He aquí la importancia determinante de la reelección presidencial indefinida

La oposición se estremece criticando de que la reforma constitucional planteada por Chávez niega la alternabilidad. Cuando nosotros nunca habíamos tenido realmente alternabilidad desde que Bolívar nos dejó de gobernar. El pueblo no quiere ver una sucesión de monigotes todos parecidos entre sí, discurriendo por Miraflores. En América nunca realmente había tenido algo distinto de lo que le gustara a los gringos, porque sino se nos declaraban guerras, atentados, sabotajes y horribles asesinatos. Más aún, es imposible concebir democracia alguna, en el sentido superior como lo han planteado los grandes genios y filósofos desde Grecia, teniendo como tenemos al tenebroso monstruo de los Estados Unidos allí siempre amenazante invasor, condicionante de nuestras economías y fresco genocida agresor frente a nosotros. ¿Por qué no se permitió la alternancia en Guatemala en 1954, cuando se derroca a Jacobo Arbenz? ¿Por qué no se permitió a Santo Domingo que Juan Bosch asumiera el poder, y en su lugar los marines tomaron a Santo Domingo asesinando a mansalva? Una vez que se produce la invasión y los gringos consiguen en República Dominicana la paz que les encanta, entonces decidieron que aunque Juan Bosch hubiese ganado las elecciones no debería gobernar su país. Lo mismo hicieron en Chile, impidiendo que don Salvador Allende iniciara un cambio en su patria. Es decir, ese tipo de alternancia les provocaba horror. A Bucharán lo descabezan en Ecuador acusándolo de loco, y así sucesivamente.

Así ha sido la política del Tío Sam desde que asesinaron a Sucre, cuya alternancia tampoco les interesaba. En el siglo XX en nuestro país se negaron la alternancia que representaba Isaías Medina Angarita y lo derrocaron; lo mismo hicieron con Carlos Delgado Chalbaud, a quien mataron, y cuando no les convino Pérez Jiménez también los echaron en el basurero. Luego instauraron las bella democracia representativa en la realmente nunca hubo alternancia alguna: de Rómulo Betancourt a Raúl Leoni con miles de políticos muertos y desaparecidos; luego siguió otro igual o peor: el curita Rafael Caldera. Más tarde el llamado “Guachimán”, agente encubierto de la CIA y el mayor ministro represor de Relaciones Interiores que haya conocido nuestro país desde Gómez, Carlos Andrés Pérez. En tal cadena de desastres con una Deuda Externa insólita y catastrófica le continuó en el poder Luis Herrera Campins, quien acabó por continuar la carrera horrible del endeudamiento y el inicio de una quiebra financiera y bancaria imparable hasta que Chávez llega al poder. Después de Herrera Campins viene el acabose del Barraganato con Lusinchi y CAP otra vez. Y de nuevo, en tan bella alternancia, vuelve por sus fueros el malévolo e hipócrita jesuita de Caldera, quien se apoya para lanzarse candidato en la popularidad de Chávez, destroza a su partido COPEI y le birla las elecciones al pobre imbécil de Andrés Velásquez. Por cierto, veamos un poco más en que radica la ALTERNANCIA que piden los amigos de Estados Unidos: cuando Andrés Velásquez gana las elecciones, el Departamento de Estado envía a una comisión para en la embajada norteamericana en Venezuela se tenga una reunión con Andrés. En esa reunión se encuentra presente Ramón Velásquez, y se le pide a Andrés que decline a favor del veterano Caldera quien tendrá mejor pulso para sortear la difícil situación que se cierne sobre el país. Es decir, no es hora de alternabilidad alguna. Se le hace una tentadora oferta en dólares a Andrés, además de decírsele que el todavía está muy joven y que encontrándose tan anciano Caldera, y él aprovechando el tiempo para prepararse mejor, sin duda de que en el próximo torneo electoral no tendrá contendor de valor al frente. De momento allí se le entrega una jugosa suma para que organice a su partido y vuelva a la lucha.

CHÁVEZ PERSIGUE ETERNIZARSE EN EL PODER: También se lo achacaron a Bolívar un grupo numeroso de diputados (más eternizados en el poder que nadie) dirigidos por los santanderistas de Vicente Azuero, Francisco Soto y Diego Fernando Gómez.

No vacilamos en catalogar a Chávez como un verdadero genio político, y jamás la obra de un genio no es un mero producto de sus caprichos o antojos. Don Quijote de la Mancha no era un capricho de Cervantes, ni Ana Karenina una manía extravagante de su autor. El hombre de genio en plena actividad creadora no se pertenece; trabaja con una responsabilidad por encima incluso de lo humano, de lo bueno o de lo malo; más allá de toda categorización o concepto. El vive en una caza permanente de las relaciones vitales. Decir que Bolívar era tirano o que Chávez persigue perpetuarse aed etermam en el poder es como decir Sthendal, Flaubert, Balzac, Dostoyevsky, eran déspotas, impositivos, negados a toda alternabilidad en sus cargos de creadores, y tiranos con sus obras, con sus personajes. Bolívar, alfarero de repúblicas, debía conducirse como un dios en su propio universo. O como dice Flaubert: el creador es una segunda naturaleza y debe comportarse como tal. El pueblo no concibe a Chávez sino como su gran conductor, como el Jehová que nos conduce a la tierra prometida. No podemos en medio de este camino transigir y cambiar de mando, de piloto en medio de la travesía; sería exponernos a una desgracia y una locura. Esas naturalezas traen consigo sus cataclismos o sus magnificencias: desestabilizan regímenes, los pueblos se movilizan magníficamente en sus presencias; los verdugos y oligarcas tiemblan, América Latina despierta de su letargo y Estados Unidos recula en sus pretensiones colonialistas.

Tanto Bolívar como Chávez tienen honda aversión por los oficios de bufete. Pero en verdad que estos dos “tiranos” son en definitiva hombres muy solitarios; sus clamores raramente son oídos o entendidos por los leguleyos; los verdaderos interpretes de sus clamores y dolores son los de abajo; siempre se respira un aire mefítico y una mala fe solapada en esas capas de intelectuales o sesudos analistas. Estas ingratitudes, unidas a la visión de su genio, acrecentaban día a día su dolor, llegando al extremo de entregar el poder, las armas y todos sus bienes para que la lengua lapidaria de sus enemigos con mayor libertad y fuerza le llamara Tirano.

Dice El historiador Luis Vargas: que en la alternancia en los gobierno de los partidos AD y COPEI, no fue producto de motivos pragmáticos y perversos. “Los gobiernos puntofijistas eran más nominales que reales, pues el verdadero poder estaba en los círculos capitalistas nacionales y en el centro de poder imperial norteamericano. Los sucesivos presidentes no pasaban de ser simples amanuenses, administradores de esos intereses. Por eso se obligaron a alternarse, para disfrutar de las cuotas de privilegios que la burguesía y el imperialismo les asignan a sus cómplices nacionales.”

Añade Luis Vargas que fue así como nació también la alternancia después de la guerra de Independencia, como una distribución de privilegios entre caudillos, que primero descuartizaron la Gran Colombia, para luego proceder a repartirse la Venezuela que Bolívar independizó. Como un acuerdo entre pillos surgió esa alternancia, que de lo contrario amenazaba con perpetuar las guerras civiles. El Libertador estaba consciente de ello y por eso llegó a aceptar la dictadura, como única fórmula para controlar los apetitos desatados de la jauría de generales, que querían cobrar en efectivo sus servicios a la patria. Pero hay que agregar que no es posible la existencia de una democracia en América Latina que permita gobiernos que no enteramente sometidos a los dicterios de Washington. En tal sentido se puede predecir qué tipo de alternancia tenemos en nuestro continente: la alternancia de los mismos. Debido a la brutal presencia del Tío Sam en nuestras decisiones, han tenido que surgir tipos de gobiernos que para ellos no son reconocibles como legales y como propios de nuestra cultura y tradiciones. Todos los movimientos nacionalistas por esta razón han sido ahogados en sangre por el imperio norteamericano.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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