llegué a ver, y así fui encontrando todos sus huesos blanquitos y completos, entonces los saqué de ese lugar cuando el agua estaba llegando y salí a buscar dónde enterrarlos de nuevo…”

NIEVES MOSQUEDA, PARA SERVIRLE

“Mi nombre es Nieves Mosqueda, para servirle. Yo tocaba el bandolín y el cuatro en tiempos de fiesta de este pueblo, pero había otros músicos, el señor Roberto Velásquez, Cruz Velásquez, Manuel Velásquez, José Calzadilla, ellos tocaban violín y bandolín. Yo tocaba joropo corrido, estribillo, golpe de arpa, todo lo de antes lo tocaba yo. Fue una época muy bella y había cantadores de cruz, tocadores de acordeón. Se bailaba joropo. Buenos tiempos aquellos, especialmente en la pascua, que se tocaba cacho, tambor de palo, maracas, esas eran las grandes parrandas de San Francisco. Aquí venía gente de El Rincón a tocar carrizos, porque a este pueblo llegaban muchas parrandas, parrandas de diablos, parrandas de sebucanes, parrandas de toro, gente con banderas. Este era un pueblo alegre. Yo era músico, sí señor, digo era, porque con tanta tragedia yo ya me olvidé de la música. Yo trabajaba la agricultura, pero esto ya no es de uno, esto pasó a ser zona del gobierno y se prohibió la siembra, ahora no tenemos que sembrar ni de que trabajar. Estoy rogando a Dios que no me tumben mi casita, porque está a la salida del pueblo. Yo le he dicho al gobierno que no tengo para donde irme ¡Quiera Dios que aquí no llegue el agua de la represa! ¡Quiera Dios que no me molesten más! He pensado mucho en mi papá Sebastián Calzadilla y en mi mamá Evangelista de Mosqueda y siento una culpa muy grande. Ellos están sepultados en esta tierra y yo estoy dolido porque no tuve tiempo de sacarlos del cementerio, allí se quedaron ellos debajo de esas aguas..”

ROSA SERRA, LA MUJER DE LOS SANTOS

“Juan Bautista Tillero era el abuelo mío, era el que organizaba las fiestas de San Francisco. Aquí se murió él y después murió mi papá en el año cuarenta. Aquí lo enterraron. Lo santos más buscados por la gente para ofrecer una promesa eran San Francisco y otro santo de palo, un Santo Domingo que había aquí, pero un día vino un cura comprando un santo y le vendieron a ese Santo Domingo. A los santos los vestía la madre de mi esposo. Justa Tillero, Juanita Flemont, Chucho Acevedo también se encargaron de los santos después que murió mi abuelo. Aquí había corridas de toros y había coronas que debían agarrar los jinetes montados en sus caballos que llegaban de todas partes para apostar en las competencias. Esto era una fiesta de toros en las calles el 4 de octubre que era el día principal del pueblo, ese era el día del santo patrón y las fiestas que empezaban el 4 de octubre terminaban el día 7. Mi abuelo era muy rígido, muy organizado y obligaba a que las mujeres fueran en una fila y los hombres en otra. Había respeto pues. Existía la hermandad del Corazón de Jesús y la Hermandad de la Virgen María. Se bailaba con música de violín y venían muchos músicos de Caicara. A las cuatro de la madrugada se sentía la música. Ese San Francisco era muy milagroso, pero eso era antes, porque ahora fíjese como dejó que acabaran con este pueblo sepultándolo bajo las aguas…”

BENIGNO RIVERO ENTRE LOS MÁGICOS

“Aquí se trabajaba la agricultura, conucos de caraota y de maíz, sembradíos de tabaco y de caña, todo ese quedó bajo las aguas, era la pura caña. Todos estos cerros estaban llenos de ganado y de todo tipo de animal. Había haciendas grandes que tenían hasta alambiques. Una llamada El Estribo era de café y otra llamada La Sabaneta era de caña. Había muchas haciendas que eran la vida de este pueblo, especialmente cuando cortaban zafra, pero entraron a hacer esta represa y esto se acabó, le echaron agua a este pueblo y nos botaron. Yo trabajé aquí en la hacienda más grande y después me metí a hacer conuco como todo el mundo. La mayor parte de la gente que sacaron de aquí está en un lugar llamado El Rincón, pero la gente tendrá que salirse de allí con su familia porque no hay donde hacer conuco. A eso el gobierno le puso el nombre de Nuevo San Francisco y allí esa pobre gente está viviendo amontonada, unos contra otros, en unas casas enzanjonadas y no encuentran que hacer porque no tienen terreno para sembrar y comer, el terreno que tenían se los quitó el gobierno para hacer la represa…”

“…Yo lo que aprendí fue a limpiar la tierra y a sembrar mata y esa es la ayuda mía, ahora no tengo mata que sembrar y tengo que irme de aquí quién sabe dónde. Saldré a buscar por este mundo donde hacer un arado porque aquí ya no hay vida. Aquí yo conocí a Antonio Rangel y a Antonio Vera que eran curanderos, ellos sabían, santiguaban y había mujeres que ensalmaban cuando uno tenía un dolor. Aquí nada menos estaba una señora que aprendió de Manuel Díaz, trabajaba con una navajita preparada y ensalmaba y espantaba a los espíritus malos que asombran a uno, pero esa represa lo echó a perder todo, porque los pudientes entregaron esto y aquí nadie se paró en guardia. Aquí vino Carlos Andrés Pérez cuando era candidato presidencial y dijo a boca llena que si él quedaba mandando no iban a hacer la represa, pero quedó de Presidente y la represa la hicieron para acabar con este pueblo…”

“…Cuando yo estaba pequeñito yo oía en la iglesia que había unos mágicos. Los españoles que llegaron a hacer la iglesia ponían a trabajar a los mágicos. Se decía que San Francisco se iba a perder, que esto iba a ser un brazo de mar. Se estaban preparando los trabajos de la iglesia y encontraron una serpiente. Cuando descubrieron a los mágicos con esa serpiente agarraron a un ayudante y lo hicieron preso para que dijera que era lo que querían hacer con esa serpiente. Ellos querían traer el agua del alto de la laguna de Ipure para soltarla. Ipure queda en los altos y dicen que esa laguna se formó con una muchacha ahogada allí porque había un encantamiento. Había una culebra, la rajaron y encontraron a la muchachita enterita, era una encantada que estaba vuelta culebra. Partieron por la mitad a la culebra y se llevaron a la muchachita muerta, pero esa culebra se volvió a pegar en sus dos partes y se metió de nuevo en la laguna. Desde San Antonio, cerca de aquí se puede ver bien, es la laguna de Ipure, donde hay un corte de eneas…”

San Francisco de Maturin en 1981
Credito: Rafael Salvatore



San Francisco de Maturin. 1981
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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