Con la banalidad del mal te topes

Con la banalidad del mal Hannah Arendt nos describe la capacidad de un individuo común, que bajo ciertas circunstancias es capaz de cometer actos atroces, sin motivo aparente, en el cual muere personas, en un marco influenciado por una neurosis colectiva, que arrastra por la euforia de un pasado mítico de creación donde se mezcla aspectos como la superioridad sobre el resto, desde una prescripción de fe o creencia para obrar de cierta y determinada manera. Estudiando y analizando al nazi Adolf Eichmann, de los principales arquitectos del Holocausto, cuya connotación se refiere al genocidio sistemático perpetrado en este caso por la Alemania nazi contra judíos y otros europeos que eran descartados por los positivistas en la II Guerra Mundial, resultado de una política de exterminio contra víctimas de todas las edades, la mayoría inocentes de cuanto ocurría, que suman unos cuantos millones. Las profundas connotaciones religiosas, políticas y sociales, marcan un hito en la historia de la humanidad, planteando interrogantes actuales sobre la repitencia del Holocausto, alentado entonces por el antisemitismo y la ideología racista del nazismo, al considerar como amenaza a la pureza de la raza aria, por lo que las autoridades nazis implementaron una política sistemática discriminatoria, con deportaciones a campos de concentración donde fueron exterminados, con la pretensión de eliminar por completo estos grupos de población europea. Luego de ocurrido el Holocausto y juzgados sus operadores, la comunidad internacional desarrolló mecanismos de prevención y sanciones a los genocidas, Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio en 1948. Pero el riesgo está latente y se ejecuta frente a todos y todas las naciones, con nuevos actos de genocidio presentes en distintas partes del mundo, donde ciertamente la vigencia del Holocausto sigue viva y se fortalece por falta de compromiso por parte de los firmantes del convenio ante tales atrocidades. Se ha querido minimizar la banalización del mal, al querer eximir de su responsabilidad individual y de grupos y sectores en diferentes regímenes, donde actos genocidas se cometen amparados por poderes ocultos. Podemos extrapolarlo entresacando las semejanzas y coincidencias sobre lo que ocurrió hace mucho tiempo y lo que ocurre ahora en vivo y directo, donde los campos de concentración son naciones con sus ciudades y urbanismos que son arrasados con todo y sus ocupantes, civiles y militares sin discriminación. Por desgracia somos actores de primera línea asistiendo a las matanzas, los exterminios con los medios que hoy se disponen aportados por la tecnología al servicio del Holocausto que ejecutan los israelíes sionistas, superando a los fascistas y nazistas. La participación y el protagonismo de los implicados permite apreciar múltiples connotaciones, entre otras religiosas, en un contexto de guerra de enfrentamiento y fin del mundo conocido, donde las interpretaciones van y vienen, y se toman de los textos y la palabra empeñada por los ortodoxos, sobre lo que debe ocurrir antes del Apocalipsis. Participamos entonces en esa especie de banalidad moral y sus implicaciones éticas por las responsabilidades de cada uno de los que toman las decisiones con premeditación y alevosía contra pueblos sin defensa paritaria, y sí con una elevada ideología donde se mezcla la religión y la política, para cumplir con los votos, el mandato divino, las órdenes superiores. Acaso será el comienzo del fin anunciado y con ella pasar de la era del oscurantismo a la de la luz revelada, abriéndose paso en el nuevo amanecer del universo en el cual nos interpretamos. Es mucho lo que se ha recopilado en tales contextos de culturas y civilizaciones que se encuentran enfrentadas y chocan, Huntington dixit. Pero en nombre de dioses sanguinarios y devoradores de carne, una tergiversación de cuanto está y encarna entre la diestra y lo siniestro de una razón de Estado y de egos enfrentados por apetencias sobre las cosas materiales y banales. Quién hará la diferencia en lo que nos resta en el tiempo que pasa raudo y veloz y es reflejo de lo que vendrá. Hay cierta coherencia al respecto, aunque muy complejo para abarcar tal realidad que se manifiesta y se intuye, se puede percibir, pero eso forma parte de la propia experiencia de los que somos y hacemos con lo que hay. Entre las dos caras de la moneda está el canto que equilibra y armoniza la vida como trascendencia hacia nuevos niveles, planos y dimensiones por cruzar. Por tanto hablar sobre la banalidad del mal, como concepto del pensamiento filosófico del siglo pasado, analizado por Hannah, bajo su teoría centrada en las atrocidades que puede llegar a cometer cualquiera por motivos irracionales, puesto que se supone son cometidos en países cultos como Alemania, o Israel, donde se han perpetrado crímenes de lesa humanidad. Con Eichmann Hannah Arendt usa el término banalidad del mal para explicar lo que un individuo normal hace de forma malvada, siguiendo normas establecidas desde el gobierno del régimen de Adolf Hitler, al que pertenecía, y sin pensar en las consecuencias de sus actos. Eichmann, como cualquier burócrata nazi cumplieron las órdenes de manera rutinaria, y contribuyó con el Holocausto, sin cuestionar su moralidad. En cuanto a Arendt, su propia vida como víctima del nazismo por ser judía influyó en su pensamiento, defensora de la democracia directa, hizo un análisis sobre el ascenso de los totalitarismos y antisemitismo en su otra obra Los orígenes del totalitarismo, 1951-1966. Donde la manipulación y el control sobre las personas a través del miedo, el culto al líder, y la educación basada en la obediencia ciega, que se graban en la mente por mensajes remachados diariamente, como los de ser leales siempre, traidores nunca al supuesto líder, que encarna el poder. Lo que arrastra a las masas a desvincularse de la moral y las consecuencias por las acciones, trivializando tales actos inhumanos como parte de una rutina. Pero las acciones y las omisiones tienen consecuencias en el mundo del bien y del mal, lo ha demostrado la historia de las culturas, en cada nación y civilización, enfrentadas a tales aspectos, arrojados a una experiencia existencial por nuestros actos y consecuencias. Hay o no responsabilidad individual, son cruciales para evitar la repetición de atrocidades en cualquier contexto histórico.



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Franco Orlando


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