Los Derechos Humanos i el proceso revolucionario bolivariano

“La soberanía del pueblo es la única
autoridad legítima de las Naciones”.

Simón Bolívar

I

Los Derechos Humanos, aunque no fuesen promulgados sino desde el 10 de diciembre de 1948, eran vislumbrados i conceptuados desde mucho tiempo en la historia de la Humanidad, aunque se pretendiese creer que su protección i su universalidad, estuviesen puestos de relieve desde fecha tan relativamente reciente; no porque Pico de la Mirándola escribiese que como un don natural otorgado por Dios, desde Adán se conociese, puesto que ello es solamente metafórico o hasta absurdo, pues un primer hombre solitario, no habría tenido necesidad de conocer algunas ideas, pautas, principios o normas para la convivencia social, puesto que no había sino una mítica relación, apenas de pareja, i ninguna sociedad. Sin embargo, escribía en nombre de la dignidad humana, porque nacido en Mirándola, cerca de Florencia en 1463, este Giovanni fue un erudito neoplatónico persiguiendo el mismo imposible de armonizar la filosofía griega con el cristianismo i entre sus obras escribió Sobre la dignidad del hombre.

I es que la dignidad, es la semilla, el núcleo o la raíz, de los Derechos Humanos i es precisamente esa virtud, si es que puede llamarse así, la cual hace de muchos hombres seres singulares en la historia, puesto que, aunque todos poseemos cierta posesión de dignidad, mi tesis en ética toda la vida, radica en que la virtud es virtud puesta a prueba. Mi madre, que no sabía nada de filosofía, con sus adagios populares me predicaba moralidad o eticidad: hijo, sé fuerte ante las tentaciones, porque dice el pueblo que, “ante el arca abierta, el justo peca”. Empero, no se refería solamente a dinero, sino ante cualquier tipo de tentación en la cual la virtud o virtudes, pueden flejar. La virtud, sin embargo, algunos creen que son dones depositados en ellos por Dios, pero como bien creo en Locke i en su tesis empirista sobre la experiencia, nada hai en el entendimiento de los hombres que no haya penetrado por los sentidos; no hai ideas innatas ni de Dios ni de nada. Todo es elaboración del pensamiento, acaso algo parecido a tan ingeniosa explicación kantiana, de cómo conocemos i cómo hacemos juicios, por lo cual lo que llamamos virtudes, prefiero conceptuarlo como valores, difíciles de explicar, pero realizaciones prodigiosas de la mente del hombre. A los valores los marca con palabras i con ellas trata de explicarlos, pero son preceptos éticos (lo moral transformado por lo ético o razonamiento filosófico) que comandan nuestras posiciones i decisiones en la vida, i de los que no se puede renegar a comodidad o por adaptación a las circunstancias. Creo que por ello, soi tan parecido a aquel hombre de la Corte de Dionisio el Viejo, llamado Filógenes.

Así, pues, la idea de la dignidad humana, está en el origen del concepto de Derechos Humanos, como piensa Ernest Bloch, que somos diferentes de los animales, no solamente por el habla según establece Max Black en El Laberinto del Lenguaje (el homo loquens) sino porque tenemos o hemos adquirido concepto de libertad i que “cada persona es sagrada porque en ella palpita la humanidad”. Por eso, de principio, todos somos poseedores de Derechos Humanos, pero es una posesión que puede deteriorase cuando el hombre por sí mismo pierde la dignidad i con ello la misma libertad, lo cual recuerda aquel dicho de José Ingeniero en El hombre Mediocre, respecto a que “nadie puede ser ofendido en su dignidad, si antes no se ha ofendido a sí mismo” o lo que expresaba el Libertador, de ser la anarquía la enfermedad de la libertad. I mucho de esto, estamos presenciando en hombres que defraudan, no solamente por el peligro que crean o las ofensas que hacen, sino porque los vemos ofendiéndose a sí mismos, como muchos personajes de la oposición, bien sean civiles, militares i sobre todo, religiosos.

Dejando atrás una relación de la historia i evolución de estas ideas, desde la Antigüedad hasta el presente, quiero concretarme a lo más de actualidad, aunque con algunas referencias al pasado, entre ellas la interesante posición de Inmanuel Kant, el formidable filósofo alemán, cuyo pensamiento fue pionero en muchas cosas del mundo de hoi. Curiosamente, además de su filosofía i sus obras, entre ellas la Crítica de la Razón Pura, la Crítica de la Razón Práctica i otras, de las que muchos hablan pero pocos han leído i menos entendido, fue el primero en decir que lo que hombres como el célebre astrónomo La Place decían que era una nebulosa i Kant, otra galaxia; resultó que el filósofo tenía razón i fue Andrómena; antes de hablarse de Derechos Humanos i de la paz del mundo, igualmente se había adelantado en ello, i por último, aunque se dice que nunca viajó, i lo más lejos que fue desde su patria chica Koenisberg (cuando era prusiana) fue a unos cien kilómetros de distancia, i sin embargo su pensamiento es uno de los más universales.

I por otra parte, tratándose en la actualidad el problema de tantas acusaciones sobre violación de Derechos Humanos i pretendiendo los Estados Unidos de Norteamérica, querer ser abanderados en su cuido i defensa, no solamente recordar lo que he expuesto en mis escritos sobre “el Imperio más terrible, feroz i extendido del mundo”, sino que hasta traigo aquí una opinión autorizada como la de Bertrand Russell. Este filósofo que cubrió casi todo el siglo XX con su pensamiento, al comienzo de su libro La América de Bertrand Russell, con gran conocimiento de ella, pues la visitó en nueve ocasiones i en una oportunidad, durante la Segunda Guerra Mundial, su estada fue mui larga, dice que: “En la tierra donde los derechos del hombre habían sido idealizados, encontró grandes desigualdades de riqueza y de poder, intromisiones autoritarias en la libertad académica y en las libertades civiles, racismo y persecución de minorías” i desde 1924 advertía los norteamericanos que debían diferenciar la política gubernamental de los Estados Unidos i los intereses del pueblo norteamericano. Acusaba al gobierno de abusar de los derechos del pueblo, especialmente frente a sus soldados.

(Continuará)


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Roberto Jimenez Maggiolo


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