¿Cuento Grotesco del Siglo XXI?

"A ti que esta noche vas a sentarte en la mesa de los tuyos, rodeado de tus hijos sanos y gordos…"
Este texto, es parte de la historia de Panchito Mandefuá, una de las maravillosas narraciones de los Cuentos Grotescos, de José Rafael Pocaterra escrito en 1922. Panchito, un niño menesteroso que pulula las calles vendiendo periódicos, billetes de lotería y limpiando zapatos, en un solidario gesto, gastó casi todo el dinero de su cena de navidad para reponer la bandeja de golosinas que había perdido la niña Margarita. El hermoso acto de desprendimiento del niño limpiabotas fue trastocado por la fatalidad. Cuando Panchito soñaba con las delicias de la cena navideña, fue impactado por un auto y murió.

En esta magnífica obra de la literatura venezolana, el autor construye una visión de la realidad en el contexto gomecista de la época. De un modo sarcástico retrata la desigualdad y conflictividad social del momento. La historia de Panchito recrea la problemática social del venezolano en ese pasaje oscuro de la historia, que tiene elementos coincidentes con nuestra realidad actual.

Desde tiempos remotos, la lucha por la justicia social y la equidad ha sido el eje central de las causas revolucionarias en la búsqueda de un mundo mejor. Nada más oportuno que citar los acontecimientos de Jesús, el Mesías. Es importante destacar que la vida de Jesucristo transcurrió en un contexto histórico y político muy complicado, de intensas luchas y resistencias al sometimiento de todo un pueblo por parte de los romanos. Jesús, considerado por muchos, como el revolucionario de todos los tiempos, logró capitalizar el descontento de los oprimidos con sus prédicas a favor de la igualdad, el amor, el perdón y la solidaridad. Pero también cuestionó el poder y la arrogancia de las autoridades políticas y religiosas, quienes sintiéndose amenazados en su dominio, y temiendo la profundización de la poderosa influencia de Jesús, configuraron un perverso plan para liquidarlo.
La cúpula religiosa y política se confabuló para perseguir a Jesús. Convencieron a los pobladores para acusarlo. La historia confirma la responsabilidad de la muchedumbre, manipulada por el poder, para la crucifixión y muerte del Mesías.
Como ya está fehacientemente demostrado, el poder siempre hará uso de todos los recursos disponibles, a través de la violencia o la manipulación, para mantener su statu quo. Y esto aplica para todas las tendencias políticas. No obstante, cuando la equidad y la justicia social se ven vulneradas sistemáticamente por quienes deben promoverla y garantizarla; cuando los abusos del poder son indetenibles, cuando la supervivencia se ve seriamente amenazada, esa violencia puede revertirse contra el poder. Recordemos que la historia está llena de episodios impactantes que revelan las explosiones feroces desatadas en una población que ha rebasado los límites de la tolerancia ante tanto desafuero gubernamental.
En sintonía con la idea que precede, cabe destacar el destino de Robespierre, uno de los políticos más prominentes de la Revolución Francesa. Entre 1793 y 1794, se vivió una de las etapas más crueles de esa Revolución, el régimen del Terror. A través de la creación de diversos Comités, el gobierno concentró todo el poder necesario para, entre otras cosas, perseguir de manera implacable a los disidentes políticos, y condenarlos, en su mayoría, a muerte en la guillotina. Bajo las consignas de igualdad, libertad y fraternidad, Robespierre radicalizó la represión. En ese contexto extremista, se suprimieron las garantías de los procesados y se amenazó la inmunidad de los diputados. Su actitud despiadada, al igual que la del equipo que lo secundaba, se volvió insostenible para la ciudadanía, hasta que una alianza opositora se alzó con el control de los Comités, y ordenó la captura y muerte del dictador y sus más cercanos colaboradores. Robespierre fue decapitado en la guillotina, la misma suerte que él impuso a todos los que adversaron su Reinado de Terror. Al final, Napoleón Bonaparte se auto coronó rey de Francia y construyó un imperio bajo las cenizas de la revolución.

En las líneas de la historia venezolana, se escribe que la lucha por el poder político de los blancos criollos, en las primeras décadas del siglo XIX, se desarrolla como proceso de independencia. España fue derrotada en Carabobo (Venezuela) y Ayacucho (Perú). Sin embargo, la gloria del triunfo de esa importante batalla fue efímera, la paz se mantuvo inalcanzable, la desigualdad y la injusticia social se afianzaron inevitablemente. Todo degeneró luego, en caudillos en armas tomando el poder con ejércitos particulares, sus familias encumbradas, deudas para Venezuela y más pobreza para la población.

Y en la historia reciente, ¿Cuál ha sido la suerte de Venezuela en los 20 años del socialismo siglo XXI? Pues, sencillamente decepcionante. Un gobierno que llegó pregonando la justa distribución de la riqueza, la equidad y la igualdad social, que inundó de buenas expectativas a un pueblo saturado de mentiras, de corrupción, sedienta de cambios y de progreso, y que contrariamente a lo prometido, se ha destacado en reforzar la miseria, la corrupción, la inseguridad, la exclusión, la ineficiencia, la insalubridad, el destierro y la desesperanza. Un gobierno aferrado al poder, a pesar del inmenso rechazo del pueblo por las fracasadas políticas económicas que se nos han impuesto, por tanta injusticia, por los reiterados atropellos a la dignidad de toda una nación. En concreto, podemos decir que este sueño maravilloso de revolución, tristemente se ha convertido en un cuento grotesco.



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Orlando Balbás

Prof. en Ciencias Sociales. Magister en gerencia educativa. Jubilado del MPPE.

 orlandobalbas27@gmail.com      @orlandobalbas

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