La hallaca es nuestra

Nos cuenta don Francisco Herrera Luque que: Hay una vieja leyenda caraqueña que señala a don Sancho de Alquiza, llamado también Sanchórquiz. Como el inventor de la Hallaca. De acuerdo a esta conseja, la hallaca, antes de tener su origen en la abundancia, nació de la tristeza y del hambre.

Se acepta sin mayores cuestionamientos que la hallaca, nuestro suculento plato nacional, deriva del tamal mexicano, encontrándosele parentescos fonéticos de clara raíz azteca. Quizá tienen razón los que tal afirman. Pero cuando pienso en nuestra robusta hallaca, tan rellena de exquisiteces, y la comparamos con el medrado tamal, pienso que derivar la una del otro es como decir que la llama del altiplano boliviano es la antecesora del camello. Allá en México se afirma que el maíz y el cacao son mexicanos, cuando los primeros conquistadores de Venezuela entre 1499 y 1502 tuvieron ocasión de conocerlo y deleitarse con ellos.

Sanchórquiz llegó a Venezuela en 1606 y fue un gobernador con mayúscula por cinco fecundos años. Durante su gestión el antiguo camino de la Marina, que conducía por el cerro hacia el vecino Puerto de la Guaira, dejó de ser un sendero ancho para embaldosarse con piedras arrancadas de la montaña. Tan duro trabajo, era hecho por los indios que sobrevivieron al genocidio de Losada, conquistador del Valle y fundador de la ciudad.

Los indios mueren como moscas, señor gobernador, le informa el encargado de la construcción del camino. No están acostumbrados a tales esfuerzos,

Alquiza: Dice pronto lo habré de saber; debiluchos se ven los pobres, realmente, no puede ser que estos hombrecillos sean los que opusieron tenaz resistencia a los tercios de Losada.

Antes señor comían carne, abundaban los venados y los váquiros.

¿Y que comen ahora?

Ved por vos mismo, mi noble señor, ya las indias terminan el bocadillo que habrán de servirles para el yantar del mediodía.

Dadme acá para probar ¡Válgame el cielo! Pasta de maíz sin sal envuelta por hojas de plátano.

Así, es gobernador, la hoja de plátano sirve para calentar el maíz sin que se escurra. Así tienen la sensación de echarse algo caliente al buche.

Sanchórquiz: Con razón los pobres no pueden andar, algo hay que hacer para que coman como Dios manda.

Don Sancho: ¿Sobra la comida de vuestra casa?

Por supuesto le dice el ayudante ¿Y qué hacéis con ella? Pues echársela a los cochinos. ¡Echársela a los cochinos cuando hay hombres que mueren de hambre! No he de permitir ese pecado, por vida de Dios. En lo sucesivo y que se haga ley, la mitad de las sobras de vuestra mesa, al igual que las de los vecinos, serán recogidas por funcionarios del Ayuntamiento para que sirvan de guiso y consistencia a ese pobre mazacote de maíz ¿Habéis entendido?

La sugerencia del gobernador se hizo ley, sobras y maíz envueltos por hojas de plátano fueron en lo sucesivo el alimento de los obreros de la montaña.

Un mes más tarde don Sancho volvió al camino.

Ayudante: Vuestro invento, a pesar de que enflacan nuestros cochinos, ha sido una poción de salud y alegría. Desde que comen vuestro plato han dejado los desmayos y las morideras. Con deciros que en honor vuestro llaman a este sitio Sanchórquiz, o el lugar de don Sancho. Le dice el encargado de la construcción del camino.

No todo sin embargo fue pascuas en aquel diciembre. Los vecinos que estimaban más a sus cerdos que a los pobres indios del camino restaron paulatinamente las mejores sobras para sus animales dejando los peores desperdicios para los enclenques obreros. Por obra de tamaña codicia se presentó semanas antes de Navidad una epidemia disentérica de tal magnitud que Sanchórquiz exclamó con gran tristeza. El maíz con desperdicios ha matado más indios que las culebrinas y tizonas de la conquista. ¿Qué os parece lo sucedido, señor Obispo?

Obispo: ¡Qué tamaña iniquidad no podrá quedar sin castigo! Mañana mismo impondré como penitencia a los caraqueños que en todo el mes de diciembre y hasta el fin de los siglos, comerán mazacote de maíz con sobras de picadillo envueltas en hoja de plátano que ocultó la desgracia.

El que hace la ley hace la trampa, dice un proverbio. Los caraqueños por el mes de diciembre cumplieron siglo tras siglo la penitencia que les impuso el obispo; pero como su Ilustrísima no especificó la procedencia y calidad de los picadillos, lo que al principio fue bazofia, no lo fue así para los penitentes, quienes hicieron sus picadillos con buen jamón, con piernas de gallina, aceitunas, tocinos, azúcar y hasta vino. De allí proviene el origen de nuestra Hallaca.

La Oligarquía y la clase Media, por medio de sus pulperías y pulperos, siguen intentando darle al pueblo el mismo mazacote.

Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria, Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!


manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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