Homenaje a Pablo Neruda 34 aniversario de su muerte

“Un pacto de amor por Venezuela”

 
 

“Tengo un pacto de amor con la hermosura
Tengo un pacto de sangre con mi pueblo”:
Pablo Neruda.

Es importante que los pueblos aprendan de las experiencias de sus hermanos, que la sangre y el dolor de otros pueblos tenga así sentido en las alegrías de los que ahora vencerán. Por eso saludamos el que este septiembre 2007 en la República Bolivariana de Venezuela hayamos tenido una gran difusión de la situación chilena, a 34 años del golpe fascista que derrocó a Salvador Allende.

Pero cuidado, que es peligroso mirar hacia atrás sólo como ejercicio de nostalgia. Hemos visto decir que “Allende vive…” Para nosotros no es suficiente: para nosotros la consigna correcta es “Allende Vive en la Victoria de la Revolución Bolivariana”. Por eso hoy, tocando el tema chileno desde nuestra trinchera de cultura popular, levantamos estas líneas en recuerdo de un allendista ejemplar, el poeta Pablo Neruda, Premio Nóbel de Literatura 1971.

“El Orinoco es como un apellido que me falta.

Yo me llamo Orinoco…”

Pablo Neruda nace el 12 de Julio de 1904 en Parral, Chile. En el Registro Civil quien aparecerá es Neftalì Reyes Basoalto, hijo de Rosa Basoalto de Reyes y José del Carmen Reyes Morales. Dada la muerte de su madre, en 1910 su padre se traslada a Temuco y contrae matrimonio con doña Trinidad Candia Malverde, quien terminará criándolo con toda la ternura de una madre: “Oh dulce mamadre, / nunca pude / decir madrastra…”

En 1910 ingresa al Liceo de Temuco, donde llegará luego como directora la poetisa Gabriela Mistral, más tarde también Premio Nóbel de Literatura. En los recreos de ese liceo, el niño Pablo le presenta a ella sus primeros poemas, para que se los comente, se los corrija. El 30 de Junio de 1930, siendo el cumpleaños de su “mamadre”, Neruda le muestra un poema a su padre. “¿De dónde lo copiaste...?” le dice el señor. En 1920 adopta definitivamente el pseudónimo de Pablo Neruda. El 14 de Octubre de 1921, ya en Santiago, gana el concurso de la Federación de Estudiantes de Chile, FECH (de la Universidad de Chile, fundada por don Andrés Bello). En 1924 se publica la primera edición de “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, libro que ya en los años sesenta ha pasado los veinte millones de copias en variadísimos idiomas. En 1927 es Cónsul de Chile en Rangún, iniciando un largo periplo diplomático, que lo lleva hasta la España de la Guerra Civil. Al final de ésta, será Cónsul para la Inmigración de los refugiados españoles hacia Chile. En 1945 es elegido Senador por el Partido Comunista de Chile y gana el Premio Nacional de Literatura. Huye al exterior al ser perseguido por un gobierno que a puesto fuera de la ley al PCCh.

En 1950, edita en el exilio “El Canto General su obra cumbre, que en Chile aparece en edición clandestina. Entre 1958 y 1959 Neruda pasa varios meses en Venezuela: “Canto a Bolívar”, “Oda a los Nombres de Venezuela”, “El Cinturón” (que aquí reproducimos), son poemas relacionados con Venezuela. En 1969 es uno de los candidatos presidenciales de la izquierda chilena: junto a otros, renuncia para fortalecer la candidatura única que lleva a la presidencia de Chile a Salvador Allende. En 1971 es embajador de Chile en Francia y recibe el Premio Nóbel de Literatura. Neruda muere el 23 de Septiembre de 1973 a pocos días del golpe fascista del 11 de Septiembre que derroca al Presidente Allende. Como dijo Alí, “porque era mucho poeta, para ver morir su pueblo, y sobrevivir al hecho.”

Mascaròn de Proa ¡ y Llanero..!

En una escuelita del llano venezolano, Neruda pidió a la Directora del plantel lo acompañara hasta una formación sobre la que varios niños y niñas jugaban encaramados. Ante la incredulidad de todos, Neruda precisó que aquello no era ningún “muñeco enterrado” sino un “Mascaròn de Proa”. Un tiempo después (es el año de 1959), en la Sala de Conciertos de la UCV, Neruda lee por primera vez en público, la “Oda a los nombres de Venezuela”, que aquí reproducimos. Terminada su lectura, una comisión de poetas venezolanos, le hace entrega ­­­-- grata sorpresa-- del mascaròn de proa que él había identificado semienterrado en una escuela llanera, y que desde entonces compartirá con otra pieza similar su casa de Isla Negra, en Chile.­

Con Neruda, por Evo.

Pablo Neruda estaba muy consciente de la importancia de la solidaridad en la lucha de los pueblos. Pocos meses antes del golpe fascista contra el gobierno del Compañero Presidente Salvador Allende, publicó un pequeño libro, “Incitación al Nixonicidio y Alabanza de la Revolución Chilena”, por ciento muy incomprendido y criticado por la intelectualidad literaria de esos días en Chile. Que no era un libro digno de Neruda, decían. Que era un panfleto. Pero Neruda estaba clarito. En un dramático verso decía “Chile es un Viet-Nam silencioso…” aludiendo a la situación de falta de solidaridad internacional para amarrarle las manos al imperialismo y sus preparativos para devorarse la democracia chilena.

Durante el gobierno de la Unidad Popular en Chile se recibían múltiples líderes y personalidades que llegaban como “observadores del proceso”…

El término era tan repetido, dada la cantidad de visitantes, que entre los compañeros que militábamos en la juventud de aquellos días se hacía la broma de decirle “observadores del proceso” a los compañeros que echaban carro.

Esta cantidad de distinguidos visitantes hacía cálidos discursos y eran muy generosos en sus adjetivos y apelativos, pero más allá de la visita, a veces con visual medio morbosa, a ver si eso servía o no servía, lo cierto es que al volver a sus países no había una movilización de activa y concreta solidaridad. Solidaridad con capacidad de meter el suficiente ruido como para hacer retroceder al imperialismo… como nosotros sí lo hacíamos por Viet-Nam, por Cuba, por todo pueblo que necesitase de nuestro apoyo… Cuando los gringos descargaron sobre Hanoi, en una sola noche, tantas bombas como las que recibió Berlín durante toda la Segunda Guerra Mundial, ahí mismo, en el amanecer de la noche siguiente, todo Santiago amaneció pintado con tamañas letras que decían “Hanoi no estás sola…”

Una vez, entre los sesenta y los setenta, durante el gobierno de Eduardo Frei, a propósito de la visita a Chile de Juan Carlos Onganía, el dictador argentino, las Brigadas Ramona Parra pintaron en la vía al aeropuerto de Pudahuel, con sus gigantescas letras “Fuera Onganía Gorila”. El gobierno movió a su policía y le echaron pintura blanca sobre la pinta… y los “Ramona Parra” volvieron a pintar sus letrotas y la policía a tapárselas de blanco otra vez… Los muchachos volvieron al local del Comité Central y se estaban preparando para echar un sueñito antes de pararse para asistir a sus clases de liceo o sus trabajos, cuando les avisaron que la policía había pintado de blanco oooootra vez la pinta del aeropuerto… Esta vez no salieron, esperaron la hora en que la policía cumplía su ritual del cambio de guardia de las seis de la mañana, así que se pintó con el amanecer, a la vista de los trabajadores viajando a sus labores. En tanto los policías, cuando terminaron su ceremonia y el nuevo turno salió a la calle, el mural había pasado otra vez a manos de los jóvenes, y el “Fuera Onganía Gorila” con sus letrotas de dos metros de alto, brillaba con el sol de la mañana. Pero no sólo eso, ya la comitiva venía del aeropuerto, y Eduardo Frei debió compartir con su dictador de visita la colorida bienvenida de nuestros jóvenes, esfuerzo solidario en favor del pueblo argentino que sufría los crímenes de Onganía y sus huestes.

Durante el gobierno de Allende, sin dudas que faltó solidaridad internacional hacia Chile. Luego vino el golpe, la muerte en combate del compañero presidente, la muerte de Víctor, de José Tohá, de Neruda, de Letelier, de Carlos Prat, de Miguel Henríquez… y todo el dolor de la derrota… y entonces surgió una solidaridad internacional increíble en favor del pueblo chileno, una solidaridad que superó incluso la que llegó a tener Viet-Nam… pero ahí, cuando ya estábamos derrotados, cuando todo era llorar sobre la leche derramada.

Que no le pase esto a otro pueblo. Que seamos capaces de amarrarle las manos al imperialismo. Que no suceda con EVO y el emocionante proceso boliviano, lo que aconteció con el pueblo chileno. Que el recordar a Allende, que el recordar a Víctor, que el recordar a Neruda sirva para algo más que un ejercicio de nostalgia y esta historia por demás reciente nos motive para hacer concretos y acertados actos de solidaridad con Bolivia, su gobierno revolucionario y su pueblo. Y ya, porque el imperialismo los está montando en su olla de muerte y dolor, lo está haciendo ahorita, ante nuestros ojos.

No se lo permitamos. Y vamos haciendo solidaridad con Evo y su gente, mientras Neruda se sigue despidiendo así de las “Tres Niñas Bolivianas” :

Silenciosas hermanas, ahora
despidámonos de esta tarde
color de sangre y de azufre
yo por aquí me voy a Chile,
ustedes suban al planeta.

Ya volveré, ya nos veremos,
ya podremos andar un día
y contar bienes más extensos:
repartiremos la verdad,
viviremos en una estrella.

El Tano

Poeta Inurbano, Diseñador Gráfico,
Coordinador General de Abrebrecha-UCV

abrebrechaUCV@yahoo.com


A continuación tres poemas:


Oda a los Nombres de Venezuela

Los llanos requemados de febrero,
ardiente es Venezuela
y el camino divide
su extensa llamarada,
la luz fecundadora
despojó el poderío
de la sombra.
Cruzo por el camino,
mientras crece
el planeta a cada lado,
desde Barquisimeto
hacia Acarigua.
Como un martillo
el Sol pega en las ramas,
clava clavos celestes
a la tierra,
estudia los rincones
y como un gallo encrespa su plumaje
sobre las tejas verdes de Barinas,
sobre los párpados de Suruguapo.

Tus nombres Venezuela,
los ritos enterrados,
el agua, las batallas,
el sombrío enlace
de jaguar y cordilleras,
los plumajes
de las desconocidas aves condecoradas por la selva,
las palabras apenas entreabiertas
como de pluma o polen,
o los duros nombres de lanza o piedra:
Aparurén, Guasipati, Canaima,
Casiquiare, Mavaca o más lejos, Maroa,
donde los ríos bajo las tinieblas
combaten como espadas,
arrastran tu existencia,
madera, espacio, sangre,
hacia la espuma férrea del Atlántico.

Nombres de Venezuela
fragantes y seguros
corriendo como el agua
sobre la tierra seca,
iluminando el rostro de la tierra
como el araguaney cuando levanta
su pabellón de besos amarillos.

Ocumare,
eres ojo, espuma y perla
Tocuyo, hijo de harina,
Siquisique, resbalas
como un jabón mojado y oloroso
y, si escogiera, el sol
nacería en el nombre de Carora,
el agua nacería en Cabudare,
la noche dormiría en Sabaneta.

En Chiriguare, en Guay, en Urucure,
en Coro, en Bucarai, en Moroturo,
en todas las regiones
de Venezuela desgranada
no recogí sino éste,
este tesoro:
las semillas ardientes de esos nombres
que sembraré en la tierra mía, lejos.


El Cinturón

CARLOS AUGUSTO me ha mandado

un cinturón de cuero de Orinoco.

Ahora a la cintura

llevo un río,

aves nupciales que en su vuelo levantan

los pétalos de la espesura,

el ancho trueno que perdí en la infancia

hoy lo llevo amarrado,

cosido con relámpagos y lluvia,

sujetando mis viejos pantalones.

Cuero del litoral, cuero de río,

te amo y toco,

eres flor y madera, saurio y lodo,

eres arcilla extensa.

Paso mis manos sobre tus arrugas

como sobre mi patria.

Tienes labios

de un beso que me busca.

Pero no sólo amor, oh tierra, tienes,

sé que también me guardas

la dentellada, el filo, el exterminio

que preguntan por mí todos los días,

porque tu costa,

América, no tiene sólo plumas

de un abanico incendiario,

no tiene sólo azúcar luminoso,

frutas que parpadean,

sino que el venenoso susurro

de la cuchillada secreta.

Aquí sólo

me he probado el río:

no queda mal en mi cintura.

El Orinoco

es como un apellido que me falta.

Yo me llamo Orinoco,

yo debo ir con el agua a la cintura,

y desde ahora

esta línea de cuero

crecerá con la luna,

abrirá sus estuarios en la aurora,

caminará las calles

conmigo y entrará en las reuniones

recordándome

de dónde soy:

de las tierras abruptas

de Sinaloa y de Magallanes,

de las puntas de hierro andino,

de las islas huracanadas,

pero más que de todos los sitios,

del río caimán verde,

del Orinoco, envuelto

por sus respiraciones,

que entre sus dos orillas siempre recién bordadas

va extendiendo sus cantos por la tierra.

Carlos Augusto, gracias,

joven hermano, porque a mi destierro

el agua patria me mandaste.

Un día

verás aparecer en la corriente

del río

que desatada corre y nos reúne,

un rostro,

nuestro pueblo,

alto y feliz cantado con las aguas.

Y cuando ese rostro nos mire

Pensaremos «hicimos nuestra parte»

y cantaremos con nuestros ríos,

con nuestros pueblos cantaremos.

¡Con nuestros pueblos cantaremos! •

 


Canto a Bolívar


Padre nuestro que estás en la Tierra, en el agua, en el aire

de toda nuestra extensa latitud silenciosa,

todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:

tu apellido la caña levanta a la dulzura,

el estaño Bolívar tiene un fulgor Bolívar,

el pájaro Bolívar sobre el volcán Bolívar,

la patata, el salitre, las sombras especiales,

las corrientes, las betas de fosfórica piedra,

todo lo nuestro viene de tu vida apagada,

tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,

tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.

Tu pequeño cadáver de capitán valiente

ha extendido en lo inmenso su metálica forma,

de pronto salen dedos tuyos entre la nieve

y el austral pescador saca a la luz de pronto

tu sonrisa, tu voz palpitante en las redes.

De qué color la rosa que junto a tu alma alcemos?

Roja será la rosa que recuerde tu paso.

Cómo serán las manos que toquen tus cenizas?

Roja serán las manos que en tu ceniza nacen.

Y cómo es la semilla de tu corazón muerto?

Es roja la semilla de tu corazón vivo.

Por eso es hoy la ronda de manos junto a ti.

Junto a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,

y otra más, hasta el fondo del continente oscuro.

Y otra mano que tú no conociste entonces

viene también, Bolívar, a estrechar a la tuya:

de Teruel, de Madrid, del Jarama, del Ebro, de la cárcel, del aire, de los muertos de España

llega esta mano roja que es hija de la tuya.

Capitán, combatiente, donde una boca

grita libertad, donde un oído escucha,

donde un soldado rojo rompe una frente parda,

donde laurel de libres brota, donde una nueva

bandera se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora,

Bolívar, capitán se divisa tu rostro.

Otra vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.

Otra vez tu bandera con sangre se ha bordado.

Los malvados atacan tu semilla de nuevo,

clavado en otra cruz está el hijo del hombre.

Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,

el laurel y la luz de tu ejército rojo

a través de la noche de América con tu mirada mira.

Tus ojos que vigilan más allá de los mares,

más allá de los pueblos oprimidos y heridos,

más allá de las negras ciudades incendiadas,

tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:

tu ejército defiende las banderas sagradas:

la Libertad sacude las campanas sangrientas,

y un sonido terrible de dolores precede

la aurora enrojecida por la sangre del hombre.

Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.

La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,

de nuestra joven sangre venida de tu sangre

saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.

Yo conocí a Bolívar una mañana larga,

en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,

Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?

Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:

“Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo” •



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El Tano/ Abrebrecha UCV

Poeta inurbano, diseñador gráfico. Integró el equipo de comunicaciones de La Moneda cuando el presidente Allende en Chile. En Venezuela, diseñador de los empaques de los productos Casa, que se venden en Mercal. Coordinador de Abrebrecha-UCV. Del Colo-Colo en Chile y del Zamora en Venezuela.

 abrebrechaucv@yahoo.com      @eltanoyea

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