Las bases del partido y el árbol de la revolución

Más allá de los constructos teóricos y de los análisis sobre contextos y procesos formales e informales de la política, las revoluciones tienen sus propias voces que en la dialéctica de los fonemas y de la praxis misma, se van transformando en palabras y acciones que diseñan, construyen y desarrollan las estructuras del pensamiento revolucionario.

Ciertamente, es desde esos terrenos abonados donde nacen los sentimientos militantes que se nutren de los ideales, de los sueños y de los proyectos, por los cuales se va a luchar en los campos de batalla para lograr las victorias. Así como se nutre el militante revolucionario de las fuentes de la verdad, también se nutren de savia las raíces del árbol frondoso de la revolución. A medida que el árbol va creciendo, sus raíces se van terreno adentro y en lo más profundo encuentran la esencia del alimento para que haya vida en el tronco, en las ramas y en las hojas del árbol revolucionario.

He querido utilizar la figura de la metáfora en este texto porque quiero, precisamente, resaltar que esas raíces del árbol de la revolución se convierten en las bases del partido, que le van dan dando consistencia, claridad y firmeza ante las arremetidas de las tormentas huracanadas de la política y del ejercicio de gobierno. Así como le da fuerzas para que el partido se mantenga inexpugnable, también le abre las puertas de cada calle, cada comunidad, de cada pueblo y cada ciudad, para que juntos construyamos la patria, consolidemos el proyecto revolucionario, planifiquemos el buen gobierno y logremos el mayor bienestar para el pueblo.

Prácticamente, la revolución venezolana se había perdido desde 1830 en los bosques enmarañados de la traición, la ambición personal, el saqueo de los grupos oligárquicos, la entrega servil al imperio norteamericano, la corrupción generalizada y las políticas de hambre y miseria contra el pueblo venezolano; hasta que Hugo Chávez encontró el árbol de la revolución en las entrañas de su pensamiento y en el encuentro con el rostro del pueblo. Ese comandante que salió de los cuarteles, junto a sus soldados empezó a soñar y a reconstruir el proyecto bolivariano, a juntar las teorías y los conceptos para llevarlo a la acción transformadora. Empezó a regar las raíces, a consolidar el tronco y extender las ramas para oxigenarlas y darle aliento de aire renovado. También fue limpiando la maleza y quitando los parásitos que se chupaban toda la savia.

Entendiendo todo ese proceso, Chávez se volvió visionario y su proyecto, su vida, su árbol y su partido, pasaron a manos del pueblo. Todos recordamos cuando un 26 de septiembre del 2012, pronunció aquella histórica frase: "Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo". Ese proyecto, ese legado, esa revolución, ese árbol y ese partido, es el que hoy anda desplegado por todo el país, para renovar las bases, las raíces y hasta la manera de hacer política, para que sea el pueblo, sus líderes de calle, los jefes de comunidad, los CLAP, las UBCH, los equipos políticos, junto a la Dirección Nacional del PSUV y el comando de la Revolución, nos blindemos y nos organicemos, rumbo a las batallas y las victorias que vienen.

Aquí no se cansa ni se rinde nadie, carajo. Hay que seguir batallando, así como lo hicimos el sábado 27 de agosto, donde fuimos con todo, elegimos a nuestros líderes, jefas y jefes de comunidad, hombres y mujeres comprometidas con los grandes ideales revolucionarios. El reto y el compromiso es seguir organizando, uniendo y sumando, porque la victoria es nuestra. ¡Qué así sea!



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Eduardo Marapacuto


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