Le gran professeur de la petit université

M. Jean Ladrière, un personaje inolvidable

Incluido en el libro BOCETO DE PERSONALIDADES (1973)

Bélgica toda es un país encantador; verdes campos donde como en nuestros pesebres navideños, respiran paz i amor. Aquí i allá el ganado pasta, entre la alfombra multicolor de los sembrados; casitas de techos puntiagudos con pequeñas ventanas en sus altos ángulos, castillos antiguos i pueblos con ropaje de siglos, mui próximos unos de otros, hacen indescriptible por su belleza los paisajes. Hermosas carreteras o autopistas unen sus grandes ciudades que todavía conservan sus mejores galas de la tradición. A veinte kilómetros de Bruselas, gran ciudad con sus viejos edificios de imponente estilo i relieves dorados, con parques i monumentos que cautivan, está una pequeña ciudad universitaria de planificación redonda, con una avenida circular como bosque de hadas, con sus calle radiadas a partir de un centro de justificado orgullo. Allí, alrededor de la Plaza Foch, está la imponente catedral gótica cuyos arbotantes i contrafuertes que sostienen el ábside, a la espalda de la plaza, pero casi frente de ella el más caro orgullo: el Hotel de Ville o Ayuntamiento que constituye el símbolo más auténtico de la ciudad-pueblo llena de encanto i humanismo, donde se respira ciencia, arte, humanidad i, sobre todo, el trato caballeroso, afable, dulce i pulcro de sus 60.000 habitantes. Calles estrechas parten de su vía principal La Avenue des Alliés arteria vial que cruza el círculo i es paso obligado para Bruselas i Lieja, cada una lleva a un sitios fervoroso en tradición. Al norte, el edificio del Correo i otro de Oficinas Públicas; hacia el sur la Plaza Ladeuze, amplia i empedrada, sirve de expansión i estacionamiento para la Gran Biblioteca de la Universidad, con su torre de 85 metros de altura, construida en 1921 al 27 en estilo neo-renacentista, i que fue destruida e incendiada en 1940 durante la segunda guerra, pero reconstruida exactamente igual a su primitiva fisonomía. En su interior una inapreciable colección de otras en su vasta i majestuosa sala de lectura, guardando también una extraordinaria colección de porcelana de Spoelberg de Lovenjoul. En la rue de Moutons 12, el Gran Béguinage, pequeña ciudad fundada en el siglo XIII i englobada en la ciudad actual, pero celosamente conservada en sus mínimos detalles, con calles i mansiones en el más diverso estilo. Por todas partes iglesias extraordinarias, el Museo Venderkelen-Mertens, estatuas góticas i renacentistas i pinturas maravillosas en sus paredes; en fin, no terminaría nunca de describir tantas cosas añejas i bellas, en una ciudad relativamente pequeña, si no le adicionamos pequeños pueblos que ha ido absorbiendo: Korbeek-Lo, Kessel-Lo, Heverlee, etc., donde pueden construirse edificios que no entorpezcan la fisonomía clásica de la ciudad. Naturalmente no faltan los diferentes “batiments et instituté universitaires” i en la rue de Namur, frente a una antiquísima columna conservada en medio de la calle, los pintorescos techos puntiagudos i las fachadas alegres como de una “cervecería”, donde pasada una gran reja i siguiendo un sendero poblado de cientos de bicicletas estacionadas por los estudiantes, se llega a una gran construcción que es la Escuela de Filosofía. No faltan los parques de inmensos árboles con sus banquillos para el descanso. Wn el Hall, en inmensos “roperos” o colgadores, se apiñan abrigos, bufandas, paraguas, botas de lluvia, etc. que jamás cambian de dueño ni son tirados al suelo con desorden. La secretaría, modesta en exceso, así como la Oficina del Rector, están en las pequeñas construcciones de la entrada con aspecto de cervecería, pintadas de amarillo i con un pequeño escudo de la ciudad. Las aulas, espaciosas i de piso inclinado como auditorios, llevan viejas bancas con pupitres corridos; en la tarima del profesor un pequeño caballete macizo para apoyarse i un discreto pizarrón. Las ventanas de vidrio discretamente abiertas para no dejar entra el frío (en invierno hasta 17 grados bajo cero) cuando se usan las calefacciones.
En este ambiente, adusto i respetuoso. Sobre la tarima el profesor como un símbolo de la sabiduría, cordialidad i modestia. En otro edificio regio, el Facón, allí conocí a Jean Ladrière, mi amado profesor de todas las disciplinas que relacionaran Filosofía i Ciencia.

La primera vez, después del eficiente curso audio visual de francés, que lo escuché, fue una decepción al no entenderle casi nada por la distancia i su verbo rápido i conciso. Luego, buscamos los latinos las primeras filas. Allí todo fue distinto. Jean Ladrière pronuncia un francés impecable i claro que, pese a la rapidez no se le pierden palabras; la clase o todas las clases, fueron una lección magistral de contenido, exposición didáctica i uso adecuado del pizarrón. Él es Doctor en Matemáticas i en Filosofía i Letras; otros como Joseph Dopp, una autoridad mundial en Lógica; Tamianaux, profesor de Filosofía del Arte, con cinco doctorados i una delicia de expositor. En fin, una Universidad con ambiente de auténtica Universidad i un Profesorado selecto por sus cualidades extraordinarias i no porque concursos amañados i palancas políticas los hubiesen puesto allí. Consecuencia: la Primera Universidad Católica DEL Mundo i al mismo tiempo la más libre para la exposición i discusión de todas las ideas. Los estudiantes con absoluta libertad en el vestir, en llevar la cabeza al rape o ser barbudos i melenudos; las ideas libres: marxistas, cristianos, ateos, retrógrados o de vanguardia: todos en claro ejemplo de civismo i cultura, discuten con razones sus puntos de vista entre ellos o con el profesor. El recinto, respetado, sin carteles, sin insolencias, sin slogan mal comprendidos; los pisos sin “chicotes”, papeles o vasos de cartón. Para ello el bar de la Facultad donde incluso se venden licores, pero no hai escenas de borrachitos ni de falsos líderes. Cuando hai que protestar, allí está la calle para manifestaciones ordenadas i para crear ágoras de libre discusión. Más de 20.000 estudiantes de todas las nacionalidades i tendencias conviven i estudian con honestidad i eficiencia. I, cuando aparece Jean Ladrière, su sola presencia es motivo de respeto i admiración. Me hizo recordar la imagen del Dr. Jesús Enrique Lossada en otros tiempos. Ladrière, autoridad reconocida en toda Europa i Norteamérica –es invitado frecuentemente a dar conferencias en las más apartadas latitudes- es un simple profesor que no aspira a ser Director, ni Decano ni Rector. Su vida son los libros i el conocimiento; su modesto sueldo se divide en becas para estudiantes, quedándose con lo suficiente para subsistir i encerrarse en un pobre apartamento –un quinto piso al que se llega por una estrecha escalera de caracol- donde el maestro se encierra entre paredes atestadas de libros, un escritorio en desorden por su incesante trabajo intelectual i una habitación de monje.

Este hombre excepcional, el más reputado profesor de todas las Escuelas que integran el todo de la Universidad, es al decir de Sartre “el gran profesor de la pequeña Universidad” pese a que profesa i defiende racionalmente la religión cristiana. Ha tenido debates famosos con profesores marxistas de la Sorbona de París i cuando dicta conferencias fuera de las horas de clase, hai que solicitar tickets de entrada en el Cercle Internacional de Estudiantes para poder lograr un sitio, luego de hacer cola de cuadras bajo frío que penetra hasta los huesos. Cuando sube a la tarima se santigua i reza una breve oración; luego viene el deslumbrador verbo pleno de conocimientos i la sencillez de los esfuerzos docente por poner a trabajar la mente de los alumnos. Al final, el auditorio queda sumido en la placidez de haber transitado un verdadero camino en el conocimiento matemático, filosóficos, humanístico i social, además de Ciencia i Filosofía Social. Su intelecto es síntesis de infinitos conocimientos i su modestia le hace aparecer como un Sócrates que cree todavía no saber nada de nada.

Esa modestia i caballerosidad están siempre presentes en su trato; le vi en ocasiones como un simple ciudadano en la cola de espera del autobús; si se le ofrecía un vehículo temía molestar; si se le pedía una cita la anotaba cuidadosamente en una pequeña i usada libretita i a la hora señalada estaba como un señor a la puerta de su estudio para extender cordial la mano al visitante. Consultarle algo, era escuchar la más clara i portentosa orientación i, como auténtico cristiano, se sentía feliz de no poseer nada innecesario, a no ser libros i revistas que lo mantuviesen al día en su afán de conocer.

Para mí, ha sido el personaje inolvidable de mi vida i creo que para muchas habrá resultado lo mismo. Con muchos libros publicados, entre ellos dos voluminosos tomos sobre el Teorema de Göedel i cientos de separatas e sus trabajos publicados en las más calificadas revistas europeas, Ladriére continúa siendo un humilde profesor enamorado del saber. Respetar su imagen es respetar a la Ciencia i a la Filosofía misma. Su porte es sencillo, de apresurado caminar, con característico traje gris i corbata negra i un modesto reloj del cual se despoja al empezar la clase i lo tiene ante su mirada para ser absolutamente puntual. En ocasiones, observando ese viejo reloj, ante de venirme consulté con un venezolano que le conocía desde años atrás. Si le agradaría que le regalase un reloj pulsera. Rogelio –que así de llama este amigo- me respondió:-No lo hagas…ya otros lo hicieron. Resultado: regala el nuevo reloj a un estudiante i sigue con el suyo de esfera manchada, viejo i correa negra i ajada.

De sus enseñanzas i caballerosidad recuerdos sobran; fuera de clases me orientó mucho, me obsequió trabajos suyos, bibliografía inmensa sobre Filosofía de la Ciencia (la que mencionaba en clases exponía un resumen de las principales ideas del libro) i, de un esquema doble, en colores que le presenté en un trabajo sobre Filosofía de la Ciencia, me pidió con toda modestia que le proporcionara unas copias,”para usarlas con mi permiso como recurso didácticos en sus clases”. Cuando en una ocasión le ofrecí una caricatura que le hice, no hallaba la forma de expresarme las gracias i, cuando se aproximaba nuestra venida del maravilloso país –mi segunda patria- puesto que de ella traje un hijo belga, al lado del recuerdo de tanta gente buenas, sencillas i honradas que hicieron de aquellos años los más felices que he vivido con mi familia, Jean Ladrière i Joseph Dopp –otro portento de hombre- nos dieron muestra de su afecto i caballerosidad. Emocionados nos despedimos del maestro Jean Ladrière que bajó las escalinatas de cinco piso para tener la cortesía –calidad innata en el pueblo belga, donde tuve los mejores vecinos del mundo- de abrirnos la puerta.

Pasados estos pocos años en los cuales no dejamos de recordarnos i escribirnos, la imagen de Jean Ladrière es un ejemplo vivo que reconforta el espíritu. Su retrato hace honor –junto con el de Dopp- a mi biblioteca i cada iniquidad que veo en nuestra Universidad, en cada hombre que con su conducta mancilla i deshonra la dignidad de la misma, en cada acto vandálico que contribuyen a mantenerla como un Liceo sin autoridad i eficiencia, el recuerdo de Louvain con su Universidad modelo i la figura de un hombre extraordinariamente capaz, intelectual a sumo grado i sencillo i puro como el aroma de las flores, es un consuelo i un ejemplo que fortalece el alma. Por ello, cuando alguna vez me toque concluir mi jornada vital, estaré feliz de haber conocido un pueblo como el belga, una universidad como Louvain i un hombre-hombre, como Jean Ladrière.

Nota final

Este discreto trabajo o semblanza de Louvain i del profesor Jean Ladrière, fue publicado en prensa i luego recogido en un libro del año 1973, titulado BOCETO DE PERSONALIDADES, junto a personajes como Miguel Ángel, Russell, Vargas, Salas, Cuenca, Picasso, Rossi, Tolouse-Lautrec, Caravaggio i Leonardo Da Vinci. Ahora modificaría o mejoraría un poco la redacción, pero lo he reproducido igual.

Sin embargo, ahora lamento la ausencia i me cubro de tristeza, por la muerte de Jean Ladrière en el pasado año 2007, a los 86 años de edad. Había recibido hace 6 años una foto de este matemático i filósofo universal, cuando cumplió sus 80 años, retrato que incorporé a los otros que poseo desde mis días en Lovaina o Leuven, así como las de las caricaturas que regalé a Ladrière i Dopp. Es un hombre del cual tendría muchas cosas más bellas e interesantes que decir, aunque creo que este escrito de hace más de tres décadas, refleja ya la gran personalidad de mi personaje inolvidable. Ojala tenga tiempo, i espacio de prensa u otro medio, donde rendirle más honores. Además, lo envío a otros alumnos otoñales del exterior, especialmente para quien me envió algunas notas valiosas.

robertojjm@hotmail.com
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Roberto Jiménez Maggiolo


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