¿Cuándo la belleza es inmortal?

​—¡Qué emoción trae esta mañana, Pipo! ¡La Tacarigua de Margarita está sonriente!

​Juancho Marcano, el periodista de verbo sencillo y alma noble, estaba en su jardín. La madrugada había dejado una lluvia breve y precisa, de esa que no daña, sino que despierta los colores. El sol, asomándose sobre los cerros aledaños, pintaba un paisaje de diferentes tonalidades de verde.

​Juancho aspiró el aire cargado de ozono y tierra mojada. El rocío era un diamante líquido sobre cada pétalo. Las ixoras parecían faroles encendidos, un rojo tan vibrante que parecía daba calor. Las Calas, con sus distintos colores, inmaculadas y erguidas, eran la quintaesencia de la elegancia. Y las trinitarias que trepaban la cerca, una explosión magenta y rosada.

​—Mira, Pipo, la hermosura efímera —dijo Juancho—. Este brillo, esta frescura después de la lluvia... Es tan impresionante como fugaz. Se lo lleva el viento, el sol, la prisa. Es una pena que esta perfección se desvanezca en unas pocas horas.

​Pipo, observó al periodista y meneó la cola con la parsimonia de quien medita sobre la eternidad.

​—Pero te pones como triste,Juancho, dijo el perro en voz baja.

—¿Qué dices? ¿Que no me ponga melancólico? Tienes razón. Pero no puedo evitar sentir admiración. Esta es la belleza en su estado más puro, la que nos regala la vida sin pedir nada a cambio. ¡Una dicha!

​Juancho se acercó a oler unas Calas. Sabía que al mediodía, el efecto de la lluvia se habría marchado.

​—Lo que nos toca tan hondo, perdura de otra manera, Juancho —Dijo Pipo con voz suave—. El brillo de las ixoras, la nobleza de las Calas, la sonrisa del cerro... Pasan en la vida. Pero usted es periodista y usted las escribe.

​Pipo se sentó y lo miró fijamente:

​—Esta fragilidad, Juancho, la que le impresiona, es el germen de su arte. La belleza se salva en las palabras. Recuerde el pensamiento de Leonardo da Vinci: "La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte". Usted es el guardián de esta Tacarigua fugaz.

​Juancho Marcano asintió, con una sonrisa amplia y sincera. La belleza, comprendió, era inmortal cuando se convertía en una crónica.



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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