La Cultura es del pueblo; el presupuesto es de las orquestas

Se supone que cuando un pueblo entra en Revolución todo comienza a ser cuestionado, reinterpretado, reinventado y, si se salva de la liquidación por sus méritos y valores genuinos, refundado. Todo lo que aspira a mantenerse en pie (instituciones, figuras públicas, dinámicas de trabajo y vida, etcétera) debe pasar por una especie de filtro social llamado relegitimación. Se supone también que, llegado el momento de relegitimarlo todo, o al menos de ponerlo todo bajo cuestionamiento, la primera entidad que debe someterse a ese análisis del ojo del pueblo es esa que llamamos cultura. Si lo cultural y lo económico permanecen inalterables ya va siendo hora de cuestionar también el nombre que se le ha dado al proceso: ¿es revolucionaria la indulgencia con que se ha tratado el tema Cultura en estos años?.

Sin necesidad de forzarse a responder en estos pocos párrafos a esa pregunta, resulta al menos sospechosa la forma en que se ha querido mantener un sistema de privilegios que se traduce en una afrenta inverosímil al pueblo hacedor de cultura. Sin ir más lejos en esta introducción, es preciso detenerse a pensar (por ahora sólo a pensarlo) por qué el Estado invierte tantos millardos de bolívares en el mantenimiento de un sistema denominado orquestas sinfónicas y organizaciones afines, difusoras de la música académica, aporte de la cultura europea. Nuestros respetos y admiración a Brahms, Mozart, Beethoven y al espíritu universal que engendró la música de estos genios, pero si quedamos en que estamos en una revolución que ha de darle su justo valor a la creación del pueblo, a la herencia social de nuestros creadores de la tierra profunda, ¿por qué los cultores de los tambores de Curiepe tienen que desayunarse un tornillo, mientras las orquestas reproductoras de una música que no es nuestra ni de esta época (es decir, absolutamente extraña a nosotros como pueblo) reciben una cantidad de dinero que ya quisieran para sí el sistema de salud, el sector vivienda o los niños de la calle?.

No hemos traído por los pelos la reflexión ni está suspendida en el aire. Hay cifras concretas que desenmascaran esta verdad insólita. Aquí van varias, junto con otros datos de interés.

“El Maestro Abreu” sigue siendo llamado El Maestro Abreu, y lo que molesta no es el título sino que el tipo lo ejerce en forma de poder absoluto: “sus” orquestas sinfónicas (regalo de las administraciones Caldera y CAP en las que fue ministro y presidente del CONAC) son intocables.

El año pasado, “sus” orquestas (FESNOJIV) recibieron del Estado 48 millardos de bolívares. Poca cosa para orquestas tan prestigiosas, diría cualquiera. El problema es que el CONAC le otorgó ese mismo año, a más de dos mil quinientas agrupaciones artísticas y culturales (teatro, danza, música popular, etc.), la suma de 47 millardos.

No es el Estado la única fuente de ingresos del andamiaje orquestal del "Maestro". FESNOJIV es un proyecto financiado por… Hay que decirlo: por el Ministerio de Salud y Desarrollo Social. Ustedes saben: la música, el desarrollo, la salud. Elementos afines entre sí.

Preciso es dejar de lado por un momento a las orquestas de “El Maestro”, no vaya a ser que se piense que es algo personal contra él. También sucede que el Estado, a través de otras vías, les asigna recursos a otras orquestas y agrupaciones de ese género, y la sumatoria, según ciertos documentos públicos que ya son objeto de la curiosidad de unos cuantos, anda muy por encima de los 100 millardos. Sólo la Filarmónica Nacional, la Sinfónica Venezuela y la Sinfónica Municipal, por mencionar tres de las cinco fundaciones orquestales que funcionan en Caracas (y del montón que hay en el país) sumán 20 millardos de presupuesto otorgado por diversas entidades estatales.

En 1997, el BID aprobó 8 millones de dólares para las orquestas juveniles en Venezuela. El año pasado BANESCO decidió otorgar 3 millardos para la dotación del sistema de "El Maestro". Los ejemplos podrían seguir.
A todas estas, para cumplir con el requisito de que la cultura debe ser “para el pueblo”, las orquestas del “Maestro” dan conciertos gratis.

Y ¿será que el pueblo necesita que le muestren “gratismente” una forma de cultura casi vacía de contenido para nosotros, gracias a las inversiones multimillonarias a favor de un “Maestro” y un “Sistema” que se llevan en los cachos más de la mitad del presupuesto para la Cultura de este país?.


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José Roberto Duque


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