La juventud esta agotada

En la actualidad, los jóvenes parecen llevar una carga que va más allá de sus años. Con un estilo de vida que se agita entre la noche y el día, la juventud contemporánea vive atrapada en un ciclo incesante de entretenimiento nocturno y obligaciones diurnas. Estudian o trabajan durante el día, pero es en las horas de la noche cuando se entregan a las actividades que, en teoría, deberían liberarles del estrés y la fatiga. Sin embargo, esta dinámica los deja exhaustos, como si el trasnocho fuera su estado natural.
 
El agotamiento es evidente en cada gesto y en cada palabra que no dicen. Hoy en día, ya no se ven actos de cortesía como ceder el asiento a los adultos mayores en el transporte público. El ideal de respeto y consideración parece haberse desvanecido, dando paso a una apatía que se traduce en bostezos constantes; un síntoma de un trasnocho permanente que se adhiere a su piel. Caminan encorvados, como si la juventud hubiera sido arrancada de sus espaldas para dejar solo un rastro de cansancio y desdén.
 
Al mirar a su alrededor, lo que encuentran son pantallas. Sus ojos se fijan en techos, cielos o en la luz azul de sus dispositivos, en lugar de verse a sí mismos o al mundo que los rodea. Las conversaciones han sido reducidas a frases cortas, carentes de profundidad y reflexión. Ya no se detienen a opinar, a escribir su mundo o a compartir sus vivencias. Se desplazan como autómatas, resignados a una existencia que les priva de su voluntad, sacrificándola al altar de un patrón laboral que apenas les reconoce como individuos.
 
Sus momentos más íntimos se han convertido en rituales de conexión digital en bibliotecas improvisadas, donde los baños pasan a ser meros espacios de transición. La búsqueda de un "like" supera la necesidad fisiológica, y en esa desconexión emocional, pareciera que la esencia de ser joven se desdibuja. Han dejado de pensar, de sentir su propia voz; lo único que les queda es el anhelo de poder descansar hasta el próximo trasnocho.
 
En el transporte público, los adultos mayores observan con nostalgia y tristeza. "Que lástima", se dicen entre ellos. "Siéntate ahí, hijo, yo iré de pie", mientras los jóvenes, completamente inmersos en su propio mundo, miran hacia otro lado. La escena se repite día tras día, un recordatorio de que los jóvenes están cansados; agotados y trasnochados, buscan en vano un respiro en medio del ruido y la presión constante. La generación del ocio digital está perdiendo su chispa, y lo que queda es un eco de lo que una vez fueron.


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Jhonny Hernández


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