La revolución venezolana desde la visión de la Carta de Jamaica

Hoy martes 6 de septiembre, se cumplen 207 años de la Carta de Jamaica y como lo recuerdos llegan con el alba y la claridad del amanecer, cargados de ilusiones pasadas y presentes, yo he querido escribir estas palabras y decir que en el momento preciso de la hora exacta, el Libertador Simón Bolívar escribió el profético documento, remontando el tiempo infinito de la eternidad, donde dejó plasmadas sus huellas visionarias. Sus palabras, su pensamiento y su espada, cabalgan iluminando el camino y la verdad de nuestras repúblicas y sus revoluciones. En algunas, ya hace rato que la revolución apagó sus luces, sumergiéndose en los abismos del miedo, la duda y el tutelaje. En otras, como en Venezuela, la misma se vuelve resplandeciente y luminosa para alumbrar el horizonte de la libertad de nuestros pueblos, para que despierten, para que sigan batallando contra las tormentas borrascosas y se proyecten hacia la luz de la nueva época, hacia las victorias del presente y del futuro.

Tras cada relámpago y el centellazo de sus palabras, Bolívar fue ordenando sus pensamientos y trazando las líneas de los horizontes perdidos en la Primera y Segunda República, y los horizontes soñados de la revolución que faltaban para construir la Patria Grande. No dejó nada en las manos del destino, sino que empuño la espada y puso el alma en los latidos del corazón de su pueblo, para salir juntos a defender sus derechos, que estaban "comprimidos por la nación española". Abriéndose paso a través de las derrotas y las victorias, los errores y los aciertos, logró consolidar un proyecto político-revolucionario que, además de romper las cadenas de que nos oprimían por voluntad del imperio español, iba a construir la más grande de las Repúblicas, sustentadas sobre las bases de la justicia, la libertad y la igualdad. Yo deseo –dijo Bolívar "más que otro alguno ver formar en América las más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria". De repente, todas las preocupaciones expresadas y argumentadas por el Libertador en tan magnifico documento, se fueron disolviendo en la claridad del amanecer de las ideas, de los sueños y las esperanzas.

A pesar de las pesadumbres, de las traiciones y la poca experiencia en una ciencia de gobierno, Bolívar no se encerró en el cuarto de las tinieblas, ni se exalto en los escenarios del ego, sino que con humildad bebió de las fuentes de los ideales y de las grandes teorías. Por eso fue un líder visionario, crítico y autocritico de su propio proyecto revolucionario. Seamos como Bolívar, críticos de nuestro propio proyecto revolucionario y decir con orgullo lo que hemos logrado; y sin miedo, lo que por omisión no hemos logrado, lo que se ha hecho y lo que todavía falta por hacer.

La revolución no es una consigna ni mucho menos un discurso, sino que es el Proyecto de la Patria, que es la carta de navegación para garantizarle la mayor suma de felicidad al pueblo. Vamos pues a mirar la revolución venezolana desde la visión de la Carta de Jamaica; y la mejor manera de hacerlo es honrar a Bolívar y cumplir la tarea; donde todos, cada quien desde la trinchera donde le ha tocado, cumpla su papel protagónico, involucrándose en la dinámica revolucionaria y participando activamente en la construcción de la patria que soñó Bolívar, que soñó Chávez y la que soñamos todos los venezolanos y venezolanas en este tiempo presente. Vamos pues, a consolidar lo que tengamos que consolidar para seguir victoriosos por las sendas del destino trazado. ¡Qué así sea!



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Eduardo Marapacuto


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