El Estado no es más que una junta que administra los negocios de la burguesía

La burguesía ha despojado de su santa aureola a todas las profesiones hasta entonces reputadas de venerables y veneradas. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio los ha convertido en sus asalariados. Ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.

Impulsada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía invade el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todos los sitios, crear por doquier sus vínculos.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía da un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su carácter nacional. Las antiguas industrias nacionales son destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción entraña una cuestión vital para todas las naciones civilizadas: industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos se consumen, no sólo en el propio país, sino en todas las partes del globo.

Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas a las naciones, hasta las más bárbaras. Los bajos precios de sus productos constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas de la China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, sino quieren sucumbir, a adoptar el modo burgués de producción, lasa constriñe a introducir lo que llama su civilización, es decir, a hacerse burguesas. En una palabra; se forja un mundo a su imagen.

Basta mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de la sociedad burguesa. Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos ya elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido una paradoja, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra súbitamente retrotraída a un estado de barbarie momentánea; diríase que el hambre, que una guerra de exterminio la priva de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados. ¿Y por qué? Porque la sociedad tiene demasiada civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya al desarrollo de la civilización burguesa y de las relaciones de propiedad burguesa; al contrario, han resultado demasiado poderosas para estas relaciones que constituyen de hecho un obstáculo para ellas, y cada vez que las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las relaciones burguesas resultan demasiado extrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas, de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, entonces? Preparando crisis más generales y más gigantescas y disminuyendo los medios de prevenirlas.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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