Por loco... ¡No por estúpido!

Un hombre conducía un pequeño vehículo europeo a lo largo de una oscura ca-lle de una pequeña población; de repente, pinchó uno de sus neumáticos, muy cerca de una casa de salud mental. Queriendo aprovechar la poca luz que le ofrecía un bombillo desde lo alto del muro que rodeaba la edificación, se acercó lo más que pudo hasta ella. Desmontó el neumático desinflado y procedió a sustituirlo por el repuesto; pero cuando fue a colocarle las tuercas no pudo ver dónde habían quedado éstas. Maldecía en alta voz, por lo que consideraba su mala suerte, cuando se dejó oír una voz desde lo alto del muro mencionado:
–Quítale una tuerca a cada rueda y te vas con tres en cada una– le sugirió un en-fermo que le observaba desde lo alto.
–¡Que buena idea; a mí no se me habría ocurrido algo así! ¿Cómo es posible que una persona tan inteligente se encuentre recluida en un sanatorio para enfermos menta-les?– le respondió el conductor del vehículo; tratando de mostrarse agradecido.
–¡Yo estoy aquí por loco; no por estúpido!– le replicó inmediatamente el enfer-mo, dando otra muestra de su rapidez mental.

Al igual que nuestro cuento, Chávez se encuentra en “el manicomio del gobier-no”, por “loco” y no por estúpido. Pero la palabra “loco” no sólo tiene la acepción de “enajenado mental”, como lo califican erróneamente sus enemigos políticos –de allí deriva la causa por la cual no lo han podido derrotar–; también significa “arriesgado”, que es más bien la que podría endilgársele. Se arriesgó a tratar de tomar el poder por las armas, y fracasó; los “políticos cuerdos” del momento lo dejaron libre porque, en una demostración de “inteligencia”, consideraron que si no había logrado alcanzar sus objetivos por la vía de las armas, que constituían sus instrumentos naturales, tampoco lo lograría por el camino de la política, elemento “totalmente desconocido para él”. Montaron el espectáculo y se sentaron a disfrutar con antelación del ridículo político en el que “el loco” quedaría: de esta manera “la democracia estaría preservada” y se establecería un escarmiento para todo aquel que pretendiera derribar “la sólida estruc-tura política” construida con mucho esfuerzo durante setenta años; pero “fortalecida cuidadosamente” en los últimos cuarenta.
Uno a uno ha dado muerte a todos los “leones” que ha enfrentado en el “coliseo de la política”; pero resulta de consideración especial –por ser la más pura manifesta-ción del “alquimismo político”, al pretender “reconciliar lo irreconciliable” para “tra-tar de detener lo indetenible”–, ha sido la “alianza obrero-patronal” que terminó con-vertida en un “sancocho cruzado” de componentes insustanciales que pretendió ser aderezado con el aliño militar, el cual resultó ser más insípido que los propios compo-nentes básicos, dando como resultado que del “caldero mágico” sólo saltara un inocuo gatito que fuera fácilmente domado por el pueblo venezolano, razón por la cual la los grupos desestabilizadores debieron acudir a la siguiente lección del manual entregado por sus financistas externos que ya estaban aplaudiendo el supuesto éxito de este acto de prestidigitación.
Muerto el “felino militar” recibieron instrucciones de recurrir al “león petrole-ro”, el cual –de acuerdo con lo señalado en el instructivo– devoraría al país para poder engullirse al “loco” que correría despavorido tratando de huir de la manada; pero nue-vamente el manual elaborado en la “lejana ciudad” desconoció la ley de “la selva lo-cal” y confundió los límites de cada reinado. El hombre se hizo “el loco” y se subió al árbol más alto para precisar la madriguera; dejó que todos “los leones” salieran, le ce-rró la retirada, los cercó y los aniquiló. Dejó escapar algunos “leones afeitados”, que en su intento de rugir sólo maúllan; pero sólo para que les cuenten a sus herederos que en esa selva existe ahora un rey muy poderoso al cual jamás deben volver a molestar.

Como “los dueños del circo” utilizan sus atracciones de acuerdo con la necesi-dad de llamar la atención del público, cambiaron el espectáculo y decidieron presentar la tragicomedia “Los Perseguidos” en donde los “payasos del circo” reclaman la “in-justa persecución de los leones” y alegan que sólo trataron de satisfacer su natural ape-tito animal; pero fueron “salvajemente exterminados” por quien sólo puede ser califi-cado de “loco”, debido a su conducta inapropiada. Recurrieron a la “sociedad interna-cional de protección animal” –a la que los dueños del circo creyeron controlar– y se quejaron de la crueldad demostrada. Ésta última, al observar el buen estado de “los leones” presentados como pruebas concluyentes, determinó que cada selva posee sus leyes particulares y éstas deben ser respetadas, so pena de correr el riesgo de ser ex-terminados. El “nuevo rey de la selva” demostró una vez más tener razón cuando afirmaba que “a la selva que fueres, o te cuidas o te mueres”; exterminando también al “león del diálogo”.

No soy de los que cree que Chávez sea “la reencarnación de Bolívar”, sino “un loco” que se atrevió a desafiar el sistema político nacional y sabe que no podrá derro-tarlo totalmente hasta lograr cortar los lazos que lo unen con el poder económico mundial, al que le han servido a cambio de la protección que ahora reclaman; poder que utilizará todos los recursos de que dispone para tratar de pararlo antes de que “contagie a otros con sus locuras”. Tampoco pienso que sea tan diablo como lo acu-san; pero mantiene asustados a los que vendieron su “alma política”, porque saben que viene por ellos. No sé si será “el reconstituyente” del cuerpo nacional; pero si es “el purgante” de la clase política parasitaria que primero desangró este país, para luego venderlo como cadáver. Recuperar el “cuerpo nacional” requerirá de un tratamiento prolongado, porque algunos “parásitos” se resisten al tratamiento aplicado y otros se han enquistado en su entorno inmediato, logrando pasar desapercibidos; o ¿será que se está haciendo “el loco” para aplicarles una extraordinaria cura llamada “referendo re-vocatorio”?

Mérida, 03 de junio del 2003


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Luis E. Rangel


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