Cuánto hubiera preferido ver al niño Jesús y su familia en la escena más tierna y caritativa posible. Desde el lugar, de su nacimiento, transmitiendo uno de los momentos más felices de la vida. De por sí ya abrazado al sagrado derecho de nacer.
Cómo ha debido ser contemplado ese niño Jesús sonriente, acurrucado debajo del pañal de tela no dañino para él ni para el ambiente, acostado en cuna de ensueño y mirándonos, con ojos luminosos, a todos, libres, como si fuéramos estrellas en el cielo.
Allí, inclinada a su lado, muy cerquita su madre María, dispuesta a todo, garantizando los más abnegados cuidados, especialmente alimenticios y de seguro bienestar. Como toda progenitora siempre lista amamantar para verlo crecer sano y fuerte. De vestir confortable y sin prendas ajustadas se nos muestra sonriente al niño.
Desde luego José, orgulloso padre protector, regocijado con su iphone o smartphone realiza el selfie familiar para compartir la buena nueva. No hay escapes ni persecuciones étnicas. Cero estrés. Luce corte de cabello y barba como lo indica su peculiar estilo de vida.
Con ellos encontramos a Ángel Gabriel, hermano, camarada, fiel amigo de la familia presto a los servicios del gran momento de unión por la llegada al mundo de quien nos releva y continúa la vida. No se trata de un ser tóxico que viene a sonar trompetas para alejar nuestra paz y tranquilidad espiritual.
También contamos con la Vaca Mariposa y su terné acompañados del buey que dócilmente ha aceptado la condición de acompañar con su fuerza todo trabajo. Próxima la mula, fiel a las cargas y los pesados momentos con que debe respetarse la vida ajena, a los más débiles y desasistidos.
Hacia un lado y haciéndose notar montados en monopatín llegan los tres reyes magos procedentes de lugares llenos de amor, dicha y esperanzas. De ningún modo provenientes de reinos ni países colonizadores sino representantes de los nuevos tiempos multiétnicos y multipolar cargados de sabiduría, bondad y fortuna.
Y sobre ellos la luz más anhelada, en estos momentos, en sitios de serios conflictos de guerra: la estrella de la paz. No la bengala de un misil aproximándose.
Pero es lo que realmente vemos todos. Una nación con sus habitantes a punto de ser extinguida para imponerse un gran Estado opresor bajo el engaño de actuaciones portando banderas como símbolos de democracia, libertad y derechos humanos. ¿Qué pasa con la humanidad que desaparece ante las figuras del mundo opresor?
Ese pesebre de navidad en 2024 es la vergüenza del mundo occidental con niños muriendo en el holocausto del Oriente Medio, por enfermedades y hambre en África, por desnutrición y abandono en América Latina. Pero también están los niños que fallecen por hechos de violencia en los países desarrollados a causa de los excesos del consumo de drogas, el empleo y permisividad del manejo de armas de fuego y de la adicción cada vez mayor a los videojuegos.
De esta forma nos volcamos a la ingesta de imágenes dañinas donde los efectos están en asumir roles por encima de las leyes y el orden establecido. De continuar los líderes mundiales y magnates dueños de las grandes corporaciones financieras del planeta bombardeando pueblos y ciudades cuya población infantil quede menguada o amputada el futuro entonces será de las máquinas.