En alerta

La puesta en alerta de la institución armada y el pueblo, que ha ordenado el presidente Chávez en uso de sus facultades constitucionales y ejercicio de su liderazgo previsor, ha sido una medida necesaria para preservar la paz en la región y nuestra seguridad. La fórmula, de origen romano, del aprestamiento bélico como escudo disuasivo (condensada en la famosa sentencia “si vis pacem, para bellum”), aunque no siempre “simpática”, es indispensable cuando se enfrenta a un posible agresor artero y descontrolado. Y no es alarmismo ni precipitación. Todos los signos que se han venido viendo y denunciando concurren en la dirección de un ataque de acción prolongada próximo a producir un estallido.

La acometida mediática interna y exterior, las declaraciones en tono de triunfalismo vacuo, los retos engallados, la concentración de odio que exacerba la mentira y abruma las palabras del fundamentalismo de oposición, los intentos de producir descontento inducido mediante desabastecimiento, desorganización y otras perversidades, la arremetida imperial contra PDVSA, todo cuanto proviene de esas canteras, trae la marca de la conspiración y la cerrilidad destructiva. Y ahora la penetración invasiva del desgobierno de las oligarquías colombiana e imperialista al Ecuador, con tanta carga de perfidia e inhumanidad lanzada contra personas, aunque fuesen enemigas, y la pretensión de engañar al gobierno del país hermano, es, para quienquiera que tenga sangre y amor venezolanos en las venas, una campanada que no puede permitirse desoír y una terminante obligación de solidaridad.

Washington anuda su estrategia, afincada en el ahora llamado “Plan Patriota”, con miras a estrangular la vía de la unidad latinoamericana, su inamovible política desde cuando logró frustrar con la complicidad de Santander el Congreso Anfictiónico convocado por Bolívar. Esa vía pasa por la paz en Colombia, por lo cual nada que apunte en esa dirección es tolerable para el Norte, que cuenta para ello con otro neogranadino tan entreguista como el primero, pero sin los lampos de gloria que éste amasó en campos de batalla, un minisantander corrompido hasta los tuétanos. Y es de nuevo Venezuela, con un gobierno bolivariano, la que replantea la unidad tremolando las banderas del caraqueño inmortal. Por eso el odio del imperio contra el proceso revolucionario dirigido por Hugo Chávez Frías se ha tornado obsesivo y a muerte.

El ajetreo bélico es el ambiente natural del imperialismo yanqui, porque su economía obedece al complejo militar-financiero-petrolero-industrial-comunicacional, y porque constituye su expediente favorito para asaltar países, en rapiña de recursos --especialmente energéticos-- y en función de asentar su autodesignado rol de policía del mundo. Por ello siembra, disemina y revuelve conflictos y ha perpetrado la “doctrina” Bush de la “guerra preventiva”. Por ello torpedea la paz en Colombia, véase cómo Uribe apartó a Chávez cuando se veía venir el primer éxito en la gestión humanitaria, cómo tuvo que tascar el freno cuando nuestro Presidente, tenaz e indoblegable, logró de todos modos el triunfo, y cómo, ante el avance que lucía imparable con el segundo éxito y la propuesta del grupo de países amigos, lanzó bajo la mano del Pentágono la agresión contra el Ecuador, tratando de hacer trizas esa posibilidad.

El espíritu guerrerista se atiza en todas las oligarquías, especialmente cuando los pueblos alzan resueltos su voz. La de aquí, por ejemplo, ha hecho y sigue haciendo todo lo posible por romper el carácter democrático y pacífico de la revolución, intentando encender la guerra civil para abrirle cancha a los marines. Los golpes y guarimbas, la importación de paramilitares, la automática colocación al lado de cualquier enemigo de Venezuela, demuestran ese carácter, belicista y apátrida. Pero nuestro pueblo defenderá la paz con su unidad, organización y conciencia, el patriotismo de su Fuerza Armada y la firme conducción de su líder. La paz verdadera, fundada en la justicia, es la mayor victoria contra el imperialismo y sus mandaderos y la mejor expresión de amor hacia los pueblos hermanos.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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