Crónica de un Sarao de la Resistencia


El Cibao era territorio del cacique Canoabo, esposo de Anacaona. El arribo de los españoles significó un tributo trimestral en oro dispuesto por el mismísimo Almirante. La moneda en la Europa de entonces, que buscaba mercados, se acuñaba en oro y plata. La soldadesca que dejaría Cristóforo Colombo, mientras regresa a rendir cuentas a los Reyes Católicos sobre su primera incursión, daría rienda suelta a sus perversiones y crueldades. Porque lo que inicialmente fue un pacífico recibimiento y ayuda a una nao encallada, que hizo escribir al Almirante: en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra, pronto se transformó en esclavitud, prisioneros, muertes, saqueo, ultraje y el invento permanente de unos alzados so pretexto de someterlos.
“Canoabo concibió el proyecto de confederar a todos los caciques de la isla en una acción común contra el invasor” (Oliva, 1976). Alonso de Ojeda era el jefe máximo del fuerte de Cibao. En una treta de paz, que incluyó ponerse de rodillas ante el cacique, Ojeda, con nueve soldados a caballo, logra apresar a Canoabo, con esposas camuflajeadas. El digno cacique muere ahogado cargando cadenas luego que un barco, rumbo a Castilla, fuese destrozado por una tormenta.
Anacaona, y su hermano, también jefe, Behechio, se retiraron a las tierras de la región de Xaraguá. El destino de la mayoría de los caciques resultó fatal. Nicolás de Ovando al ser nombrado gobernador de La Española emprende su visita a los dominios de los hermanos caciques. Un areito de 300 doncellas con manjares y la hospitalidad del caney reciben al gobernador. La matanza respondió a un plan previo de Ovando. “Todo quedó con la sádica sentencia: colgar, por honra, el bello cuerpo de la cacica a los tres meses de haberla obligado a contemplar, presa y maniatada, cómo quemaban vivos a todos los señores de su corte” (Oliva, 1976).
Es esta la herencia que nos ha hecho bailar, El Cartero del Caribe, Catalino Tite Curet Alonso, en la voz de José Ángel Feliciano Vega, Cheo Feliciano. El vibráfono se apodera de nuestra nostalgia y parece señalarnos aquellos tiempos ancestrales. Las pailas nos convocan al sarao de la resistencia. Hemos bailado esa pieza entre el recuerdo y la alegría. Todavía tímidos para atrapar la memoria de siempre. Todos, de una u otra manera, pertenecemos a ese montuno. Es el sarao de nostalgia y arrechera; herencia y futuro.
Anacaona india de raza cautiva.
Anacaona de la región primitiva.
Anacaona oí tu voz como lloró, cuando gimió.
Anacaona oí la voz de tu angustiado corazón.
Tú libertad nunca llegó.
Pero la crónica no deja de soltarnos la tristeza. “..Anacaona.., en idioma taíno...significa Flor de oro”. Las montañas de nuestra dolida Haití la evocaran como herencia de la más digna y bella resistencia. En aquellas celebraciones de las fiestas de la hermandad, en bailes cantados, los Areitos, Anacaona recitaría sus versos. Los zamis serían convocados en los poemas de la cacica. Las voces, entre las vírgenes montañas, de la Española, gobernada por Nicolás de Ovando, hablarían de la llegada de sesenta hombres a caballo y no menos de 300 peones, en nombre de Castilla. La bienvenida se realizaría entre lo lúdico y los cantos; entre bailes y sabrosas comidas con casabe. La respuesta de los invasores españoles sería fuego y espada; muerte y saqueo: violación y exterminio. Anacaona, sería conducida a Santo Domingo. No en vano la pieza del Tite Curet nos dice:
Oye, según la historia lo cuenta dicen que fue a la cañona, Anacaona.
La tribu entera la llora porque fue buena negrona, Anacaona.
Y recordando, recordando lo que pasó, la tribu, la tribu ya se enfogona..
Larry Harlow deja caer suavemente sus manos en un piano de memoria eterna.“Haití contaba con una población de medio millón de habitantes. En los primeros 20 años de invasión española, fueron exterminados más de 400 mil..” (Radialistas Apasionadas. Radioclip 20). Cada vez que bailemos al ritmo del Tite Curet sabremos, con contundente memoria, que nuestras fiestas significan un sarao de la resistencia.



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Efraín Valenzuela

Católico, comunista, bolivariano y chavista. Caraqueño de la parroquia 23 de Enero, donde desde pequeño anduvo metido en peos. Especializado en Legislación Cultural, Cultura Festiva, Municipio y Cultura y Religiosidad Popular.

 efrainvalentutor@gmail.com

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