Rockefeller, el nuevo héroe de la Academia de la Historia

Buscando aleatoriamente información particular en Internet, me topé con un escrito de la profesora universitaria Esther Mobilia Diotaiuti, "El sueño americano tropical Nelson Rockefeller y sus primeros negocios en Venezuela (1930-1940)". Allí encontré una visión de la Standard Oil dirigida por Rockefeller como una "…empresa, con la intención de impulsar el crecimiento nacional (de Venezuela) y aumentar los beneficios del negocio familiar pero de una manera más consciente con el entorno", "… mediante una visión holística de los negocios y con una evidente sensibilidad social".

Me interesó la exposición pues, apenas asomándome, estaba frente a una literatura escrita en Venezuela con una postura que revelaba la presunta maravilla que significó para nosotros las actividades de aquella empresa dirigida por "Nelson", como lo llama familiarmente la profesora, pocas veces visto por mí, salvo los recurrentes trabajos laudatorios que publica el IESA sobre la empresa privada.

Tal visión holística de la Standard Oil significaba "…salir del campamento petrolero, superar el aislamiento con respecto al entorno y vincularse con las necesidades de la sociedad, (…) construir escuelas, hospitales, sistemas de cañerías, mejoras (sic) las condiciones de las vías de transporte, apoyar en los procesos de erradicación de enfermedades...". El catálogo de beneficios que recibieron los venezolanos de entonces, que refiere la autora sin suministrar datos concretos, es amplísimo; en cada párrafo un hallazgo. Tenemos que Rockefeller y su empresa practicaban el "Capitalismo misionero", su filosofía era "Sembrar el petróleo", se imbuyeron en la sicología latinoamericana para comprender mejor al pueblo y contribuir con su desarrollo; incluso menciona a Henry Linam como un gran aliado que colaboraba con la modernización de Venezuela.

Sí, Linam, el mismo que había sido por aquella época presidente de la Creole, propiedad de la Standard, que se ufanaba de tener el poder de cambiar ministros en el gabinete del ejecutivo venezolano y que el Presidente Isaías Medina Angarita, quizá por saber sólo eso y desconocer las tareas encomiables que refiere la expositora Diotaiuti, le dio un plazo de 48 horas para que abandonara el país.

Señalé anteriormente que no suministra datos concretos acerca de todo lo bueno que hizo Rockefeller y su empresa en Venezuela, en realidad si los da: Construyeron un hospital en Caripito para 75 pacientes. Caripito era "…un puesto tropical de avanzada de los Estados Unidos en lo profundo de la selva venezolana.", de acuerdo a un teniente de la marina estadounidense citado por la autora; y para motivar valores de esfuerzo personal y dedicación, promovieron a un aprendiz al cargo de asistente y luego al de técnico; logros muy encomiables sin duda en una población de miles de trabajadores.

Hay un dato que toma de otra autora según el cual, la petrolera había entregado viviendas al 45 por ciento de los trabajadores. Si lo diéramos por cierto, habría que considerar las condiciones de tales casas, pues dos de las exigencias de los trabajadores petroleros en la legendaria huelga de diciembre de 1936 - enero de 1937 eran la dotación de vivienda para los trabajadores que las carecían así como el mejoramiento de las existentes incluyendo el SUMINISTRO DE AGUA POTABLE.

Concluye la profesora "…que la agenda común entre Washington y Caracas, basada en la libertad, la democracia y el respeto por la soberanía nacional, se profundizó notablemente desde mediados de la década en cuestión.", es decir, 1930-40.

Este es un muy breve comentario sobre el trabajo de la profesora Esther Mobilia Diotaiuti en el que Nelson Rockefeller y su empresa, la Standard Oil, son presentados como benefactores de la sociedad venezolana, criterio que puede ser compartido o no por quienes lo revisen y ella con todo el derecho de exponer libremente su opinión. Lo que me llama la atención es que haya sido publicado en el órgano oficial de la Academia de la Historia de Venezuela en su Boletín N° 414, tomo CIV abril mayo 2021 páginas 65 y siguientes que puede ser consultado vía Internet.

El marcado sesgo, la pobreza de fuentes, la falta de contraste, la expresa omisión de hechos probados suficientemente sobre el nefasto desempeño de las petroleras en Venezuela y de ésta en particular que desmienten muchas de sus afirmaciones, no serían impedimento para que este escrito muy bien tuviese cabida en cualquier periódico o revista del país o de instituciones como Fedecámaras, el IESA e incluso, las Universidades Católica Andrés Bello o la Central de Venezuela, debido a las posturas políticas de sus autoridades que se asumen dueñas de esas instituciones; pero ¿en el boletín de la Academia de la Historia?, que advierte en su publicación "Los Académicos de Número y miembros correspondientes son colaboradores natos de este Boletín. LA COLABORACIÓN DE TODOS LOS AUTORES ES ARBITRADA. Ni la Academia Nacional de la Historia ni la Comisión Editora de su Boletín son necesariamente responsables de las ideas expresadas por los colaboradores."

¿Qué significa arbitrada? ¿Que la Academia decide qué texto está bajo sus normas? ¿El no hacerse responsables de las ideas expresadas los exime de las carencias, mentiras o manipulaciones de sus autores? Sortear el bulto se hace fácil con la frase de Pilatos, si es así abran el correo electrónico y lávense las manos dando cabida a todos los que tengan algo qué decir ¿o es que sólo los "colaboradores natos" tienen derecho a que les divulguen a placer, incluso sus barbaridades en una institución que se supone es de todo el país? No es necesario decirlo mucho para ver que "arbitraron", publicaron y todo quedó hecho dentro de sus estándares coloniales.

Di a leer el texto a varias personas jóvenes y se encantaron con "Nelson", ¡Qué chévere ese señor! ¿Cumplió la academia su cometido? No. Por fortuna esos muchachos tenían cerca a otros escritos que los puso a calibrar el tema. Accedieron a Bataglini, a Bustamante a Cordero Velázquez, a Fuenmayor, a Valero, pero otros no tendrán esa suerte y así se horada poquito a poquito. Hay quienes están en contra de las academias pues señalan que están para el alarde de la toga y el birrete y la vanidad del supra doctorado; pero no siempre son inútiles, muchas veces sirven para blanquear, para dar crédito a quienes lo carecen, unas con payola, otras gratis. No hay pierde, algo lograrán promoviendo a sus héroes.



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Henry Arroyo Clemente


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