No hay soberanía sin desarrollo económico


“¿Qué es el hombre, si el principal bien y el interés de su vida consistieran tan solo en dormir y comer? Una bestia, nada más. Seguramente. Aquel que nos ha creado con una inteligencia tan vasta que abarca lo pasado y el porvenir no nos dio tal facultad y la divina razón para que se enmoheciera en nosotros por falta de uso.” Hamlet, Acto Cuarto, Escena IV.

El paradigma mundial surgido a raíz de la invasión a Irak, impone repensar nuestra estrategia como país. Por ejemplo, la proposición de tener una “Gran Industria. Conformada fundamentalmente por la gran industria importadora; generadora de bienes y servicios no esenciales” que quizás fuese válida cuando la expresó el Presidente Chávez en la AAB, pensamos que debe actualizarse y colocar como prioridad el desarrollo de una gran industria nacional, única garantía real de nuestra soberanía y prosperidad económica.

Para ello tenemos de todo: recursos naturales, humanos, mercado y capital. Pero esto enfrenta obstáculos fuertes. Uno de ellos es el de los teóricos que han hecho de las ideas políticas una religión de dogmas rígidos, que de alguna manera tienen peso específico en el gobierno, y que repiten tesis tan absurdas como que la sociedad debe de estar subordinada a la dirección de la clase obrera. Quizás, teóricamente válidas para cuando Marx escribió que “los obreros asalariados, los capitalistas y los terratenientes, forman las tres grandes clases de la sociedad moderna” (El Capital, FCE, vol. III, pág. 817), pero totalmente desfasadas en la actualidad. Tenemos más de un millón de universitarios y técnicos que merecen un papel protagónico en nuestro desarrollo.

La falta de una política para el desarrollo de una gran industria nacional con democratización del capital, ha despreciado esos activos y permitido el dominio del capital extranjero y el afianzamiento de los grandes capitales nacionales.

Para muestra, un botón. De 1999 a la fecha, la fortuna conjunta de los dos grupos familiares más ricos del país pasó de $ 4.800 millones a $ 8.300 millones (Forbes), casi duplicándose en sólo 4 años. Igual sucedió en otros sectores.

Esa fortaleza creciente de un sector privado, concentrado en pocas manos, permitió que, por segunda vez en nuestra historia, (la primera fue la Revolución Libertadora de Matos), la unión de algunos de los sectores empresariales nacionales y extranjeros más poderosos, haya tratado de asumir directamente el poder político, apoyados en una clase política en decadencia y en unos medios casados con la dominación global.

Hace décadas, se afirmaba que USA era controlado por las grandes familias: Rockfeller, Mellon, etc. Eso cambió radicalmente. Esa experiencia, en la cual la legislación fiscal ha sido determinante, hay que estudiarla. Porque no se propone expropiar a nadie, sino de democratizar la propiedad productiva, base de cualquier desarrollo.

Así mismo, hay que analizar la actual estrategia impulsora de cooperativas, inoperante para desarrollar grandes empresas bajo su legislación actual, la cual debe ser urgentemente actualizada en función de las nuevas realidades. Por ejemplo, para manejar los sembradíos de pino de Uverito, que ante la nueva realidad, no se justifica que pasen a manos de las transnacionales, lo que permitiría, además, democratizar la Ley de Tierras, eliminando el cáncer del latifundio.


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Carlos Dallmeier G.


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