Nadie tiene derecho a tomarse la justicia por su mano

La cuestión de las formas de gobierno, y si es preferible la Democracia Representativa o Democracia Socialista, es una cuestión casi escolástica y que no tiene sentido fuera de lugar y tiempo determinados. Una y otra forma tienen, como enseñaba muy sabiamente Arturo Uslar Pietri, sus ventajas y sus inconvenientes; pero entre los inconvenientes de la Democracia Representativa es uno de los mayores el de que el jefe del Estado propenda a aparecer ante los súbditos, y a sentirse él en sí mismo, no ya como el primer ciudadano, puesto sobre todas las diferencias de clases, condiciones y profesiones, más ni un como el Sumo Sacerdote —cual sucedía en la antigüedad—, ni como el primer magistrado, sino como el jefe del Ejército. Aparece más como militar que como paisano, y su pueblo se compone más de paisanos que de militares; pertenece a una casta, en vez de estar sobre ellas. Su educación predominante, si es que no en fondo exclusivamente militar, le hace un soberano poco apto para en estado de paz, que debe ser el estado normal de las sociedades cultas.

Otras muchas falacias pueden citarse al respecto, y entre ellas lo de reservar la frase de "dio su vida por la patria" para aquel a quien se la arrebataron violentamente mientras sostenía, con las armas en la mano, el partido que el Gobierno de su patria le mandó sostener, como si no diera también su vida por la patria aquel que la consume día a día en servicio de su cultura y su prosperidad.

Si el sentimiento patriótico ha de sostenerse y perdurar teniendo por base capital la forma militarista de él, hay que confesar que al sentimiento patriótico le quedan ya pocas raíces en Venezuela y que acabará por borrarse. Acaso en el fondo no hay sino dos maneras de concebir, y más que de concebir, de sentir la patria, y es una precipitación de juicio y no otra cosa el afirmar, desde luego, que los unos representaban el patriotismo, y el antipatriotismo venezolano los otros.

Así como los teólogos acostumbran decir que niega un misterio quien niega la explicación que ellos dan de tal misterio, así es muy frecuente que en todos los órdenes, pues en todos domina aquí la especial manera de discurrir que llamaremos teológica, se afirme que niega un hecho, un sentimiento o una idea el que niega la base que a ese hecho, sentimiento o idea le presta quien tal afirmación hace. El que para explicarse el orden moral necesita, o cree necesitar, recurrir a la doctrina del libre albedrío, acusa a quien niega que tal libre albedrío exista de que quita todo fundamento al orden moral y suprime, por tanto, el orden moral mismo.

Volviendo el alma con pureza a sí, llega a matar la ilusión, a destruir el yo egoísta, a purificarse de sí misma, de su pasado, a anegarse en Dios. Esta doctrina mística, tan llena de verdad viva en su simbolismo, es aplicable a los pueblos como a las personas. Volviendo a sí, haciendo examen de conciencia, estudiándose y buscando en su historia la raíz de los males que sufren, se purifican de sí mismos, en la humanidad eterna. Por el examen de su conciencia histórica penetran en su intra-historia y se hallan de veras. Pero ¡ay de aquel que al hacer examen de conciencia se complace en sus pecados pasados y ve su originalidad en las pasiones que le han perdido, pone el pundonor mundano sobre todo!

Las únicas uniones fecundas son las que se hacen sobre un fondo, no ya de diferencia, sino de oposición. Un Parlamento sólo es fecundo cuando luchan de veras entre sí los partidos que lo componen. Hay que luchar, y luchar de veras, y buscar sobre la lucha, y merced a ella, la solidaridad que a los combatientes une. Se entienden mucho mejor la burguesía y el pueblo, y están más cerca de llegar a un cordial acuerdo, cuando luchan leal y sinceramente entre sí. Y es indudable que harían un grandísimo servicio a la causa del progreso de Venezuela, a la de su cultura, y sed lo harían muy grande a sí mismos, si, tanto marabinos, como llaneros, como andinos y mirandinos, etc., mostrasen su oposición a todo lo que les repugna en el modo de ser de los otros y procurará cada una de esas castas imponer a las demás su concepción y su sentimiento de la vida.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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