Estado de bienestar de malestar y desconfianza

Estado del Malestar, «miembros de todas las edades y con diversidad ideológica, pero con un denominador común: la indignación y el cabreo ante un sistema político y financiero por el que nos sentimos traicionados y que, en nuestra opinión, no da más de sí».

Aunque desde todos los países se es jovial, festivo, entusiastas, jóvenes, y por supuesto rebeldes y críticos del tiempo que toca vivir, lo que los hace diferentes entre sí, es comparativamente las libertades y los derechos que asisten a los ciudadanos, siendo como cuerpo social, creado en una cultura, con su propia historia y la serie de sucesos que con exclusividad son parte indubitable de una herencia de atribuciones que son responsabilidad principal del Estado, y de los gobiernos que deben someterse y ser obedientes a los dictados del espíritu y la conciencia en sus ejecuciones y administraciones de los negocios públicos. Es la voluntad suprema a la que pertenecen, el todo nacional, y pese a los grupos y sectores privilegiados es la sociedad toda la que debe participar para que los servicios y las garantías de bienestar sean otorgados y cubran las necesidades de la ciudadanía. Está presente el deber, los derechos, y la confianza como primordial elemento entre los representantes a cargos de alta responsabilidades y sus representados, con diferencias entre propios y extraños.

La nostalgia y la melancolía al recordar tiempos mejores quedan huérfanos en tiempos de transición, aunque siempre se aspire a buscar que sea la voluntad general la que se manifieste, manteniendo lo mejor como aspiración a los ideales de libertad, justicia y paz, con respeto a las garantías consagradas por la Constitución como marco en el concierto del Estado nación en progreso permanente. Antes era toda otra cosa, el asunto de la política era de reserva para gente con conciencia y espíritu de consenso, y si ocurría lo inesperado, los cambios no se hacían esperar, procurando fuera lo mejor y menos traumático, se disponía de estrategias, de planes, proyectos, se presentaban alternativas, y había un programa, en el cual se podían conocer los contenidos, y como libro abierto, conocer la ruta de viaje al futuro promisor, en dirección hacia un lugar seguro. Las personas tenían confianza pues la palabra bastaba y la garantía era un estrechón de manos, suficiente para sellar un compromiso. El que resultara elegido en votaciones, sin mirar a quien hacía el bien, la esperanza se cifraba en las acciones, los actos eran sobrios, y se cumplía estrictamente con el protocolo, y quien llevaba la máxima responsabilidad sobre sus hombros, procuraba salir con una conducta intachable, lo que más importaba era dejar el nombre en alto.

Pero los tiempos cambian, y con el la gente también, lástima que lo que ayer era una virtud, hoy haya perdido vigencia, pues las actitudes y las circunstancias del acelerado ritmo de la inmediatez, y la desmemoria siembra de olvido y añoranzas de aquellos tiempos que ya no volverán. El cumplir con la palabra empeñada se retribuía con mayor confianza, y mejores gestiones. Hoy brillan por su ausencia, y hay demasiada improvisación, y no se da pie con bola, no se ha terminado de arrancar un proyecto cuando otro lo sustituye, sin que exista continuidad, y así las cosas no pueden mostrar ni regulares resultados. Si no hay un timonel experimentado, cualquier chaparrón lo pone a parir; y ni se diga frente a una tormenta, la nave zozobraría y no legaría a buen puerto. Enfrentarse a los grandes retos son una responsabilidad que traen sus consecuencias, para ello se requiere de buenos equipos, responsables de cuanto hagan o dejen de hacer, pues no se trata de amagos o maquillajes, sino lo que corresponde hacer, puesto que la opinión pública es la que evalúa y a través de sus expresiones se obtiene una sentencia aprobatoria o no de la gestión. Siempre tiene que velar por el bien común, por lo que se requiere de los mejores. Antes el respeto antecedía a la persona, la clase política intentaba dirigir los destinos de su nación, contando con los mejores asesores, patriotas, nacionalistas, ideológicamente claros y conscientes de los tiempos que corren; deben estar hechos del tamaño de las circunstancias, pues los extremos se troca por virtud a los principios y valores, la ética, y elevada moral. Su alterego, la insensatez, la improvisación, la falta de responsabilidad y sin la honradez necesarias para no dejarse corromper.

En los tiempos que corren las cosas no son, ni es chicha ni limonada, pasa de todo y no pasa nada, cómo llegamos a esto, pues con la intervención de todos nosotros, como se ha dicho, mucha improvisación, y el sistema cada vez más corrompido, vuelve a ser pero peor que en el pasado, pues es todo lo contrario de lo que está escrito en la carta de navegación, donde las obligaciones, derechos y deberes, son para todo el mundo; no hay privilegiados y discriminados, si algo han mostrado las revoluciones triunfantes, es que vuelven a colocar las cosas a lo que corresponde hacer en provecho de un Estado nación, para el bienestar de la comunidad de intereses generales. En el trasfondo con que actúan los hombres de estado, preparados para la ocasión, y no los cómicos personajes de pasquines, que a falta de cosas más serias actúan en cualquier papel que les toque para ver que tal les va, poniendo en riesgo a toda una nación que depende de las mejores decisiones, y esas solo las toman los verdaderos estadistas, los que están comprometidos en cuerpo y alma, y se han venido preparando durante años, para ser los mejores de sus cohortes. Para lo cual uno se educa, estudia, se prepara, y adquiere experiencia para cuando le toque competir como campeones.

Pertenecemos a Occidente por carambola, y hemos tenido que ir adaptándonos a las circunstancias entre dos tendencias, la del comunismo y del socialismo, y la del mercantilismo y el capitalismo, en sus fases progresivas. En lo que llevamos recorrido, segunda década del tercer milenio la pregunta es ¿En quién se puede confiar?, y la respuesta parece obvia, en nadie que no lo merezca, porque la confianza se gana con los actos y los hechos cumplidos, no las meras promesas parloteadas en los mítines para una audiencia alborozada y entusiasmada como las novias de pueblo deslumbradas por el señorito que vino de la ciudad y la enamora solo por distracción, para matar el tedio. El mundo de hoy se ha vuelto inmisericorde, altanero, donde lo que se dice no es lo que se piensa, y lo que se hace no se corresponde con lo que se prometió. Los eufemismos sobran, las formas generalizadas de engaño y manipulación están a la carta del día, es el menú de los saltimbanquis, son las afirmaciones engañosas que los astutos, los fulleros, utilizan como tarjeta de presentación, y se dice que son signos de la posmodernidad, el fin justifica los medios, y tantas patrañas juntas, que son los caminos de la inmediatez, que no llevan a nada bueno.

De hecho, quienes sugieren usar con preferencia el término transmodernidad, con el que se zanjaría todo remanente entre ambas eras, una en tránsito a su fin, la otra por permitir el ingreso de la humanidad, si no ocurre lo peor, la posible extinción de la especie humana. Permanecemos a un presente que se tiñe de pasado y arrastra pesados lastres que no le permiten avanzar hacia cambios reales, sólo atinan a pasar de una a otra coyuntura, sin duda las actuales condiciones ausente de estímulos y de expectativas, no le hacen justicia a lo que se acordó cuando el punto de quiebre de 1989. Aquellos momentos agitados y llenos de promesas de cambios que de la mano de Chávez impulsaron un proceso inédito que construyó en década y media, elevar al país, poniendo en vigencia el talento venezolano, como prueba para el mundo, que absorto por la rapacidad de los fascismos y del neoliberalismo político y económico, por lo que la revolución bolivariana puso en boga una vez más y sin parangón, la historia de los libertadores. Desde la revolución agrícola hasta la cuántica no se había dado la posibilidad de uno nuevo mundo posible, y ponerle fin a los sufrimientos y padecimientos de las mayorías a manos de cada vez menos individualidades uno de cada millón, que acumula sin saciarse lo que no lo salvará de seguir siendo ordinario, como el resto de las personas, lo único que cambia es una posición económica exclusiva. Cómo nos libramos de la oscuridad si no podemos reconocer dónde está la luz liberadora de ataduras materiales, habitamos en nichos mentales donde la ignorancia nos hace creer y vivir de ilusiones.

Pese a todo el avance en conocimientos no evitaron la muerte de Dios, el vacío existencial, y la pérdida de la espiritualidad, un sino de tiempos que anuncian catástrofes. Ayer fueron las sendas guerras mundiales, seguidas por un período de crudo enfrentamiento de la guerra fría, ataques indiscriminados entre culturas y las civilizaciones, fin de la URSS, y de la historia de Occidente, para preparar el terreno al resurgir de Oriente, y la instauración de un Nuevo Orden Global. La clave para comprender dónde nos sitúa el momento se da por el más importante descubrimiento futurizo, y nos coloca más cerca del universo, al que podemos acceder. A punto de descubrir el punto de contacto entre las metáforas y el misterio de la creación y su respectiva evolución; estamos cada vez más cerca de alcanzar lo trascendente entre los seres que han logrado la iniciación mística, abriendo las compuertas para el despertar de la conciencia. Se ha logrado despejar la piedra de tranca entre lo macro y lo micro, lo que es adentro y lo que hay afuera, lo real de lo virtual, más que la materia, la conciencia, siendo observadores y cocreadores; con la capacidad de imaginar las múltiples dimensiones, de habernos expresado con gestos, hasta el habla, y el uso de signos de escritura, con lo que podemos describir lo que va de existencia develándose a frente a nuestros ojos.

Nos encontramos frente a una nueva encrucijada, donde la humanidad deberá elegir qué dirección tomar y ya no queda tiempo que perder, y se debe decidir qué hacer. Se preguntarán qué caminos tomar, y la manera que garantiza el más alto porcentaje de efectividad es pensando desde el corazón, para que la mente sea sólo el vehículo y no quien decide. Hay que hacerlo por los jóvenes, por lo niños por venir, para asegurarles que habrá planeta para rato, que las calamidades que creamos desde la instauración del sistema capitalista, que dio paso a la revolución industrial y al desastre ecológico luego de la inmisericorde depredación del planeta, ha llegado a tal obstinado extremo, donde ya no hay posibilidad de mirar atrás, ni quedarnos de brazos cruzados para esperar lo que sin duda va a venir con una carga inusitada de destrucción y calamidades como nunca antes; solo comparado con el mítico y bíblico diluvio universal.

Ya no se trata de ver hacia derechas o izquierdas, sino mirar lo que tenemos en frente, y la década crucial para la pervivencia de la especie humana, y si quisiéramos preservar algo de ella, debemos dar un paso al frente dejando lo individual para ser colectivo, digo más, global. Si visión de futuro, sin claridad de miras ni ideología, nada de lo que realizó tendrá sentido. Fijémonos nada más en lo que significará en lo adelante el hecho del avance tecnológico y científico, abrumador de solo pensarlo, pues es evidente como ya las máquinas nos están tomando la delantera y en medio de la pandemia nos están dejando sin los trabajos y muchas ocupaciones que fueron exclusivas de los humanos. Ya Alexa nos da toda la información que requerimos a través del teléfono inteligente, un robot con capacidad tal que se nos adelanta en cada segundo, y en solo meses nos supera lo que nos costó años para aprender y capacitarnos cognitivamente., con bajo costo, sin que requiera asistencia o de sustituirla en turnos de trabajo diario, pues cubre los cuatro turnos todos los días, años y el tiempo que haga falta. Eso apenas es una muestra de la capacidad holística y total para nuestra capacidad de asimilación.

Todo tiende a la privatización por parte de corporatocracias que subsumen cuantas empresas, fábricas, producción y la distribución de lo que requeriremos dentro de un lustro, cuando el nuevo sistema que se está gestando, nos termine de eliminar cualquier tipo de estado de bienestar como lo veníamos recibiendo hasta hace poco. Todo esto no es sino el fin de la historia propuesta por la posmodernidad, y la civilización de Occidente, de la cual forma parte el Nuevo Orden Global, contra el cual habrá que oponerse antes de que sea demasiado tarde. Ya lo es en cuanto a la posibilidad de revertir el rumbo de colisión de la debacle universal.

Las derechas y las izquierdas enfrentadas por conservar el poder, como una alternativa para solo parte de la población terráquea, pero de qué nos servirá en la próxima década, cuando las inundaciones hagan presa de las ciudades costeras, la falta de alimentos, de agua potable, de enfermedades de todo tipo, que la pandemia sería un juego de niños, desentendidos del mundo y la realidad. Hoy la mayoría, los que todavía trabajan y ocupan algún puesto público o privado, tienen la posibilidad de contar con un mínimo ingreso, cercano a la miseria, en Venezuela los sueldos y los salarios son una vergüenza total. El estado de bienestar (Welfare State), ese benefactor, providencial, de la sociedad del bienestar, que se inauguró a finales de la IIGM, y que sustituyó lo que antes eran intentos por obrar con propósitos píos, para ayudar a los pobre y menesterosos en la indigencia. Pues bien, el concepto político económico estado de bienestar se propuso como el sistema desde los estados y los gobiernos de turno, para poder reivindicar y mejorar la situación de las personas, ofreciendo empleos, en medio de un mayor desarrollo, y la intervención de los partidos políticos que se endilgaban como demócratas o republicanos para garantizar los derechos sociales para la humanidad.

El conjunto de acciones adelantados para el desarrollo y progreso, pues velaban por la redistribución de los recursos, como mejora del bienestar general de los ciudadanos. Las iniciativas surgieron ante la entente entre dos sistemas antagónicos, y buscar establecer una opción por parte de los liberales radicales, negando la participación del Estado, tarea reservada a los privados. Y los socialistas y comunistas que asumían desde el pleno control del Estado, y ofrecer acabar con la pobreza, el hambre, las desigualdades, y el reparto equitativo de los beneficios para cada persona. Bien o mal, es lo que se mantuvo con cierta efectividad por parte de los gobiernos responsables de los roles y cargos para los planes y el concurso en servicios como educación, salud, vivienda, trabajo, sin discriminaciones y más bien incorporando a más invisibilizados; además de la reducción de costos de inversión de la población en general, y los de menores recursos en particular. La atención con cierta rigurosidad y escrúpulo garantizó que al final, quienes cumplían con sus largos años de servicios para el Estado, aseguraban unas jubilación y pensiones acordes con su desempeño, la orfandad y la invalidez fueron con el tiempo aunar con mayores beneficios sociales.

Entre otros, esto es lo que fundamentó el estado de bienestar, que supuso trajo con el trabajo, el poderse labrar un futuro, y poder ahorrar para la vejez, con los rudimentos de las leyes del trabajo y otras normativas estándares. El porcentaje de los beneficiados son de cierto relieve, los beneficios han permitido que muchas familias puedan capear los temporales de crisis sistémicas, producto de la dependencia de un tercero. Claro está que los gobiernos para cubrir tales erogaciones son producto de los presupuestos generales, y políticas implementadas para la retención de las rentas, que los propios trabajadores y los patronos contribuyen en depositar como impuestos y tasas, que ingresa al torrente de la economía y las finanzas públicas. A la postre se convertirán en las prestaciones sociales con las que el Estado cumple su obligación, como actor de las ayudas a personas y grupos que no tienen ingresos y son subsidiados al obtener un mínimo de ingresos para evitar que caigan en la indigencia. El método por excelencia para poder disponer de los recursos para que los gobiernos mantuvieran el estado de bienestar, funcionaba estrechamente ligado a la capacidad de la recaudación de impuestos y tasas al erario público, por la intervención directa en la economía de la nación, retirando fondos de unos ámbitos para destinarlos a otros destinos y otras partidas. Los gastos o mejor dicho, las inversiones, puesto que se trata del bienestar de las personas, de las familias en circunstancias de desigualdad social y económica.

El estado de bienestar evolucionó y tuvo su auge y progreso, en países protagonistas de una tradición hasta recientes momentos en que, de manera inversa, lo que había sido de atención y ayuda llegó al momento menos esperado, y tan temido, el quiebre de dos épocas; y en la que los servicios de avanzada, de acompañamiento a la juventud, conciliación laboral y familiar, de subvenciones para actividades económicas, y entre otra media docena más. Para quienes el gobierno mantiene el estado del bienestar, y básicamente se enfoca a tres grupos principales, para los cuales las prestaciones de contribuciones van orientadas a las personas que han contribuido previamente con sus cotizaciones. En segundo lugar, las prestaciones universales dirigidas a toda la población, y para recibirlo requieren sólo de lo que necesitan por estas. Por último, las donaciones o bonos de compensación que se le otorgan a colectivos con escasos o sin recursos. En este momento se ha perdido la virtud histórica del estado de bienestar, gran actor de la regulación social, de las dos grandes utopías, la de un Estado que satisfacía las necesidades de la gentes y la que se instaura de manera mezquina y maligna que lleva a enfrentar a los individuos por la supervivencia y satisfacer sus propias necesidades individualmente, y sea capaz frente a las necesidades del sistema neoliberalista, que lleva tiempo instalada, es el tiempo e que te dicen que está por tu cuenta y debes resolverte como mejor puedas y sepas hacerlo.

Ya nada es seguro, antes los padres ayudaban a sus hijos, porque el Estado de bienestar ayudaba a las personas, y los hijos ayudaban a sus padres. Hoy ya no es posible para las grandes mayorías, bajo este capitalismo salvaje. Entre ambos sistemas las críticas no se hacen esperar, los sectores más liberales con sus argumentos que sustraen al Estado y sus recursos para ayudar a los ciudadanos productivos; que no tienen por qué mantener a los que no crean riquezas, tildando el hecho como una injusticia ya que es una especie de robo. Hoy la pregunta que ronda en la mente de muchas personas es sobre cuál será el futuro de sus hijos, teniendo como experiencia el haber vivido tiempo mejores, tiempo del estado de bienestar; cuando el futuro estaba garantizado durante veinticinco o treinta años continuos, y luego pasar el resto de sus vidas cosechando parte de las contribuciones que ayudaron a que las cosas se mantuviera ciertas convenciones formales. Por supuesto que hablamos de países con estabilidad política, y siendo parte de la utopía de un Nuevo Orden Mundial, donde estaban cubiertas las necesidades de materias primas, sobre todo de alimentos y mercancías, siendo altas las inversiones de inmensos capitales de trasnacionales invirtiendo en la explotación de minas, en trasporte y las comunicaciones en los países en vías de desarrollo.

Aunado al alto consumismo y el aumentó de la deuda asociada al sistema capitalista y la mayor dependencia del sistema imperante. Las grandes revoluciones del siglo XX, las movilizaciones sociales del campo a la ciudad en reclamo de políticas y reformas económicas, sociales, recorriendo toda América Latina, con movimientos agrarios, las organizaciones sindicales, del marxismo, el comunismo, el socialismo, luchas por tierra y libertades. La industrialización se anuncia como a panacea de cambios económicos y aumento del bienestar para la población en constante aumento; y la necesidad de autoabastecerse de producir lo que se requiere, bajando la dependencia de los centros y salir de la periferia. Producir más bienes de consumo, sobre todo textiles y alimentos, en medio de las recesiones y del juego de las importaciones frente a las exportaciones que se redujeron, y el incremento de centros de producción de bienes manufacturados.

¿Y después de la crisis qué habrá? Qué dice al respecto la opinión pública, basta con mirar con ojo clínico en las principales naciones de Europa, y que fueron un faro que alumbró hacia todos los confines del planeta. Y todo comenzó a descontrolarse y entrar en una especie de barrena que pusieron las cosas patas arriba, donde los estados cada vez invierten menos en gastos sociales y menos ayudas cuando más necesidades existen, es el fin del estado social, del estado de bienestar, una crisis que se engarza a la pandemia, la recesión forzada por las mutaciones víricas, y las campañas de protección por parte de los estados frente a una nueva ola que trae consigo un nuevo incremento de pobreza de más millones de personas, cifras enorme bajo el umbral de pobreza. Un horizonte común, austeridad y reformas como estrategia y definición de la comunidad europea, estrategias consideradas suicidas por los analistas internacionales, políticas de austeridad cada vez más generalizadas, disminución de inversiones públicas y aumento de los impuestos entre las clases media y populares, y menos para los financistas y los más ricos. Competitividad y entorno internacional inconciliables, crecimiento de la desigualdad y el aumento de la pobreza.

La embestida sólo ha podido ser capeada por los países con cierto bienestar y reservas económicas probadas. Para colmo de males se unen a las desigualdades las fobias, el odio y el resurgir de los viejos miedos y nuevas rupturas entre los políticos y la sociedad sin representación para la inmensa mayoría de jóvenes. Hacen falta nuevas formas de pensamiento para encarar los cambios y lo que sin duda se nos viene encima apenas llegue el momento de restablecer, si es que se puede usar esa expresión, de la cotidianidad. Pero algo es cierto, nada volverá a ser como era hasta hace unos años. ¿Qué tipo de políticas habría que implementar? No lo sabremos, esta década es decisiva y crucial. ¿Libertad, igualdad y fraternidad? Entonces cambian las reglas de juego y le mueven el piso a la gente que seguía confiada dándole el voto a los políticos que a su vez se metía a tecnócratas y cuáles son las peticiones de las personas, que les devuelvan la felicidad, pero la fiesta se acabó antes de empezar y cada quien tuvo que regresar sin haber disfrutado nada del convite, y hasta el regalo dejaron sin aviso ni protesto.

Austeridad y ajustes duros para los pendejos, porque lo vivos se adaptan rápido a las circunstancias y no tienen empacho en cambiarse de traje ni de postura o ruta, y como les sobran kilos ya no deberían volverá a comer más, pero, y es posible que la crisis se extienda y el estado de bienestar desaparezca, de los recortes ni hablar se trata de las garantías de que dispone el gobierno para permanecer cuanto le dé la gana, ahora se piensa en privatizaciones, pues lo imponen las circunstancias y el estado de bienestar vuelve a convertirse en un malestar, porque no ideología tiene, cuando mucho una idea fija, sacarle el máximo provecho a la nación y resolverse con la inversiones públicas de donde extraer buenas utilidades cambiarias. Cuanto ha logrado repatriar el Estado, qué se ha hecho con todos esos ingresos, cuantos se han beneficiado de lo que es de todos los venezolanos, alguien se acuerda del proceso de cambios revolucionario y socialista. Del chavismo todos hacen leña, y milagros con los escapularios ajenos. El enriquecimiento ilícito los tiene sin cuidado, el patrimonio es su caja chica. Lo que está a la vista es público y notorio, y sólo es una muestra apenas, si se escarba un poco más el asunto no tiene fin, es una década más donde acabaron con lo más preciado para la economía de la República. Es mucho y no poco lo que hay por hacer, resta enfrentarse y despejar los conflictos entre sectores progresistas silenciados por la pantalla de la pandemia y los decesos; ahora con nuevas variantes y combinaciones cada trimestre, pica y se extiende.

El panorama es complejo, las cifras se abultan y los resultados no son veraces, puesto que solo se oye una vez. La de los interesados que están en el poder y tienen todos los medios a su disposición, y disponen de los recursos que manejan a discreción para aflojar cualquier bisagra que esté cerrada, no hay nada que un poco de grasa bien aplicada no destranque. Cuantos minerales y recursos de la nación no ha servido para los banquetes con los Billones de dólares en reservas, que manejan tanto el gobierno como la oposición por intermedio de los bandidos que les hacen las planas a los EEUU en contra del país, puesto que golpean a todos los venezolanos que estamos recibiendo un trato de mendacidad por parte de la administración madurista, y el balde de agua fría por los guaidoses que en juntas fantasmas y fuera de cualquiera justificación. Usan los recursos del Estado a sus anchas, sin que sean castigados severamente. Cuando rendirán cuentas al tribunal soberano, son reos de graves delitos cometidos contra la República Bolivariana de Venezuela. Qué hay de los depósitos de Venezuela en el exterior en otras divisas, del oro, cuál es el balance al sol de hoy. Esto no tiene nombre por más que se le busque una explicación, no tiene lógica. El problema es la corta memoria y la retención de los vicios y los deslices que se siguen cometiendo, y sobre todo el engaño orquestado por ciertos sectores en el alto gobierno que le están turando palo parejo a la gestión del finado presidente Chávez, se está lavando la cara frene a los gringos por indultos, juegan para ambos bandos. Amanecerá y veremos qué nos deparará el día siguiente por los momentos seguiremos buscando nueva información, para evaluar la realidad y dar parte que es lo que nos corresponde como servicio desinteresado, y para contribuir con lo que nos corresponde como ciudadanos. Confiemos pues.



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Franco Orlando


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