El calvario del gas doméstico

A las cuatro de la madrugada muy temprano y con mucho frio la señora del barrio se apresta en la calle del pueblo a hacer la cola junto a su bombona de gas que la tiene al lado, para inscribirse y poder tener “derecho” a una bombonita de gas doméstico.

En la cola que todos los del pueblo hacen rigurosamente, se oyen los más llamativos y hasta inverosímiles comentarios del acontecer venezolano, que si la cola de ayer fue infernal para comprar pollo y harina precocida en Mercal, luego la cola para comprar mayonesa y papel tualé que había llegado a donde “los chinos” y pendientes que a través del vergatario le avisen que llegó el azúcar y café al Pdval; ese es el diario trajinar del venezolano de hoy y de buena parte de quienes allí estaban en la cola esperando el amanecer para lograr su cometido y comprar la bombona de gas, además son pueblo chavista por los atuendos que cargan, como gorras y franelas de diferentes misiones y otras con los ojos de Chávez; por los comentarios que hacían de que siempre han pasado trabajo haciendo cola para que el doctor los atienda en el hospital, rogándole a Dios que no se ocupe en su consultorio privado y no venga al hospital, cola para pedir un numero y sacar una partida de nacimiento y curiosamente cola hasta para anotarse en una misa que le tiene que mandar a decir a los viejos que murieron hace años, por lo que hacer esta cola, les es familiar y forma parte ya de la Venezuela de ahora.

Comentaban en la cola que ojalá y la muchacha que atiende el operativo del gas, a la que hay que darle un número de código que cada uno tiene asignado, no llegue de mal genio; y efectivamente a las 8 y diez minutos de la mañana aparece la susodicha, muy contenta con su franela institucional de pdvsa gas comunal y saludando a todo mundo, parece como candidata a alcaldesa de pueblo, pero ya a la media hora de comenzar su trabajo, empieza a perder su compostura y a gritar y maldecir a las viejitas y viejitos que se les olvidó su código y para colmo no encuentran su cedula de identidad, y nuevamente los comentarios de la gente que esta en la cola, no se hacen esperar: esa compatriota si tiene mal genio, que le pasaría anoche, parece que nunca escuchó a mi comandante eterno; otros que son opositores empiezan a botar hasta sapos por la boca: esta vaina se la llevó quien la trajo, antes uno esperaba al camión del gas en la casa y llegaban a ofrecerle la bombona, ahora en este socialismo, hay que cargar con la bombona y también uno mismo tiene que instalarla, además de calarse los malos olores de la calle y el humo de los carros.

En estos días en el pueblo, recordaba la gente, un joven motorizado voló por las nubes con moto y bombona porque se le estalló en la calle y ahí murió. Como estamos en la acera de la calle, ahora llevando más sol que una teja, pasa en su carro un amigo de alguien que está ahí en la cola junto a los demás mortales y le grita: "épale compadre, haciendo cola, chupe de esa, eso no era lo que querían dizque vivir en socialismo, que es vivir mejor", y el aludido chavista, solo atina a saludarlo con una risa amarrada, y sigue resignado haciendo la cola con su bombona como compañera y que cada uno arrastra cada vez que se mueve la interminable cola.

Otra persona amarra de la ventana de una casa la bombona con una cadena y candado mientras se va a hacer otras diligencias y le toca su turno; varios de los que allí hacen la infernal cola, entablan conversación con el aludido chavista y le dicen: "mire, usted que es chavista dígale a su alcalde, a su gobernador, y a su presidente, que esta es la verdadera guerra económica, que por una bombona de gas de 43 kilogramos que antes le llevaban a uno a la casa y que pagaba 20 bolívares, ahora hay que pasar por este calvario y penurias y pagar hasta 200 y 300 bolívares, a los que ustedes llaman compatriotas y que no son más que unos bandidos sociolistos; y esta carestía no la registra ni el Banco Central de Venezuela, ni el instituto de estadística, para reflejarla en la inflación mensual, sólo la registra el bolsillo escuálido que ya no alcanza ni para pagar un respiro."

humogria@gmail.com



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Juan Alberto Sánchez García


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