El impostergable traslado de la Capital a otro lugar de Venezuela

Cuando uno mira fotos viejas de Caracas (por ejemplo aquí: http://groups.msn.com/VIEJASFOTOSACTUALES/lagrancaracas.msnw), el corazón se le... masacra. No es sostenible, no es de cuerdos querer perpetrar este concupiscente amasijo de gente en que se ha convertido nuestra capital. La Caracas de hoy, simplemente, no nos corresponde, y tenemos que pararla! Andrés de Chene viene a recordárnoslo oportunamente en su artículo reciente (http://www.aporrea.org/actualidad/a62034.html). No tenemos alternativa.

He tenido siempre la convicción de que toda ciudad, a partir de un cierto número de habitantes, comienza a producir más problemas que soluciones para la vida. La Caracas de hoy es una concentración humana en detrimento del género humano, producida por una Venezuela anterior, maniatada y ultrajada ella misma, y que como tal sólo podía resultar en el ultraje de las condiciones de existencia de sus habitantes. De lo que fuera en la primera mitad del siglo XX un paraíso envidiable, pasó a ser una locura inviable, siguiendo la lógica de las aglomeraciones capitalistas y obedeciendo a una mentalidad que nos enseñó poco a poco el desprecio de la naturaleza, la discriminación del campo, de la provincia con sus pueblos y culturas; que nos instruyó sobre una forma de vida artificial con la cual imaginarnos superiores al campesino, al tiempo que sucumbíamos a la deshumanización de un valle maravilloso donde degradábamos la felicidad de nuestra descendencia y martirizábamos la nuestra propia.

Hoy ya no podemos curar estos males profundos, materiales e inmateriales, con un desesperado pero negligente auxilio de paños calientes: al desmadre descomunal de las aberraciones gigantescas sólo corresponden las medidas radicales y la osadía las grandes empresas humanas empeñadas en la realización de sus propios destinos. Salvar a Caracas no sólo significa la dignificación de su territorio y de sus habitantes, sino la del resto del territorio nacional, reducido a puro "monte y culebra" en la mente postiza que nos dejara nuestro propio complejo de inferioridad, típico de infantes del país "mucamo" que hasta hace poco nos obligaron a ser. Frente a la inmensidad y belleza providencial de nuestro territorio nacional, la terquedad de querer limitar nuestro espacio vital a nuestra actual capital es un insulto a la inteligencia de nuestro pueblo.

La nobleza humana, por ejemplo, de un Jesse Chacón declarándole hace días a los habitantes del municipio Sucre su sincera voluntad de afrontar los problemas de tan compleja localidad, más allá de ser un gesto admirable en sí mismo, constituye compatriotas una radiografía deprimente de la barbaridad en que colocan las circunstancias absurdas de nuestra ciudad a nuestros mejores conciudadanos. Sus habitantes sueñan con el metro cable, pero la verdad es que un tal recurso urbanístico es un grito desesperado frente al caos habitacional subyacente y que a largo plazo resultará también insuficiente. Convertir a la capital en una futura red interminable de teleféricos todos sabemos que no será una solución.

Junto a tales proyectos perentorios de asistencia urbanística, quisiéramos oír también propuestas que posibiliten la migración poblacional hacia los diversos territorios nacionales, los cuales pueden ir siendo preparados para acoger la llegada de miles de caraqueños emprendedores que sabrán responder con ímpetu revolucionario a proposiciones integrales para una vida comunal. La transición de nuestras sociedades hacia lo que actualmente es considerado como "el campo" no es un paso postergable, antes bien va de la mano con el avance mismo de transformación social al cual corresponde nuestro proceso. No es para nada un elemento accesorio del mismo, y puede incluso convertirse, de ser tomado prioritariamente en cuenta, en uno de los móviles de consolidación revolucionaria socialista más poderosos de nuestra época.

Por amor a Caracas, cuna de nuestra ciudadanía republicana, paremos de estrangularla y sembremos la patria en toda su extensión.




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Xavier Padilla


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