(La impresión fue de ligera alarma sin menoscabo)

Se me paró el vergatario en plena llamada pública

Hice mi cola desde las cinco de la mañana de ese domingo en que invernaba el día de las madres y, en honor a la mía muerta, quería ponerme en el aparato publicitado por nuestro Presidente, que vende con más predominio que las bolsas de la tierra y, después de aguantar empujones con su baño de sol: logré llegar adentro y esperar que me atendiera la especialista manipuladora de celulares en la oficina Movilnet de mis angustias comprimidas y, sin mayor consideración pedí mi vergatario made in Venezuela y, como pude con mi manera de ser de rezagado de aparatos móviles. Le dije, enséñame a navegar por esos mundos de dios que para mí son desconocidos por incongruencia anímicas que me mantienen en el más bajo nivel de las apreciaciones técnicas de última moda y demás andanzas en los mares de la informática y, ella como mujer al fin, me contempló con dulzura y con una sonrisa de amor maternal en miniatura me llevó de la mano a meterme por esos caminos transitados por otros y a viva voz me detalló con sabiduría manual el performance del que sería para mí: compañero y amigo de la revolución bonita, aunque anda en pañales todavía, ha dado fuertes pasos entre nosotros los pobres, que a diario soñamos en vivir mejor con la paz del alma y, la sabiduría de actuación del comandante presidente que tiene la constancia y grandeza de pensar y desarrollar ideas que nos hagan menos dependiente de imperios y gobiernos capitalistas a la vieja usanza de políticas entreguistas de adecos y copeyanos en concharbancia con los oligarcas del pasado y que persisten aún en el presente.

Contento y emocionado como niño con juguete nuevo y con mi corazón a ritmo acelerado salí del negocio con el aparato en la mano y, con resolución precisa marqué el celular de mi novia para darle la buena nueva, tal cual me indicó con sensibilidad prematura mi guía mañanera de minutos atrás y, me quedé con el bicho en las manos frío con las ganas de oír la deslizante voz de mi pelicana amada por mi vergatario nuevo, que se me paró en plena llamada cuando recién repicaba en el celular de mi novia y, sin preámbulo de razón me odié como un gafo inconforme que no sabe rezar y, sin oportunidad alguna caminé lleno de prejuicios matutinos y, me dirigí al cementerio del olvido a contarle la mala nueva a mi mamá con la esperanza que mi celular reviva de una mala partida o, de una mala manipulación inoportuna que me dejó sin voz.

A ocho días de mi percance y, por iniciativa de mi novia, se descubrió que quien falló fue la batería y, no yo, y ahora si está potente mi dispositivo después de auxiliado con energía eléctrica que hablo con todo el mundo y, con algunas estrellas perdidas en el espacio que me llaman. Es decir, el vergatario y yo, estamos a tono.



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Esteban Rojas


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