La calle grita desesperación

En la calle está la realidad mostrando, cruelmente, la profunda distancia entre un proceso político macilentamente transformador, difícil en su esencia, emboscado afuera y adentro, contradictorio porque es inexplicable cómo siendo un país valioso en historia, con sorprendentes recursos naturales renovables y no renovables, hoy sufrimos una crisis predecible pero injustificable. Por donde "metes las narices" hay un caos de servicios públicos, deshonesto en la prestación y administración de esos servicios, porque la corrupción y negligencia parecieran mellizas ancladas en la conciencia colectiva e individual, orgánica e inorgánica.

Fuera de las confortables oficinas con poltronas y aire acondicionado, de los cuarteles con la obediencia y línea de mando inquebrantables, de la mayoría de las alcaldías y gobernaciones actuando epilépticamente, con un plan de la patria extraordinario en visión pero parecido a un jarrón chino, nos encontramos con una economía asfixiada por los contrabandistas embutidos en la cadena de importación y comercialización de productos de primera y segunda necesidad, una hiperinflación enloquecedora, empresarios "chulos " y traidores. Acorralados por sanciones impuestas por el imperialismo gringo para doblar el espinazo de una nación que, pese a todas las contradicciones y críticas, no se baja los pantalones ante nadie ni negocia la Soberanía e Identidad Cultural.

Existe una realidad ruda, demasiada brutal que golpea el estómago, alma y conciencia de las mayorías. Se llega al abrupto de vender la moneda nacional a los ojos de los funcionarios (civiles y militares) responsables de custodiar el bienestar de la población. Los últimos procesos electorales fueron legalmente victoriosos para los que dirigen, desde hace dieciocho años, un concepto de gobierno y sociedad presuntamente diferente al capitalismo, sin embargo, el deterioro de la calidad de vida, el ruido emocional y las señales peligrosas de desencanto, encienden las luces amarillas y alertan en lontananza, la luz roja.

Pero la realidad también evidencia una debilidad de reflexión y acción política crónica por parte de los que formamos la franja social – económica – cultural ubicada en la base de la sociedad. Es decir, el pueblo de pie, el de los horarios de 8am a 12m y 2pm a 6pm, el de la economía informal (buhoneros y, ahora, con los "bachaqueros "como cómplice). También se suma el profesional en el ejercicio libre, el artesano y artista sin renombre, los microempresarios, campesinos y obreros, entre otros.

Continuamos como estatuas de mármol observando en silencio, pero con la procesión por dentro, la incoherencia de una porción de la vanguardia "oficial", atornillada en responsabilidades estratégicas y determinantes para desenredad el peor de los nudos que nos tiene amarrados a una crisis estructural y no coyuntural.

Y ese nudo es la ausencia de una práctica política capaz de detectar y derrotar, en el acto y con argumentos, los vicios y desviaciones recurrentes. Es mínima la participación proactiva, no vengativa ni sectaria, en los órganos locales de participación comunal (Poder Popular). Por otro lado los medios de información al servicio del gobierno no son capaces, todavía, de superar "lo urgente por lo importante" y producir un concepto comunicacional que trascienda en la mente de los receptores. El caso más calamitoso de esta "poliomielitis comunicacional institucional "es Tves...

Aun mantenemos el estigma de culpar "al gobierno" como entidad y a Maduro como individualidad, por esta especie de maldición sistémica que tiene a la población sin un transporte público eficiente, con tarifas especuladoras, hospitales manejados como feudos privados y clientelares, misiones sociales deterioradas por la negligencia y el despilfarro, empresarios tramposos y subsidiados con dólares preferenciales. Alcaldes sin una pizca de honestidad y capacidad gerencial, pero con una docena de camisas rojas para exhibir en cada marcha o mitin que llame "el partido". Hay una desconexión altamente riesgosa de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, que la historia no exonerará cuando se vean los resultados y el tipo de pueblo que fuimos durante esta etapa que atravesamos, casi colgados de un hilo.

Si la Constitución Nacional es taxativa cuando ordena que los órganos del Estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano) emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos, entonces, cuántos años faltan y qué dimensión de la crisis estamos dispuestos a soportar para empezar a ejercer un poder de gobernabilidad con sentido de corresponsabilidad.

La crítica visceral, desmedida y atrofiante de ciertos "aliados" internos sobre el origen y desenvolvimiento de la crisis, aquí y ahora, resulta parcialmente necesaria pero al mismo tiempo terriblemente sanguinaria en tanto en cuento olvidamos que, dentro y fuera del país hay una orden extraterritorial planificada, artera, política-militar-diplomática para guillotinar a sangre y fuego el espíritu de la Constitución y hacer rodar las cabezas de la actual dirigente chavista.

Ser parte de la solución y no solo divulgadores de las siete mil plagas que azotan al país, debiera ser el objetivo elemental en cada organización civil, comunal, militar y religiosa. Refugiarse en las denuncias de nepotismo, torturas, privaciones, chantaje, negligencia, corrupción (…y pare usted contar) y no participar en las actividades puntuales de la comunidad sin llevar un puñal debajo de la manga, es similar al cinismo de la iglesia católica cuando predica el celibato y los diez mandamientos pero, al cerrar las puertas del templo, alcahuetea a los curas y obispos violadores de menores.

Esta crisis exterioriza la indolencia de gobiernos dictatoriales (Juan Vicente Gómez / Marcos Pérez Jiménez) y la hipocresía de los gobernantes "democráticos" (sobre todo los firmantes del Pacto de Fijo, AD y Copey). Ellos hicieron lo imposible por distorsionar la conciencia del pueblo, debilitar el sentido de pertenencia a una Patria y acelerar el despilfarro de la riqueza petrolera. Provocaron, deliberadamente, "crisis de abundancia" ("Dame Dos "), "crisis de arrogancia". Ser los primeros en consumir whisky en América Latina, aunque el licor nacional sea el ron. Creer que éramos un país "rico".

Entiendo que cuando se miran los árboles y no se analiza el bosque cometemos una falta grave para entender y revolucionar la relación espacio-tiempo, realidad - conciencia. El país no es el Gobierno ni Venezuela es compromiso exclusivo del Presidente, ministros, diputados gobernadores y alcaldes. Tampoco el Partido "oficial "es el capitán encubierto de este barco tricolor con más de 500 años de historia post colonial. Igual debe señalarse que ni los empresarios amamantados por el petróleo ni los comerciantes súbditos de las importaciones baratas y precios inflados ni los militares indignos ni la oposición lacaya (la mayoría) ni el servidor público perezoso tienen en el pecho, la marca de CULPABLES.

Debemos ubicar el grado de complicidad aportado por cada venezolano y venezolana para que este periodo cargado de miseria política, social y ética haya arribado con tal ferocidad. Nadie con dos de frente admite una invasión yanqui pero igual se resiste a tolerar estos días de padecimiento y consternación. Quejarse y decir a cada rato que el vecino es el causante de nuestra actual calamidad para nada sirve al momento de suturar las heridas de una sociedad, forjada entre la mediocridad política-partidista y la voracidad colectiva e individual por obtener la mayor cantidad de riqueza, al menor riesgo y tiempo posible.

Hacer una revolución no es un camino de jazmines. Los líderes no son impecables menos perfectos. Muchos han pagado con la vida el error de no haber dirigido, correctamente, el proceso desigual y combinado que exige una transformación verdadera. Nadie en el mundo tiene el "Manual Práctico para Lograr en Tiempo Record una Revolución". Son fuerzas encontradas con intereses ideológicos diferentes, planes económicos clasistas, una actitud singular ante el poder y alianzas geopolíticas imprescindibles. Le cuesta años a una persona cambiar malos hábitos alimenticios, sustituir una costumbre transmitida de generación en generación. Imagínese lo que implica relevar de una sociedad con más de 30 millones de cabezas con nombres y apellidos diferentes, un modelo de pensamiento, de organización social, de sistemas de producción, de modelos culturales con más de un siglo de antigüedad anidado en el inconsciente.

Construir un pueblo-país desde las cenizas con los mismos incendiarios requiere mucho más que fichas nuevas en el tablero del Poder. Menos discursos cargados de emoción, repetitivos y disfuncionales. Ir a la raíz de los problemas y desde allí ir actuar con determinación de hierro para que la nueva sociedad crezca con el mínimo virus posible, no se logra de la noche a la mañana, sin embargo, es una verdad de Perogrullo que perder el sentido de las oportunidades, dejar de tomar decisiones por la presión de intereses grupales, tolerar en exceso la contraofensiva reaccionaria, hacer del aparato gubernamental una fuente de riqueza mal habida, hace evocar aquello de que tanto va el cántaro al agua que al fin se rompe.

Tanto los de arriba como los intermedios y los de abajo, estemos conscientes que la calle grita desesperación.



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Elmer Niño


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