El acuerdo con Derbez fue que el diferendo había acabado, señala

Alí Rodriguez: El problema es EE.UU, Mexico es muy importante para Caracas

Caracas, 12 de noviembre. Austero en todos sus actos, circunspecto a carta cabal, respetado por amigos y enemigos -no pocos estos últimos-, Alí Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, no se anda por las ramas a la hora de dar un diagnóstico de las relaciones con México: "Es un país muy importante para nosotros, pero en la relación debe primar el mutuo respeto, la sinceridad, el debate sin adjetivos sobre cuestiones de fondo".

Entrevistado por La Jornada, responde tajante cuando se le pregunta sobre el estado de las relaciones con México: "Tenemos muchas cosas en común, y eso es lo que debe guiarnos. Nosotros estamos dando por superado el problema, este desencuentro. No deseamos ni queremos la ruta de la confrontación. Pedimos que se nos respete, nada más".

Primeras horas de la tarde del sábado. La cancillería se encuentra en el corazón caraqueño. Hay dinero en la calle porque las empresas soltaron las derramas en concepto de utilidades. El ambulantaje hace pensar que en lugar de Caracas es el Distrito Federal donde uno se encuentra. La gente ya piensa en el fin de año, en los regalos, en pasar página.

El canciller venezolano, político consecuente, como pocos en este país, mitad andino mitad caribeño, recibe a La Jornada en su despacho, marcado por una sobriedad rayana en lo espartano. Su asistente, Adela Leal, le pasa algunas fotocopias de medios impresos mexicanos que dan cuenta del encontronazo entre los presidentes Vicente Fox y Hugo Chávez. Apenas el viernes, Rodríguez conversó con su par mexicano, Luis Ernesto Derbez, para acordar los términos de una declaración conjunta que, igual como sucedió entre México y Argentina, dé por sellada la vitriólica escaramuza.

Rodríguez lee los reportes de prensa y frunce el ceño. De inmediato ordena que lo comuniquen con Derbez: "Esto no es en lo que quedamos", comenta al reportero. Minutos después, el canciller mexicano regresa la llamada. El tono de la plática entre ambos es afable. Da la impresión de que nadie quiere escalar la bronca. "El problema no es México, chico, el problema es Estados Unidos", precisa una vez finalizada la conversación con Derbez.

Curtido en las luchas guerrilleras, el canciller venezolano es uno de los hombres de máxima confianza del presidente Hugo Chávez. Ocupó el Ministerio de Energía y Minas y la máxima dirección de la estratégica Petróleos de Venezuela (PDVSA), empresa sobre la que descansa el músculo de las controvertidas reformas sociales emprendidas por el chavismo.

Cuestión de visiones

Alí Rodríguez sostiene que es contranatura pretender imponer a los países latinoamericanos el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), manzana de la discordia en la reciente cumbre continental de Mar del Plata, Argentina. El diplomático cree en el libre comercio, pero no en cualquier tratado, no en los acuerdos que privilegian los intereses de las naciones desarrolladas de América, como es el caso de Estados Unidos y Canadá.

En contrapartida, aclara, Venezuela y otros países latinoamericanos, como los del Mercosur, proponen un tratado comercial que tome en cuenta las diferencias, las asimetrías que cruzan el mapa socioeconómico de la región. Rodríguez ve ahí a México como pieza vital de un proyecto que considere la realidad de América Latina. "¿O acaso usted va a decirme que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha favorecido a México?" -espeta el canciller.

Sostiene que América Latina es una "gran nación", "fragmentada, sí, pero una gran nación que comparte territorio, historia y lengua".

Explica entonces la visión de su gobierno acerca de la integración del continente: "No estamos de acuerdo con el modelo que pretende imponer Estados Unidos, porque plantea un esquema de competencia económica no entre iguales, sino uno en el que prevalecen profundas desigualdades. Hay que observar lo que está sucediendo en el sector energético: de las famosas Siete Hermanas (las grandes trasnacionales petroleras) estamos pasando a los cuatro grandes hermanos, producto de las megafusiones que vienen registrándose en las empresas del gran capital.

"Hay una impresionante concentración y centralización del capital mundial. En el acuerdo comercial que nosotros proponemos partimos de que América Latina enfrenta los mismos problemas en lo fundamental, de modo que la tarea que tenemos por delante es precisamente la materialización de los proyectos originales que dieron vida a los procesos de independencia de nuestros países. Por ello, basamos la integración latinoamericana en la complementación económica, en la solidaridad y en el estricto respeto a la soberanía de cada país".

Para el gobierno venezolano, señala Alí Rodríguez, el modelo a seguir pasa por la relación que está armándose con Argentina: "En el último año, los argentinos enfrentaron una suerte de alarma energética y, previa conversación de los presidentes, nosotros acudimos rápidamente para mitigar el problema. Hoy le aportamos, mediante convenio, 8 millones de barriles de fuel oil, y acabamos de firmar otro acuerdo para venderles hasta 5 millones de barriles de gasoil. Además, tenemos un gran acuerdo para mejorar nuestro hato ganadero y nuestras semillas y, lo más importante, acabamos de firmar un convenio para la transferencia tecnológica, a fin de mejorar la actividad agrícola de Venezuela.

"Todo eso ha ocurrido en el último año, pero lo mismo estamos haciendo con Uruguay y Paraguay. Con Brasil, Petrobras y PDVSA acaban de firmar cuatro acuerdos, de los que destacaría dos: la extracción de gas en una zona de la franja petrolera del Orinoco y la construcción de una macrorrefinería binacional en Pernambuco. Estamos ha-blando de una inversión de aproximadamente 7 mil millones de dólares. Todo eso era impensable hace muy pocos años".

Embalado, el canciller venezolano parece olvidar su actual rol. Le gana su gran pasión: el mundo de los energéticos y la poderosa llave guardada en tan importante sector. "Hay un horizonte gigantesco en América Latina en materia de integración energética, donde el modelo que están inaugurando Brasil y Venezuela debe ser observado con atención. Ojalá que Latinoamérica, que es la gran potencia energética del hemisferio occidental, pudiera integrarse sólidamente. Somos un mercado de 540 millones de personas. Este continente es inmensamente rico, pero la mayoría de su población es inmensamente pobre. Hay que modificar esa correlación".
Enviado gentilmente por: oacevedo51aol.com


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La fuente original de este documento es:
La Jornada (http://www.jornada.unam.mx/2005/11/13/004e1pol.php)



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