El desierto que ahora somos

Es absurda la realidad del país. La cuarta república, en su peor versión, se instala frente a los ojos de la gente, y los dirigentes sólo atinan a organizar su participación en el festín de mediocridades, de falta de principios. Es como un hechizo que borra la memoria de los tiempos luminosos, cuando intentamos fundar una nueva manera de relacionarnos, donde privara la fraternidad y no la guerra de todos contra todos, en la que el trabajo y la riqueza social no estuvieran enajenados, apropiados por extraños, en la cual todos recibieran de acuerdo a su necesidad y aportaran de acuerdo a su capacidad, una sociedad sin hambrientos, sin marginados.

Ahora estamos regresando a la vieja relación de los privilegiados y los marginados, unos disfrutando de los bienes materiales que debían pertenecer a toda la sociedad, y la gran mayoría proscrita, arrinconada, condenada a una vida miserable, privada de lo material y de lo espiritual. Estamos regresando a la sociedad drogada de elecciones bufas, en las que no se escoge nada diferente de lo que dicte el sistema, donde el pueblo sale más dividido, más aletargado, más desarmado que como entró.

Y todo esto ocurre con la complicidad de los líderes políticos de todos los pelajes: los del gobierno y los de la oposición clásica, actitud comprensible. Pero también los que se dicen que pertenecieron a la idea luminosa del gobierno de Chávez, a esos se les olvidó la esencia de aquel evento. Sólo una minoría todavía reivindica aquella época, grita en el desierto que ahora somos, denunciando que estamos siendo engañados, que la tierra prometida no es la que los usurpadores ofrecen, ese es vino rancio, la tierra prometida está allí donde Chávez señaló, más allá de la falsa montaña se abren los valles del futuro pródigo. Sólo falta superar los montes de la infamia, rechazar los espejismos, el gobierno de los privilegiados, suprimir los cantos y las falsas batallas, transitar el camino ya señalado con la vida del Comandante.

Los líderes para continuar la hazaña, el camino del reencuentro del hombre con su humanidad, están aquí, se forjaron en la batalla contra los usurpadores, pagan con penurias su atrevimiento de no aceptar desechar el futuro, es fácil reconocerlos, a ellos no los celebran los destructores de la Patria, a ellos no les perdonan que le digan la verdad a la masa, que no mientan. Si se equivocan, corrigen y siguen escalando la montaña y van a fundar el futuro.

No sabemos qué pasará, no sabemos si los malignos triunfarán, eso es posible, lo que sí sabemos es que la batalla de los justos los acerca más a la esencia humana del humano; en esa batalla, que es impostergable, el humano se construye a sí mismo. Debemos felicitarnos, porque es aquí uno de los pocos lugares del mundo donde todavía se puede luchar por el humanismo, la humanidad casi unánime yace dormida en la barca que la conduce al infierno.

El compromiso de luchar por salvar la vida de las garras del capitalismo que la lleva a la extinción, es irrenunciable, y es hermosa, le da sentido extraordinario a la existencia.

¡CHÁVEZ, VIDA!



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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