La injusticia existente en Venezuela y la Iglesia

En Venezuela, no queda si no que reconocer que existe una gran injusticia, y con frecuencia sufre el pobre, prospera el malandro de cuello blanco, y apenas se sabe qué es lo más enojoso de todo esto; pero como existe demasiada impunidad no vemos a la vista si se va a tener justicia en nuestro país en general. La señora que está al frente de la fiscalía, tal parece que está sorda y ciega, agreden físicamente y asesinan gentes del proceso revolucionario y se queda de lo más tranquila, pero si aun chavista se le ocurre tocarle un pelo a cualquier escuálido fascista, la señora se arremanga las enaguas para meterlo preso, despierte señora o de lo contrario renuncie. Después de todo, en nuestra Indo América basándome en probabilidades, puedo decir que nuestros países son un mal ejemplo, y que si hay injusticia aquí, probable es que también haya injusticia en otras partes de nuestro continente. En nuestra Patria hay gran cantidad de injusticia y esto es una razón para suponer que la Justicia no rige el mundo ya que sólo funciona para los que tienen poder y dinero; y en este caso proporciona argumentos morales contra el pueblo, no en su favor; creo que la razón más poderosa e inmediata después de todo es la Justicia Social , la Igualdad para todos en general, con los mismos derechos a la Educación, a la Salud, a la Vivienda, a la Alimentación, al Trabajo, a la Tierra para producir los alimentos que consumimos, controlar los precios de los artículos de primera necesidad, ya que los pulperos, todos los días les colocan uno nuevo, el deseo de seguridad, la sensación de que provoca el deseo de la gente en creer en sus gobernantes.

Uno halla, al considerar el país, que todo el progreso del sentimiento humano, que toda mejora de la ley penal, que todo paso hacia la disminución de la violencia, que todo paso hacia un mejor trato y luchar por la igualdad de la razas indígenas y de color, que toda mitigación de la esclavitud, que todo progreso moral realizado en Venezuela, ha sido y sigue siendo obstaculizado constantemente por los obispos de la Iglesia Católica. Digo deliberadamente que la religión Católica ha sido, y es aún hoy, la principal enemiga del progreso y la Justicia Social en nuestra sociedad. Hay muchos modos por los cuales, en el momento actual, la Iglesia, por su insistencia en lo que ha decidido en llamar moralidad, inflige a la gente toda agresión, toda clase de sufrimientos inmerecidos e innecesarios. Y claro está, como es sabido, en su mayor parte se opone al progreso y al perfeccionamiento en todos los medios de disminuir el sufrimiento de las gentes, porque ha decidido llamar moralidad a ciertas estrechas reglas de conducta que no tienen nada que ver con la felicidad del pueblo; y cuando se dice que se debe hacer esto o lo otro, porque contribuye a la dicha humana, estima que es algo completamente extraño a la Iglesia, al asunto religioso y a las leyes divinas.

El miedo es la base de todo: el miedo de lo misterioso, el miedo de la derrota, el miedo de la muerte. Lo más importante de estas emociones es el miedo a la muerte, útil instintiva y biológicamente. Si de veras creyésemos en la vida futura, cesaríamos completamente de temer a la muerte. Los efectos serían curiosos, y probablemente deplorables para la mayoría de nosotros. Ese instrumento incomparable, nuestra mente, se desvanece al cesar la vida. El miedo es el padre de la crueldad y, por lo tanto, no es de extrañar que la crueldad y la religión vayan de la mano. Se debe a que el miedo es la base de estas dos cosas. No son los argumentos racionales sino las emociones lo que hace creer en la vida futura. En el país, podemos ahora comenzar a entender un poco la situación político-económica y a dominarla lentamente con ayuda de la revolución, que se ha abierto paso frente a la imposición de la religión católica, frente a la Iglesia, y frente a la oposición de todos los antiguos preceptos. La revolución puede ayudarnos a librarnos de ese miedo cobarde en el cual el pueblo ha vivido durante tantas generaciones. La revolución puede enseñarnos a no buscar ayudas imaginarias, a no inventar aliados celestiales, sino más bien a hacer con nuestro esfuerzo que este mundo sea un lugar habitable, en lugar de ser lo que ha hecho de él la Iglesia Católica en todos estos siglos.

Tenemos que mantenernos de pie y mirar el socialismo como nuestro porvenir y el de nuestros hijos y nietos: sus cosas buenas, sus cosas malas, sus bellezas y sus fealdades; ver el socialismo tal cual es y no tener miedo de él. Conquistarlo mediante la inteligencia y no sólo sometiéndose al terror que nos tratan de imponer los Obispos de la Iglesia Católica y el oposicionismo fascista. Debemos mantenernos de pie y mirar la gente a la cara. Tenemos que hacer de nuestro país lo mejor posible para todos, y si no es tan bueno como deseamos, después de todo será mejor que lo que esos otros han hecho de él en todos estos siglos. Una Venezuela buena que necesita conocimiento, bondad y valor, no necesita el pesaroso anhelo del pasado, ni el aherrojamiento de la inteligencia libre mediante las palabras proferidas por hombres sectarios e ignorantes. Necesita un criterio sin temor y una inteligencia libre. Necesita la esperanza del futuro, no el mirar hacia un pasado muerto, que confiamos será superado por el futuro que nuestra inteligencia puede crear.

La palabra “religión” se emplea ligeramente, empleamos la palabra para denotar las convicciones personales con respecto a la moral o a la naturaleza. La religión es primordialmente un fenómeno social. Lo más importante del cristianismo, desde un punto de vista social e histórico, no es Cristo, sino la Iglesia, Cristo dijo que debían entregarse los bienes a los pobres, que no había que ir a la Iglesia, ya que él no había fundado ninguna Iglesia. Ni los obispos de la Iglesia Católica han demostrado ningún fuerte deseo de seguir Sus enseñanzas en este respecto, ni sus sacerdotes, quienes están instruidos para propalar sus doctrinas, ni la Oligarquía, fieles seguidores de sus directrices. Algunos de los franciscanos, es cierto, trataron de enseñar la doctrina de la pobreza apostólica, pero el Papa los condenó, y su doctrina fue declarada herética. O, de nuevo consideremos el texto: “No juzguéis a los demás si no queréis ser juzgados” y preguntémonos la influencia que dicho texto ha tenido sobre la Inquisición. La Iglesia puede deber su origen a maestros con fuertes opiniones individuales, pero dichos maestros rara vez han tenido gran influencia en la Iglesia que fundaron, mientras que la Iglesia ha tenido una enorme influencia en las comunidades en que floreció.

Nuestros sentimientos y creencias acerca del bien y del mal son, como todo lo demás que hay en torno a nosotros, desarrollados en la lucha por la existencia y que no tienen ningún origen divino o sobrenatural. Además, cuando pensamos tenemos una opinión tan alta de los seres humanos. De las instituciones, en concreto, la mayoría de nosotros piensa muy mal. Los estados “civilizados” gastan más de la mitad de sus ingresos en matar a los ciudadanos de los otros estados. Consideremos la larga historia de las actividades inspiradas por el fanatismo y el fervor religioso: los sacrificios humanos, las grandes guerras, las invasiones, las persecuciones de unos enemigos imaginados, el exterminio en gran escala por medio de armas de exterminio masivo, que la Iglesia Católica parece patrocinar, ya que sostiene que el pacifismo es anticristiano. ¿Son estas abominaciones, y las doctrinas éticas que las inspiran, realmente prueba de un Creador? ¿Y podemos realmente desear que los hombres y las instituciones que las practican vivan eternamente? El mundo en que vivimos puede ser entendido como resultado de la confusión y el accidente; pero, si es el resultado de un propósito deliberado, el propósito tiene que ser de unas mentes enfermas. La naturaleza es indiferente a nuestros valores, y sólo puede ser entendida ignorando nuestros conceptos del bien y del mal, ella puede tener un fin, pero nada de lo que nosotros sabemos sugiere que, de ser así, ese propósito tiene alguna semejanza con los nuestros.

Por cierto que el Cristianismo y todos sus optimismos han representado al mundo como eternamente regido por una Providencia benéfica, y por ello metafísicamente buena. Paro esto ha sido, en el fondo, sólo un medio de probar la futura “excelencia” de la religión; de probar, por ejemplo, que los buenos serían dichosos después de la muerte. Siempre ha sido esta deducción –ilegítimamente hecha, claro está-, la que ha dado consuelo. “Es un buen hombre y terminará bien”. Es una abstracción vacía, de la cual no se puede hacer válidamente ninguna deducción en cuanto al mundo de la apariencia, en cuyo mundo, sin embargo, están todos nuestros intereses. Pero, en lugar de explicar este mundo real, palpable y sensible, la Iglesia construye un mundo fundamentalmente diferente, tan diferente, tan desconectado con la experiencia real, que el mundo de la experiencia diaria no es afectado por la Iglesia y, de este modo, es como si no hubiera un mundo de la Realidad. El deseo de hallar consuelo en la religión ha producido, tenemos que reconocerlo, una gran cantidad de razonamientos falsos y de deshonestidad intelectual. Que de esto, sólo nos libraría el abandono de la religión.

manueltaibo@cantv.net


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Manuel Taibo


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