Las políticas sociales y las políticas socialistas no son lo mismo, aunque pueden compartir objetivos superficiales de beneficios para grandes sectores de la población. Y los gobiernos muchas veces se presentan orgullosos del bienestar que han alcanzado en su capitalismo, las clases trabajadoras que en él conviven.
Con la disminución de la influencia socialista y la desaparición del miedo externo al comunismo están desapareciendo o siendo eliminadas o atacadas directamente los beneficios que con el nombre de políticas sociales, el Estado había otorgado a su población trabajadora, aquella que no es dueña de medios de producción ni de instrumentos de trabajo. El objetivo del ataque es lograr que toda la riqueza social que administra el Estado sea traspasada directamente a las oligarquías, empresarios y terratenientes. Piensen en Argentina de hoy.
Las políticas sociales y las políticas socialistas no son lo mismo por la sencilla razón que tiene origen diferente, reaccionando unas de otras, las políticas socialistas nacen como parte integrante de la política general de la revolución y las políticas sociales fue una reacción capitalista a ellas. Tardía y disminuida pero tuvo su efecto apaciguador contrarrevolucionario.
Las políticas socialistas no están dirigidas a beneficiar a un sector social o una parte de la población, sino que atiende todas las necesidades de la población. Las políticas sociales dependen de la disponibilidad presupuestaria, por lo que nunca alcanza para todos.
Pero a pesar de estas abisales diferencias, y donde tiene una gran responsabilidad la ausencia de una intelectualidad socialista y revolucionaria que aclare las cosas, en el imaginario político actual, suele confundirse el concepto de "políticas sociales" con el de "políticas socialistas", como si ambos respondieran a una misma matriz ideológica.
Sin embargo, esta confusión, fue creada para desactivar la potencia transformadora del socialismo que dejaba desnudo desde 1917 al mundo capitalista ante la situación social y económica de la población. Con estas políticas sociales compensaron en lo comunicacional la diferencia de trato hacia los trabajadores en el capitalismo y en el socialismo.
Las políticas sociales nacen dentro del sistema capitalista como respuestas tácticas ante desigualdades generadas por el propio funcionamiento del mercado. Su propósito principal no es transformar las estructuras productivas o las relaciones de propiedad, y mucho menos transformar las vías de acceso al poder político, sino amortiguar sus efectos más nocivos.
Así, el Estado se convierte en un gestor del alivio, aportando mínimos de subsistencia mediante subsidios, salud pública, educación, pensiones. Medidas correctivas, no estructurales. Su lógica es funcional: mantener la paz social y evitar la disolución del orden liberal.
La desaparición del socialismo como una alternativa ideológica y política en las naciones, que mostrara estos hechos indiscutibles, permitió la reaparición de la derecha en todas sus presentaciones, el fascismo y el nazismo, e inclusive surge el capitalismo sin lo social, que como en el caso de Estados Unidos y de Argentina, solo se ocupa del bienestar de la clase dominante y eliminando aun la más mínima atención a las clases trabajadoras.
En cambio, las políticas socialistas no buscan administrar la escasez, sino crear nuevas formas de riqueza, de producción y distribución. Buscan cambiar el sistema capitalista junto con su gran aliado como es la religión, por otro sistema, el socialista. Sus políticas se articulan desde una lógica transformadora, apuntando a nuevas relaciones sociales y económicas basadas en la corresponsabilidad, el trabajo como derecho y la propiedad común o colectiva. No se contentan con suavizar las grietas del sistema; aspiran a redefinir sus cimientos.
La confusión entre ambas nociones ha sido útil para ciertos sectores del poder, que han promovido la idea de que toda política social es "socialista", ocultando que muchas veces estas medidas son defensivas, no emancipadoras.
Esto ha permitido que gobiernos de derecha no fascistas, tengan dentro de su programa político la mejora de las condiciones de vida de la población, no generando más riqueza a repartir, sino distribuyendo la existente mediante políticas sociales en salud, educación, deportes. Inclusive el FMI y el BM a la par de sus políticas súper aplastadoras de las clases trabajadoras recomiendan a sus beneficiarios, aun en el caso de Milei, cuidar lo social. Algo así que no se te pase la mano.
Por lo que esta confusión, ha servido para desactivar la potencia transformadora del socialismo al reducirlo a meras estrategias de compensación distributiva. Así, el Estado se convierte en un gestor del alivio, garantizando mínimos de subsistencia mediante subsidios, salud pública, educación básica o pensiones. Son medidas correctivas, no estructurales. Su lógica es funcional: mantener la paz social y evitar la disolución del orden liberal.
Contra ese estado se ha irrumpido desde la derecha para monopolizar toda la riqueza nacional en manos de los empresarios y sus acompañantes, políticos o clases parasitarias. Es el caso del gremio agroindustrial argentino que pide que se le eliminen a ellos los impuestos y se los coloquen a los jubilados, pues ellos no producen nada. Estos son sectores que sostienen el planteamiento que toda política social es "socialista", sin entender que estas medidas son defensivas, no emancipadoras. A su vez, ha contribuido a que amplios sectores populares identifiquen el socialismo con el asistencialismo o el clientelismo.
En tiempos de crisis global y debilitamiento estatal, una tarea política es evitar que el socialismo sea confundido con una administración benévola del capitalismo, sino propuesto como construcción colectiva de otro orden posible.