Del 23 de enero al Pacto de Punto Fijo

"Sin duda, las circunstancias generadas e impulsadas por las ambiciones de poder de Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera hacían imposibles unas relaciones pacíficas con los "pacos" o comunistas como eran denominados por Betancourt." El Pacto de Punto Fijo

– Juan Romero, historiador-

Este relato tiene su antecedente en la ciudad de Nueva York, concretamente en el Hotel Waldorf Astoria, a fines de septiembre de 1957, cuando comienza a darse forma a las bases que habrán de propugnar la democracia venezolana luego de derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Un acuerdo pretextado para fijar los firmes cimientos del naciente y endeble sistema democrático que buscaría promover la unidad de los sectores políticos y partidistas, para darle vigencia y sustento al nuevo modelo surgido luego de la huida de Pérez Jiménez. Rómulo Betancourt seria la pieza clave, el engranaje entre la clase política venezolana y el Departamento de Estado para resguardar con celo los intereses de la potencia estadounidense y, sobre todo, para complacer su política internacional en el marco de la Guerra Fría, así como alimentar la execrable y perturbadora postura anticomunista del macartismo.

Se dice que tres personajes influyentes propician las coordenadas para colocar como punto de partida la concreción del Pacto, las aspiraciones del Departamento de Estado de los Estados Unidos, poniendo de relieve sus expectativas y aspiraciones sobre Venezuela en caso de cristalizarse la caída de la dictadura militar: El italiano Serafino Romualdi, ex dirigente comunista y connotado dirigente de la organización sindical American Federation of Labor – AFL muy allegado a Betancourt; Allen Dulles Jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos; y Maurice Bergbaum, Jefe de Asuntos Latinoamericanos de dicho Departamento. Es así como convienen Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Rómulo Betancourt en rubricar el Pacto de Nueva York que posteriormente se sellaría en Caracas, en la urbanización Las Delicias en Sabana Grande, en casa del Dr. Caldera, el 31 de octubre de 1958 bajo el nombre de Pacto de Punto Fijo.

Mientras la Junta Patriótica en Venezuela, provee organicidad, metodología, consistencia, talante planificador y unidad a la lucha de la resistencia contra la dictadura, mientras la aguerrida dirección de Acción Democrática bajo la conducción de Simón Sáez Mérida se acuerda con el Partido Comunista de Venezuela (PCV) en una acción común dentro de la Junta Patriótica para aniquilar la dictadura, y mientras Pérez Jiménez comete errores garrafales como la transformación de las elecciones de noviembre de 1957 en un plebiscito tramposo para mantenerse en el poder cinco años más, el gobierno norteamericano, soporte de la dictadura, olfatea la proximidad de un posible desenlace, puesto de manifiesto el primero de enero de 1958 con el alzamiento de la Aviación, rebelión encabezada por el coronel Hugo Trejo en compañía de los capitanes Martín Parada y Paredes Bello, entre otros. Si bien es cierto que tal acontecimiento no tumba a Pérez Jiménez, pone al descubierto los reumas y achaques que sufre el régimen, devela, sobre todo, en el estamento militar que parecía monolítico y leal al dictador, el agotamiento del soporte que hasta esos momentos lo mantenía placentero en el ejercicio de su despiadado y despótico mandato.

La Junta Patriótica, acierto organizativo de la resistencia; iniciativa salida de los predios del PCV y encomendada a Guillermo García Ponce, promueve acciones clandestinas, la reiterada denuncia de los desmanes de la dictadura, la elaboración de estrategias frente a las elecciones de 1957, incluso con la intención de participar. Promueve además un formidable correaje de contacto en los cuarteles con el sector castrense descontento.

El primero de mayo de ese año una estruendosa campanada sale del púlpito de la Catedral con réplicas en la mayoría de las iglesias del país, se trataba de la voz de monseñor Rafael Arias Blanco, arzobispo de Caracas, con la lectura de la Carta Pastoral de la iglesia católica denunciando los desmanes de la dictadura, las carencias económicas de una gran parte de la población, aun cuando los capitales que los obreros contribuyen a formar aumentan de manera inusitada, de lo cual se pone en evidencia el impedimento que tiene la gran "…masa de venezolanos de poder aprovechar, según el plan de Dios, la hora de riqueza que vive el país.". Tal acontecimiento impacta en la opinión pública, y quien mejor para describirlo que el gran Gabriel García Márquez: "Desde Caracas hasta Puerto Páez, en el Apure; desde las solemnes naves de la Catedral Metropolitana hasta la destartalada Iglesia de Mauroa, en el Territorio Federal Amazonas, la voz de la Iglesia -una voz que tiene 20 siglos- sacudió la conciencia nacional y encendió la primera chispa de la subversión". Comienzan silentes los caminos del declive de la dictadura con el campanazo de la Pastoral de Arias Blanco que vino a despertar la conciencia de los venezolanos, pero que además, "…desarmó la censura que el régimen usaba como un muro de contención", tal como lo afirmara tiempo después Simón Alberto Consalvi.

No obstante el poder dictatorial permanecía intacto y parecía sólido; dos acontecimientos posteriores desvirtúan la fachada del régimen, el plebiscito estafador de noviembre de lo cual se deriva la clarinada militar del primero de enero de 1958. Luego de un alzamiento de oficiales de la Marina en la Guaria, el 9 de enero, Pérez Jiménez intenta corregir entuertos. Saca del Ministerio de Relaciones Interiores a Vallenilla Lanz y a Pedro Estrada de la jefatura de la siniestra Seguridad Nacional y el 13 de enero se auto nombra Ministro de la Defensa. Cambios infructuosos, el descontento popular se evidenciaba en las reiteradas manifestaciones callejeras; las acciones coordinadas por la Junta Patriótica, el movimiento obrero y estudiantil toman cuerpo inusitado; la Huelga de la Prensa y el llamado a la Huelga General conllevan al tempranero despertar de los caraqueños el 23 de enero ante el ruido de una aeronave que surcaba los cielos vía al Mar Caribe, el vuelo de la "Vaca Sagrada", el avión presidencial y sus pasajeros, el dictador y su séquito huían a Santo Domingo, dejando en tierra firme a un pueblo lanzado a las calles contagiado de emoción, se abrían las rejas de las mazmorras carcelarias que conducían a la libertad a los famélicos presos políticos mayoritariamente adecos y comunistas.

Fueron llegando paulatinamente los exiliados, algunos de ellos con el plan concebido meses antes en Nueva York. Seria mezquino no reconocer los atributos del Pacto de Punto Fijo, sobre todo la intención de cohesionar a los sectores más influyentes de la sociedad para la defensa de la democracia. Para la mayoría de los historiadores y analistas políticos el Pacto de Punto Fijo evitaba que se repitieran los errores cometidos por los protagonistas del golpe contra Medina en octubre de 1945, donde Rómulo Betancourt y la dirección de AD bajo un desmedido sectarismo intentan promulgar el modelo democrático en Venezuela, que hace aguas con la caída del gobierno constitucional de don Rómulo Gallegos en noviembre de 1948.

El sectarismo se hizo de nuevo presente a la hora de acordar el Pacto de Punto Fijo. El PCV, organización política que ofrendó vidas de sus militantes en favor de la causa democrática en su lucha contra la dictadura perezjimenista; que estuvo en primera línea en la defensa de la naciente democracia enfrentando las asonadas militares contra la Junta de Gobierno presidida por el almirante Wolgang Larrazábal, que enfrentó el intento de golpe de Estado protagonizado por el general Jesús María Castro León el 20 de abril de 1961 en contra del gobierno de Rómulo Betancourt, y que además condenó de manera contundente el intento de magnicidio que sufriera el propio Betancourt el 24 de junio de ese mismo año planificado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo; pero que además participa activamente en la promulgación de la Constitución de 1961, no es incluido en el Pacto de Punto Fijo, en un hecho que posteriormente trae consecuencias severas para la vida republicana; que pone en tela de juicio el espíritu unitario que argumentaban los tres líderes que suscribieron dicho acuerdo. Se convertía en letra muerta la famosa "tolerancia mutua" esgrimida por los mentores del Pacto; El propio Rómulo Betancourt lo justificaría de manera frívola, cuando le comenta a Alicia Freilich de Segal y publicado en el libro "La Vendemocracia" (1978), que la mayor razón de las organizaciones que suscribieron el Pacto de Punto Fijo para no incluir al PCV es que estos "no pueden ligar su suerte a un partido de filosofía política contraria al sistema de libre empresa y de una política internacional cuyo único objetivo es combatir a los Estados Unidos porque esa es la línea que les viene de la Unión Soviética". De esta manera se despachaba la justificación para que Gustavo Machado no llegara ese día a casa de Rafael Caldera a suscribir El Pacto de Punto Fijo.

En consecuencia, más allá de evaluar su justificación y el error estratégico en que incurrieron el MIR y el PCV en asumir la lucha armada para la toma del poder, esta fue una consecuencia del sectarismo de Betancourt, Caldera y Villalba. De ahí que comparta apreciaciones como las de Américo Martin en cuanto a que los comunistas debieron ser llamados a suscribir el Pacto de Punto Fijo no solo por el espacio ganado por su enconada lucha en contra de la dictadura, también para cumplir con el mayor razonamiento que lo justificó: "..la urgencia de proteger el naciente y trémulo intento democrático cubriéndolo con todos los abrigos posibles". De ahí que comparta las reflexiones en cuanto a que si el PCV hubiese sido incluido en el acuerdo, el país se hubiese ahorrado las asonadas militares de 1962 y otras tantas actividades de la izquierda de entonces. Entre las que cabe que el PCV y el MIR no hubiesen escogido la vía insurreccional, además del perfeccionamiento reiterado del sistema democrático representativo. Las perversiones que lo llevaron al foso no se hubiesen reproducido hasta carcomer las nobles células del progreso económico, la convivencia y el verdadero propósito de un sistema democrático en el estricto sentido social y popular.

 

Especial para Aporrea



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Victor Barraez


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