Algunas reflexiones y una propuesta

Aporrea siempre ha sido una tribuna abierta para la expresión de opiniones políticas y eso se reconoce y se agradece. Como en muchas partes del globo, las coyunturas hacen que las opiniones se multipliquen y desborden, ofreciéndonos en algunos casos información y análisis profundos, en otros palabrerías fastidiosas o, peor aún, prejuicios estúpidos o apreciaciones enjuiciadoras y moralistas. Pero bueno, que viva la libertad de expresión! A partir del 2D, donde por razones múltiples y complejas, gano el no al proyecto de reforma constitucional (el del presidente y el de la asamblea), los análisis no han parado de aflorar y, a pesar de que, como dije anteriormente, muchos de ellos aburren, deprimen o indignan, considero que un tal florecimiento de reflexiones tenía tiempo sin darse en Venezuela. Aún más, pienso que el proceso de transformación de la conciencia política de muchos venezolanos, que se evidencia en el intenso debate, es un hecho que se ha profundizado dentro de este gobierno. Y eso debería complacernos. Como estudiante venezolana, residente en el exterior, seguidora acérrima del acontecer del país, tengo un análisis particular de cómo se desarrolló el proceso de discusión del proyecto de reforma y, por ende, del resultado de la votación. Dicho análisis, debo decirlo, concuerda con varios otros que pueden incluirse en la línea “crítica” en cuanto al fondo y a la forma, sin dejar de creer firmemente que una reforma constitucional es deseable y necesaria (a pesar de considerar que la Constitución de 1999 ya es bastante buena). Primero que todo, pienso que la “supuesta” discusión del proyecto presidencial y, luego, del inverosímil proyecto de la AN fue una catástrofe, pues la modificaciones planteadas ameritaban de una mayor consultación popular, de una mayor reflexión colectiva y de un mayor lapso de tiempo. Errores que fueron cometidos tanto en el territorio nacional como en el exterior, donde la información e incluso la convocatoria para la votación fueron como diría el presidente “pírricas”. Opto por pensar que la alta abstención, dentro de las filas chavistas y simpatizantes, que se observó en este proceso electoral y el consecuente triunfo del no, se debieron básicamente a tres factores: 1. Falta de comprensión del extenso y complejo proyecto, por lo que mucha gente se dijo: “yo no entiendo bien que quiere decir esto y que implicará aquello, así que prefiero apostar por la actual Constitución y no hacerle modificaciones”. Los que se sientan concernidos, no se asombren sin son calificados de brutos y/o miedosos. 2. Falta de acuerdo con algunos o muchos de los artículos propuestos, lo que -sin necesitar grandes explicaciones- da por resultado una cuenta completamente lógica y ética (aunque quizás no “correcta” ideológicamente hablando, cosa reprochada por muchos “revolucionarios” en duelo), pues cuando las personas no alineadas pero claras, consideran que una propuesta no es buena en su totalidad y, peor aún, piensan que partes de la misma vulneran gravemente ciertos derechos o aspectos de la vida nacional, entonces esas personas no van a decir que si al conjunto de la propuesta. Y cuando la orden es: o te gusta todito o lo rechazas, no hay mucho margen de decisión… 3. Falta de tiempo para el debate, artículo por artículo, del proyecto completo, circunstancia que condicionó negativamente las dos razones anteriores, porque ¿cómo leer, entender y discutir cuando debes hacerlo rapidito?. Sin hablar de que la decisión unilateral de realizar la votación el 2 de diciembre de este año, fue considerada como un elemento de presión innecesaria. Quizás estas consideraciones se queden cortas pero es innegable que forman parte de “lo que sucedió”. Hubo, sin duda, otras razones bien concretas que influenciaron los resultados de la votación, como la escasez de alimentos. Razones que pueden parecer vanas para algun@s, pero válidas para otr@s... El hecho es que la reforma no pasó y que ahora se abren campos de acción. Trabajar en función del paso siguiente será mucho más útil que lamentarse o comenzar a buscar “el culpable” (práctica infinitamente mediocre y cíclica que jamás a aportado soluciones). Claro que se trata de una derrota, no nos caigamos a cuentos ¿pero la derrota de qué? De un proyecto preciso de reforma constitucional, pero también de la aceptación de prácticas disociadas del discurso socialista. El desfase entre lo que muchos de los llamados “revolucionarios” dicen y hacen se ha vuelto en muchos casos grosero. No hay que utilizar una lupa para ver los desastres que, en algunos sectores pertenecientes al Estado, están aconteciendo dentro y fuera del país. Cómo es el caso de muchas de nuestras misiones diplomáticas en el exterior. Entonces ¿Qué significa y qué implica estar preparados para el socialismo? Yo sigo en busca de respuestas a esta pregunta, de cuya validez intrínseca dudo. En lo que sí creo es en la necesidad de emprender con urgencia la transformación de las relaciones sociales, pero igualmente de las económicas y las políticas. La profundización de lo que significan e implican dichas transformaciones, teniendo un horizonte socialista depurado de las taras revisionistas y de las prácticas corruptas, es un proceso que debe darse tanto a nivel popular como al interior del aparato del Estado. Y esto solo puede darse a partir del desarrollo de mecanismos permanentes de contraloría, social y administrativa. Cada quien, desde su esfera de actividades, debe supervisar de cerca el funcionamiento de los espacios en donde se mueve (consejos comunales, cooperativas, empresas, administración pública… ¡todo!) para que luego puedan ser aplicadas las sanciones y correcciones necesarias. Esta contraloría tiene que convertirse en una forma ética natural de enfrentar la vida en sociedad, más no en una inquisición moralista y mucho menos en una estrategia ideológica que excluya en lugar de incluir. El camino es duro pero ineludible. psycogaby@hotmail.com


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