Tascón y la Tristeza

Luis Tascón no es un genio político; mucho menos un maestro en el arte de la prudencia. Como escaparate al hombro, se echó encima una enorme lista negra que el no escribió. Después de Chávez es tal vez el hombre más detestado por la vieja clase media. Ahora se le ocurre decir que los dineros de la nación no son un asunto interno del PSUV, antes, para más INRI, de insinuar su candidatura para un cargo de dirección municipal, sin la bendición de Jorge Rodríguez y sus compañeros fundacionales. El pobre Luis, uno de los cuatro cinco diputados de la AN que merece llamarse tal, fue también el protagonista de un hecho muy significativo de nuestra historia reciente, el cual sin duda constituyó un punto de inflexión en los albores del marasmo en que nos encontramos.

Con asombro pudimos ver hace pocos días como el Presidente, en diálogo televisivo con su creador, se preguntaba sobre la ausencia de Dossier en la programación VTV. ¡Qué buen chiste! Antes del PSUV ya habían excluido a Walter Martínez sólo por quejarse en público de una situación generalizada, ni siquiera por denunciar a ningún burócrata sombrío con nombre y apellido. Sendas humillaciones, y en horario estelar, recibieron, por parte del presidente, Mario Silva y el legislador tachirense por insinuar con timidez que eliminar a Dossier, el mejor programa de información y análisis de Venezuela era “quizás un error”.

Pero bajo el caso Tascón, esta lógica siniestra de los errores tristes comienza a develarse. El estado de languidez de la situación actual no viene del 2 de diciembre. La “derrota” de la Reforma es un efecto de esa lógica deprimente de anulación de las fuerzas creativas de la sociedad. No se puede subsumir a toda la inteligencia revolucionaria ni en la burocracia ni en la marginalización sin que el fracaso y el marasmo sean las primeras consecuencias. Hay muchas mentes fecundas vegetando en una oficina, hay colectivos políticos que sólo les ha quedado ser espectadores de televisión, hay redes sociales que se desgastan en la inercia de cualquier propósito efímero del Estado. Todos sumergidos en un mar de frustración esperando por el rescate de la mano suprema del Presidente. La pasividad social se ha vuelto casi absoluta, los sueños individuales vuelven a tener visos de escapismo, las acciones colectivas se truncan en la indiferencia de una burocracia arrogante e inútil. El bolivarianismo ha dejado de integrar elementos nuevos y se conforma peligrosamente con los que ya tiene. La superficie de este mal la apreciamos en los que algunos han denominado “la nueva clase política”, entiéndase los nuevos adecos, quienes parecen ser verdaderamente los dueños del poder político y los administradores de una economía salvaje y destructiva. A veces cabe incluso la sospecha de que esta nueva “clase” manda más que el mismo Miraflores. Ellos son –así nos dicen– el poder popular vuelto aparato y razón de Estado.

Entre otros sujetos menos públicos, Diosdado Cabello, Cilia Flores y Jorge Rodríguez, el nuevo CEN del PSUV, se sienten como el dedo de Dios. Quién iba a pensar que semejantes figuras grises, desprovistas de cualquier ingenio propio, lograrían asimilar con inusitada astucia el cinismo del orden mundial actual a la esencia de la “verdadera izquierda”. Ellos se han vuelto, de improviso, genios en las síntesis de los contrarios. Hay muchas formas de ser un canalla, esta gente las conoce todas. Sin embargo, de los modos de ruindad política, la peor es sin duda la estrategia de la tristeza que consiste en llenar de impotencia a toda fuerza vital que atente contra el status quo de la mediocridad vigente.

Según esta estrategia el pueblo se debe sentir tovmado en cuenta a la vez que se le dice que es incapaz. Se debe sentir que tiene poder pero que prescinde de toda autonomía y que no otro sino aquél es el fin último de todo esfuerzo siempre y cuando los beneficiados sean otros. La novísima declaración de Cabello muestra muy bien este mecanismo degenerado: “Chavez es el rey del ajedrez y el PSUV su reina”. Nos imaginamos que la oscura nomenclatura bajo las faldas de “la reina” y la nueva burguesía ocuparan entonces los puestos de los alfiles, los caballos y las torres. Por supuesto, para el pueblo sólo quedarán, como antaño, los peones. Por ejemplo, dado que esta gente juega un ajedrez celestial con los dioses, debemos entender así la indignación de Nicolás Maduro ante las pintas de la Coordinadora Simón Bolívar a la Embajada de España, pues con su juego de chapitas “vandálico” ponen “en peligro la imagen de la revolución”; la CSB haría mejor en llenar de graffitis los muros de nuestra Cancillería. Como todos somos unos necios –y hasta chusma– según estas mentes iluminadas que se la dan de vanguardia mientras que “autoexcluyen” a todo el mundo por no entender el exquisito juego de ajedrez de la alta política, deberíamos estar además de callados, para no molestar, agradecidos y alegres por los favores recibidos. Para ellos el bolivarianismo es el adequismo por otros medios y su forma de convencimiento es la desmovilización total que produce la tristeza. Ellos quieren que caigamos en la resignación, pues es la única forma que conciben para mantenerse en el control del Estado. Ellos son el “chavismo sin Chavez”, y ya están en el poder. Ellos son el socialismo sin cambio, la revolución sin creación, la fe sin esperanza, la resignación, la claudicación de la voluntad, la vegetación del alma y el triunfo de los nuevos ricos a costa de la pasividad de un pueblo frustrado.

Ellos son la voz imperante dentro del PSUV que comienza a inventar cerebrados conceptos como el de “hiperdemocracia” (¡uff!), para callarle la boca a cualquiera que más o menos tenga un criterio sobre las cosas. Por ejemplo si alguien afirma: ¡hay que debatir sobre el camarada Tascón!, entonces, algún delegaducho le dirá: ¡no hay tiempo, compañeros, para discusiones inútiles, no podemos caer en la hiperdemocracia que sólo beneficia al enemigo!” Da la impresión que más que “delegados” lo que se busca con este partido son “relegados” a ser funcionarios públicos que digan incondicionalmente Sí a cualquier propuesta gubernamental y que se pongan en su lugar antes las brillantes filípicas de La Hojilla. Si seguimos así las victorias pírricas serán las de la revolución. Hasta ahora el origen del partido único ha sido muy triste como triste han sido los últimos dos años de marasmo, ineptitud y cobardía de nuestra política. La derecha opera ante todo entristeciendo a las masas por el miedo, por la impotencia, por el cinismo. La izquierda entristecedora es la peor forma de derecha.

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Erik Del Bufalo

Profesor de filosofía, textor, crítico sociocultural. "No me escuchen a mí, escuchen al logos."

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