Del país profundo: Los milagros de San Antonio en Sanare y los hablantes del Tamunangue

Se llamaba Federico Castillo aquel anciano del liquiliqui y el pelo blanquísimo escondido en su fino sombrero. Había nacido en el año de 1904 en Las Filas de El Tigre y un día de junio me indujo a conocer las propiedades del chimó (herencia indígena que incluso sirve para herir a los malos espíritus y sanar en casos de envenenamientos y de ensalmes). Nunca lo vi lejos de las dos grandes reliquias que le permitían disfrutar el aroma de su vicio, una cajeta de chimó y la pajuela, elaboradas ambas con cuerno de res. Tiempo más tarde llegué a saber que en Lara también se denominan chimoera y congola, cuando son de lujo y que el chimó además de contener extracto de tabaco, bicarbonato y papelón se puede aliñar con cocuy, vainilla y hasta sarrapia, bien sea chimó dulce, manso o bravo, para diferenciarlos del chimó bruto o crudo.

Entre las particularidades del lenguaje oral y del gran patrimonio de la comunidad de Sanare, disfruté de este encuentro con Federico Castillo, buen comedor de chimó, y quien llegó a explicarme la manera de obtener el jugo del tabaco cocido, pero mi interés de la conversación era otro: saber más de San Antonio y el tamunangue. Desde muy joven él fue devoto del santo y “bailador de negro”, como denominaban entonces a los danzantes, además de cantador de salves y veloriero. Fe y necesidad era lo único que tenía cuando le pidió ayuda al santo para terminar su casita, porque supo que hacía milagros, y le cumplió. Desde aquel momento y en la misma vivienda empezó a hacerle su velorio el día de víspera de la fiesta, celebrada cada 13 de junio.

“Hay varios tiempos de cantos de velorio, el tono es un tipo, el recitado es otro y uno que ya no se canta que es el rondamente y dice así: Rondamente soy señora/Virgen madre de Jesús/ y te llamamos de los cielos/rondamente San Antonio… Lo que nunca pude aprender a cantar fue la amable, que son canturías muy altas, yo nunca pude aprender la entonación, esa amable es corta de palabra, pero con una entonación muy especial, es un lamento muy lindo. Hoy día no lo cantan. Usted ve pues, que para San Antonio hay velorio, hay tamunangue y hay la misa, que la puede hacer en la iglesia, en la calle o en la casa, ¡donde quiera hacerla la hace!, así, sabiendo con el tiempo, yo he llegado a ser Capitán del Tamunangue, Segundo Capitán he sido y a mí me ha tocado andar dirigiendo a la gente, poniendo orden a lo que está mal hecho, eso es lo que hago yo, porque el tamunangue depende de San Antonio que conquistó a los moros con baile y tambor, bailando tamunangue y tocándole el tambor, así fue y eso está en la historia.”

La fuerza de seducción del tamunangue me empujó hacia su origen remoto en un bendecido eje del estado Lara, Sanare y sus alrededores. Allí constaté sus secretos y sus poderes, la condición sagrada y atávica del culto a San Antonio. Era el año 1981, y ya había observado con menos tiempo distintas interpretaciones de la celebración en otros lugares como Curarigua, El Tocuyo y Barquisimeto, pero en Sanare, aquel mes de junio, cuando participé de la “fiesta de negros” que seguía transmitiéndose de generación en generación, encontré a flor de tierra sucesos remarcables, que más allá de la voz de Federico Castillo, expongo también a través de los testimonios de Ramón Mateo Goyo, Estanislao Cortés y el gran León Rojas, conductor del grupo hermanos Rojas. Allí verdaderamente viví la experiencia prístina que sigo recordando como un tamunangue sin igual, acompañado en este viaje al campo de la estudiosa del tema y hermana de años Norma González y del fotógrafo amigo Rafael Salvatore.

ESTANISLAO CORTÉZ, EL HOMBRE QUE JUGO BATALLA CON EL DIABLO.

“El Capitán Mayor de aquí de Sanare era Misael Lucena y me escogió a mí para acompañarlo, así estuve hasta que me nombró Segundo Capitán. Han pasado 30 años desde que yo fui nombrado Segundo Capitán, y después que murió Misael Lucena yo quedé entonces como Capitán Mayor del tamunangue. Siendo yo Capitán Mayor, en el mes de abril empiezo a recoger dinero para prepararle la fiesta a San Antonio que es el abogado de los pobres, por eso empiezo por recoger primero entre los pobres alrededor del pueblo y después sigo recogiendo entre los ricos y los que tienen negocios.

La fiesta empieza el día 11 que es la antevíspera, ese día son los ensayos de tamunangue, el día siguiente que es la víspera, el 12 salimos a la calle y el día 13, el propio día de San Antonio también salimos a la calle comenzando con fuegos artificiales y un tamunangue en la madrugada que es el rompimiento, se rompe el día con un tamunangue en honor al santo. Todo ese santo día es golpe de tamunangue, cantos y promesas de casa en casa, misa, procesión y se cierra con el toro candela que está hecho de madera y fuegos artificiales, esa es la diversión, echar a correr el toro candela por las calles del pueblo. Aquí en Sanare hay 2 tamunangues, el de Barrio Arriba y el de Barrio Abajo, yo soy el Capitán de Barrio Arriba y tengo un Segundo Capitán que es Bernabé Alvarado.

Yo soy devoto de San Antonio porque mi mamá me largó a mí en la calle, a los pies de una puerta me dio a luz a mí, y con tal de que me lograra, de que me estirara, de que viviera, ella le ofreció una promesa a San Antonio, ella me ofreció a San Antonio y yo le estoy cumpliendo. El tamunangue se lo hago a San Antonio en la calle misma donde nací, porque yo soy de la calle y en la calle tengo que estar.

San Antonio es bellaco y castiga. Ese es un santo muy milagroso y muy cobrón. A mí me cobró porque dije unas malas palabras un día que yo estaba dispuesto a jugar batalla y dije ¡San Antonio, si con el diablo viene con el diablo juego!, fue entonces cuando me salió un hombre que quiso jugar batalla conmigo y yo no supe quien era mientras estaba jugando, le dimos la vuelta a la plaza jugando, empezamos a jugar a las 4 de la madrugada y todavía a las 5 jugando batalla con aquel hombre que yo no conocía, y lo extraño de todo aquello es que la iglesia estaba cerrada, hasta que llegó un momento en que se abren las puertas de la iglesia y yo entro a hacerle la venia a San Antonio, a rendirle armas. Después yo fui a un centro espiritista extrañado por todo aquello y supe que fue una Reina devota de San Antonio la que me abrió las puertas y que ese hombre que jugó batalla conmigo no era un hombre vivo, era el diablo y por eso no lo conocía.”

LA VARA BENDECIDA DE RAMON MATEO GOYO.

“Mi mamá le había ofrecido una promesa a San Antonio cuando yo estaba chiquito, era una enfermedad que tenía en un pie, y según esa promesa, yo debía ir a misa estando pequeño y cuando llegara a grande, el día de San Antonio yo tenía que ir a recibir al santo a la puerta de la iglesia y sacarlo en batalla y entregarlo a la guardia otra vez, si señor, eso lo vengo haciendo desde que tengo 18 años y eso lo hago hasta que San Antonio me mantenga con vida.

Aprendí a jugar batalla con un señor llamado Carrillo que era un hombre muy trabajador, yo me le aparecía por donde estaban las cosechas de caraotas y arvejas, y así, viéndolo a él yo llegué a ser su obrero, él me puso cariño a mí y yo también lo apreciaba mucho a él. Con el tiempo llegué a conocer al maestro de él aquí en Bojó, se llamaba Desiderio Guédez, y como a la gente le gustaba eso de la batalla, lo buscaban a él para la enseñanza, el era un hombre muy sencillo ¡como un padre de uno pues!, y con el tiempo me fue enseñando y yo jugaba con él, de él aprendí el juego de la batalla y también aprendí el juego de riña que es diferente, porque ese juego de riña es para defenderse uno de un tipo bravo que pueda atacar a uno con un cuchillo o un machete.

Yo he enseñado a varios a jugar batalla, porque eso hay que aprenderlo, tiene muchos secretos, aunque unos jueguen de una manera y otros de otra, a eso hay que dedicarle mucho tiempo para aprender bien. En el juego de batalla para mí nunca ha habido ni ganador ni perdedor, yo te tenido suerte de salir bien, gracias a Dios tengo capacidad. Hay que tener muy buena vista, muy buenas piernas, muy buen sostenimiento para que el juicio no se le tape a uno, por eso hay que estar concentrado. Cuando se está jugando batalla se puede llegar a actuar mal, se puede llegar a zumbar tiros que no son de batalla, tiros de riña y hay que tener cuidado con eso.

Hay que aprender bien a hacerle el saludo al santo que es el comienzo de la batalla. Cada vez que yo voy a empezar una batalla, yo le hago la venia al santo y empezamos, se completa esa batalla y de nuevo hay que ponerse ante el santo y hacer el desarme que es cuando termina, uno se arrodilla ante San Antonio y le entrega las varas de batalla. Esa vara que yo tengo siempre ha estado conmigo, yo la hice de una madera llamada jebe de matica, una vara bonita que corté y la dejé secar un tiempo, la pasé por la candela, le quité la concha, le unté aceite y la organicé con su empate de hilo y sus florecitas, y esa vara tiene una virtud, porque el Santo Obispo quiso que jugáramos una batalla el día de San Antonio y nos dio la bendición. Esa vara está bendecida y para mí es una fortuna.”

LO QUE ME DIJO LEÓN ROJAS.

“José San Juan Rojas murió a los 32 años, lo mataron en el camino de Sanare. Fue en 1920 y lo mataron vigiao, porque le tenían envidia, lo fueron llevando y lo convidaron a echarse unos palitos, fue un cuñado de él llamado Guillermo, pero él no creía que lo iban a matar. Eran 3 hombres y el estaba indefenso, iba en su yegua y los otros iban en sus caballos también, pero atrás iba uno que llevaba un carretón y le dio media botella de ese cocuy que llaman 56, -toma Juan, échate un palo- le dijeron y en ese momento le dieron el golpe y cayó al suelo, allí le clavaron el puñal y lo mataron; me dejó huérfano a los 4 años, porque yo había nacido en 1916, nosotros éramos 3 varones y 5 hembras y a todos nos terminó de criar mi mamá que se llamaba Hermenegilda Guédez.

A los 32 años mataron a mi papá de pura envidia, él era poeta, compositor, un músico completo, él cantaba muy bien, era el mejor en los tamunangues y en todo, el era devoto de San Antonio. Todavía recuerdo los instrumentos que tenía, todos eran hechos por Monterola, los cuatro y los cinco. Fíjese usted, este cinco que tengo yo es de 1898 y me ha acompañado toda la vida, por eso no lo cambio por nada, porque es el recuerdo de mi papá José San Juan Rojas y no tiene precio.

Esta hacienda donde estamos hablando se llama finca Las Mercedes, como la señora mía que tiene 10 años de muerta y aquí se siembra de todo, maíz, caraota, quinchoncho y una vez sembré papa, pero no me sirvió, porque en el terreno la papa cría mucha palomilla, entonces ahora lo que siembro más es puro café y esto se lo debo a San Antonio, porque antes yo vivía en La Quebradita, una zona muy peligrosa que tiene una quebrada muy honda que llaman La Quebrada del Bajío. Yo deseaba mucho ponerme en una finca en Caspo que es este lugar y le ofrecí un tamunangue a San Antonio con tal que me pusiera en la finca de Los Tovar en Caspo para dejar aquella quebrada tan peligrosa y arrimarme más a Sanare. Al otro día de ofrecer esa promesa me mandaron a buscar para hacerme el negocio de la finca, me mandó a buscar la señora Octavia y me propuso venderme la finca, y que se la recibiera a medias por unos años, hasta que terminara de arreglar a todos los hijos para vendérmela por completo. La tuve 11 años a media con aquella señora, hasta que me la entregó por completo, y fue cuando le pagué la promesa a San Antonio, bien pagada con un tamunangue.

Nosotros teníamos un San Antonio muy milagroso y por esos rumbos había mucho peligro. De Caspo para acá, una señora llamada Carmen, hermana de Panchita Pérez, halló ese muñequito en la pata de un bucare, hasta que una vez le hicieron un velorio en Caspito, porque había muchos devotos de ese San Antonio que venía haciendo milagros, pero esa gente era muy rasquera, entonces a San Antonio no le gustó esa gente rascá y se fue, se les perdió y dejó el puro nicho, el altar pues, y todos se asustaron y salieron a buscarlo por esos caminos, hasta que lo encontraron en Caspo, en la casa de una señora que también era devota de él, ahí estaba en una alacenita y esa gente se aquietó, pero tiempo después dejo el nicho y se vino para un sitio que llaman El Campito, hasta que hubo que salir a buscar un padre para que lo bendijera y desde allí no se volvió a ir más, porque ese padre le puso una cinta de oro por toda la mitad. Ese San Antonio tiene muchos milagros.

A San Antonio se le pagan los milagros con el tamunangue que nosotros mismos capitaneamos, pero cuando llegamos a Sanare, quien nos representa como Capitán Mayor de San Antonio es Estanislao Cortéz. Siempre ha existido aquí esa relación entre San Antonio y El Tamunangue que es una cosa serena, seria. Allí los instrumentos de cuerda tienen que ir en pareja, por cada cinco un cuatro y se llegan a completar hasta 10, además de 2 tambores y el palo del palero que es de vera. Tamunangue es tanto la promesa como la música, el canto, el baile y la fiesta de San Antonio. Nosotros somos el conjunto de los Hermanos Rojas. Yo empecé a cantar dese los 7 años, me ponía al ladito de un señor llamado Jesús Villegas, con ese aprendí yo y después lo ayudé a cantar en un conjunto de una gente llamada los Vergara.

La fiesta de San Antonio aquí comienza a celebrarse un día antes del 13 de junio, en víspera pues, eso es lo que llaman el rompimiento. La historia dice que el tamunangue se canta con 7 sones, el primero la batalla, y después le siguen la juruminga, el seis corrío, el poco a poco, la bella, la perrendenga, el galerón, pero aquí en Sanare se agrega 1 que es la bella doble, y que es compuesta por la historia de San Antonio, esa la buscamos en un cuaderno que dejó mi papá escrito en 1911, allí estaban de su puño y letra 38 tonos con 38 décimas y toda la explicación de lo que es el tamunangue. Me acuerdo yo que en ese escrito decía: Los negros de San Antonio/debemos de acostumbrar/ después de los sietes sones/ los goces para encerrar, porque la fiesta de San Antonio se comienza aquí con una salve y se termina con los goces.”

Foto superior a la izquierda Federico Castillo con su cajeta de chimó y a la derecha Ramón Mateo Goyo. Foto inferior, el músico León Rojas
Credito: Rafael Salvatore





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Benito Irady

Escritor y estudioso de las tradiciones populares. Actualmente representa a Venezuela ante la Convención de la UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial y preside la Fundación Centro de la Diversidad Cultural con sede en Caracas.

 irady.j@gmail.com

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