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La Gran Colombia sirvió de laboratorio para los primeros ensayos y experimentos de EE UU en sus proyectos propiciadores de subversiones solapadas en toda América Latina. Subversiones que llevaban implícitos actos terroristas y derrocamiento de gobiernos que de algún modo pudiesen hacerle sombra al naciente imperio norteamericano. En 1825, con el triunfo en Ayacucho, Colombia se presentó como un poderoso peligro "a la seguridad nacional de Estados Unidos". Como un terrible adversario, ideológico y político, para los proyectos expansionistas, en ciernes de Norteamérica. En 1826, varios agentes norteamericanos viajaron a Colombia para entablar conversaciones directamente con Francisco de Paula Santander para plantearla que podía contar con todo el apoyo de Estados Unidos en sus ideas y proyectos políticos, asistencia financiera y toda clase de protección en caso de que hubiese elementos y acciones "anti republicanos en su contra". Que nadie como él estaba llamado a dirigir los destinos de Colombia una vez que el Libertador, lleno de gloria y amor de su pueblo, se retirase del campo militar y político. Que el gran país de George Washington estaba presto incluso para hacerle a su impoluta figura de estadista, una gran campaña (informativa y publicitaria) tanto en EE UU como en Europa para así, proyectar sus nobles propósitos liberales, de defensa del libre comercio, de la igualdad y de la propiedad.
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Dos puntos básicos les fueron presentados a Santander: 1- No existe necesidad alguna de llamar a una reunión de los recientemente pueblos liberados de España en Panamá, con un proyecto de unificación de diversos estados, muchos de ellos plagados de serios problemas internos, y que en todo caso de persistir en ese propósito, Estados Unidos podía aportar toda su experiencia de país libre, considerando vital importancia su ayuda para la fortaleza de las recientes naciones libres e incluso contar con un proyecto de unidad para evitar en lo futuro cualquier intento de colonización futura o de agresión por parte de Europa. Esta idea ya venía cocinando lo que acabaría siendo la fatídica y criminal Doctrina Monroe. 2- El otro punto clave para mantener una relación sana entre EE UU y Suramérica era que, por situaciones de interés pacífico y políticos para estas dos regiones del continente, de momento, no era conveniente embarcarse en una acción militar contra España en las islas de Cuba y de Puerto Rico. Estos agentes les dijeron al Vicepresidente de Colombia, que se sentirían profundamente honrados con su presencia tanto en la Casa Blanca como en una sesión especial del Congreso. En pocas palabras se le quería decir a Santander, por intermedio de otros elogios y panegíricos que él estaba llamado a realizar una obra superior a la del mismo Simón Bolívar, en el terreno de las leyes y de la libertad del hombre en el Nuevo Mundo. Este encuentro dislocó para siempre al famoso Hombre de Las Leyes.
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A partir de estos encuentros con varias delegaciones del Norte, Santander, artera y solapadamente inició un mortal sabotaje contra el Congreso de Panamá Terminada la Guerra de Independencia, dos grupos se van a enfrentar por establecer una política hemisférica común, por un lado Bolívar y por el otro Tomás Jefferson, Monroe y Henry Clay. Francisco de Paula Santander, con el ya convenido acuerdo con los agentes estadounidenses, procederá a sabotear el Congreso de Panamá, poniéndose del lado de la política colonialista de los yanquis. En la larga cadena de políticos manejables y comprables por Washington, él iba a ser el primero en la América Hispana en servir de vil puppet a los intereses norteamericanos. Era terriblemente mortal para Washington una Gran Colombia que pudiera llegar a extenderse por toda la costa Pacífica hasta Chile y la propia Argentina. La política hemisférica que se planteaban los gringos no era otra que la del Big Stick, la del Garrote. La génesis de lo que luego se conocería como Panamericanismo (América para los americanos) viene en parte a ser obra de Santander.
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Con artimañas y enredos jurídicos, Santander se las arregla para desoír las órdenes del Libertador. Su plan empieza por frustrar lo concerniente a la organización de aquel gran Congreso, fortaleza esencial para la unidad continental política y geoestratégica de nuestro hemisferio. El diplomático estadounidense Richard C. Anderson para su encuentro con Santander tenía preparada el plan de Jefferson, la de "absorber las colonias españolas pedazo a pedazo", la misma con que le arrebataron a México, en la "guerra de Texas" provocada por los algodoneros esclavistas, 944.825 millas cuadradas. Es decir, el territorio que hoy ocupan los estados de Texas, California, Arizona, Nevada, Utah, Nuevo México y Colorado. Bolívar consideró fuera de todo juicio y lugar el que los Estados Unidos pudieran formar parte del Congreso de Panamá porque ¿cómo podían ser incluidos en esta unión conociendo la posición colonialista de Jefferson, Monroe y Henry Clay, y porque las instrucciones de los delegados de Estados Unidos a este Congreso iban a llegar contaminados de órdenes opuestas a la liberación de Cuba y Puerto Rico? Esto lo tenía que saber muy bien Francisco de Paula, porque Bolívar estaba claro en que sin una alianza formal de los estados recientemente liberados era prácticamente imposible mantener la estabilidad de la región. Era igualmente necesario, crear un plan de defensa hemisférico entre todos los pueblos recién salidos del colonialismo español y a la vez prepararnos para no caer en la garra de otro feroz imperio. Decía genialmente el Libertador que nuestra América estaba desencontrada de sí, porque estaba abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares y combatida por la España. Que cuando los sucesos no están asegurados, y los estados son débiles, y las empresas son remotas, entonces los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones se agitan y los enemigos las animan para triunfar por este medio. Entonces proponía que fuésemos fuertes bajo los auspicios de una nación liberal que prestase su protección. De momento llegó a pensar que esta nación, podía ser Inglaterra, sacando del juego a EE UU, por consideraciones de orden político e histórico; el entendimiento con Gran Bretaña era de carácter táctico.
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Añadía el Libertador, con esa genialidad tan aguda y profunda, impregnada de ese amor tan entrañable y poético por lo nuestro: "Si me hubiera quedado un rayo de esperanza de que América pudiese triunfar por sí sola, ninguno habría ambicionado más que yo el honor de servir a mi país sin degradarle a la humillación de solicitar una protección extraña. Esta es la causa de mi separación de la costa firme. Vengo a procurar auxilios: iré en busca de esa soberbia capital; y si fuese preciso marcharé hasta el polo; y si todos son insensibles a la voz de la humanidad, habré llenado mi deber, aunque inútilmente, y volveré a morir combatiendo en mi patria". En parte, tal idea venía expresada en la Carta de Jamaica, la de formar de todo el Nuevo Mundo, una sola Nación con un solo vinculo que ligue sus partes entre sí y con el todo; pero entonces fue precisamente por este "boquete" confeccionado adrede por la mentalidad pronorteamericana de Santander por lo que él decide encontrar la excusa mágica y así invitar a los Estados Unidos y a Brasil al Congreso de Panamá. Incrusta, pues, en el alma de lo más vital y sagrado, la confederación de los países antes colonias de España, la más perversa cuña antibolivariana, esa que perseguían los yanquis, y que movería míster Richard Anderson en reuniones dentro del propio palacio de Bogotá. ¿Cómo Santander podía cometer tamaña traición, si tenemos en cuenta que ya Bolívar lo había planteado meridianamente, al decir que no sólo los europeos sino hasta nuestros hermanos del Norte se han mantenido inmóviles espectadores de nuestra contienda, y que al final nos habían reconocido porque habíamos triunfa en Boyacá y que lo habían hecho por egoísmo? (EN UN PRÓXIMO ARTÍCULO CONTINUAREMOS CON ESTE TRABAJO)